Por: James Estiven Alzate
Facebook: James Estiven Alzate
Twitter: @jamesestiven
Hay que elegir bien al ex, ese sí es para toda la vida. Por eso, en las próximas elecciones tenemos que votar por quien tenga una agenda programática para su periodo como expresidente, alguien que esté preparado para aceptar con dignidad la pensión vitalicia y ya que gobernó, dejar gobernar.
En Colombia los presidentes duran cuatro años —aunque los dos últimos duraron ocho años— pero los expresidentes toda la vida: Gaviria, Samper, Pastrana y Uribe desde que salieron de la Casa de Nariño, solo han servido para dar briega, y lo que no hicieron ellos en sus mandatos, pretenden que lo haga su sucesor. Son expertos en todo cuando ya pa’ qué, hablan de economía, de salud, de seguridad, de cultura, de infraestructura, medio ambiente, desarrollo… hasta de farándula y fútbol opinan. Menos mal Belisario Betancur no utiliza Twitter ¡Señores ex, aprendan!
Y es tal la enfermedad por el poder, que dicen, a modo de chisme, que por ese motivo quitaron la reelección, ya que Uribe y Santos en su segundo periodo de gobierno, madrugaban a criticar su primer periodo.
Todos nuestros mandatarios han salido a las buenas y se han quedado a las malas, el timbre de la Casa de Nariño tiene el mismo tono de voz de César Gaviria, el guarda-espalda de Samper sigue sirviendo para ocultar elefantes, micos y lagartos, Nohora, los niños y yo dejaron unas millas que nadie ha podido redimir y unas vacaciones por pagar en una hostería francesa, y con los tres huevitos de Uribe, se hicieron unos huevos revueltos. Todos dejan algo el siete de agosto —día del trasteo, del ya no van más, del ya esa vaina se acabó, del pico y chao, de lo que fue, fue…— para salir a reclamarlo cuando sea conveniente.
Y son felices pidiendo aciertos del gobierno de turno porque fueron gracias a la gestión de su gobierno, y cómicos evadiendo responsabilidades porque todo es una persecución por sus críticas al manejo que se le está dando al país.
Cuatro años de poder y una vida sin poder le corren el coco al que sea, por ello, para el cuidado de la salud mental de los candidatos a la presidencia, se podrían tomar medidas como: evitar que ganen, así nos los ahorramos jodiendo después. Y si ganan, ofrecerles luego de su mandato un puesto como estatuas humanas en el Museo Nacional para mantenerlos quietos y ocupados. Quizá empeñarlos en una prendería internacional y nunca volver por ellos, que los encartados sean otros. O crear una especie de bunker para irlos encerrando a uno por uno.
Deberíamos de tener una política de salud pública para resocializar a quienes terminan sus mandatos —esos que creen que la van a servir mucho más al país cuando ya no tienen el poder— que no le resulten cobrando coimas a sus nietos o repartiendo burocracia a los mayordomos en las fincas. Que entiendan que no se pueden atornillar a un cargo, que tanto ego no cabe en el Palacio Presidencial.
Necesitamos a alguien que en su plan de gobierno estipule su retiro, que sea simple y estúpido, entre menos haga mucho mejor para el país.
En conclusión, yo voto por el que diga Belisario, él es el único expresidente digno de admirar, su vida como ex es toda una incógnita, no sabemos nada de él porque no tiene Twitter, sospechamos que se la pasa llenando crucigramas, jugando ajedrez, jugando golf, cuidando el jardín, dictando conferencias, siendo miembro honorario de una cosa o de la otra, tomando vino, practicando yoga, haciendo origami… ¡No jode para nada! Y eso es lo que necesitamos, un ex que no joda para nada.