Cuando se habla de la historia de la Hacienda Fizebad, antes llamada ‘Potreros del Buen Retiro’, nos encontramos ante la irrupción en la historia de una edificación que, claramente, se ha vinculado a la identidad guarceña durante el paso de los siglos. En aquel lugar en 1747, don José Antonio Mejía Gutiérrez, un ansioso colonizador decidió construir su casa y, conjunto con su vecino y amigo Gregorio Uribe, una capilla que, según el historiador Carlos Mejía Vallejo, estaba dedicada a la virgen del Rosario la Naval para el culto privado de sus familias y las de los vecinos. Esta virgen en el futuro sería el origen de la patrona de nuestro municipio, quien aún se alza orgullosa en el altar del templo principal y que tenía un amplio culto desde la colonia.
Posteriormente, su nieto, el médico Braulio Mejía Gutiérrez, casado con la marquesa Sotera Lorenzana, nieta del antiguo gobernador de la provincia Cayetano Lorenzana, decidió erigir la hacienda en 1825, con el nombre de Potreros del Buen Retiro y con una clara vocación hacia la explotación de las salinas cercanas y la ganadería. El nombre procedía de un ancestro, don Juan del Puerto Mejía, un funcionario real, quien trabajo despachando desde el Palacio del Buen Retiro en Madrid España a órdenes del Rey. Recordemos que este palacio era el lugar de descanso y veraneo del monarca, donde pasaba amplios periodos de tiempo y que era reconocido por su belleza arquitectónica y sus amplios jardines. Hoy por hoy se encuentra en el Parque de El Retiro en la capital española.
Braulio Mejía era médico en una época en que pocas personas ocupaban este oficio en la provincia de Antioquia. Los pueblos antioqueños estaban llenos de yerbateros, comadronas y sacamuelas que ejercían las habilidades curativas de manera empírica, eran pocos los que tenían cierta formación para este necesario oficio. Por otro lado, Braulio, a su vez, era hermano del también rionegrero y guarceño Liborio Mejía Gutiérrez, prócer de la independencia y presidente de las Provincias Unidas de la Nueva Granada, por ocho días, entre el 12 y el 20 de junio de 1816. Es probable que tanto Braulio como Liborio, ambos con una educación y una formación privilegiada, tuvieran deliciosas tertulias en la antigua casa de sus abuelos. Liborio fue el comandante de las fuerzas patriotas durante la batalla de la Cuchilla del tambo, cerca de Popayán, donde enfrentó en un momento de angustia e incertidumbre al ejército español. Desgraciadamente perdió y posteriormente fue capturado para ser fusilado el tres de septiembre de 1816 por órdenes del pacificador Pablo Morillo.
La hacienda siguió en manos de los Mejía Lorenzana hasta 1842 cuando es adquirida por don Raimundo Hoyos Cadavid, casado con Matilde Benítez Gómez, quien compra varias propiedades vecinas en la segunda mitad del siglo XIX y sigue explotando la sal. En el siglo XIX tenían en lo que es el Fondo de la Represa hoy, el “Pozo Real del Caldero” donde habían, para secar la sal, unos enormes calderos. La hacienda se concentraría en el lucrativo negocio durante más de 100 años y la sal de El Retiro era reconocida en la región por su calidad. Otras familias como Los Peláez, se vincularían a esta actividad rentable.
Es durante esta época que distinguidos líderes políticos, especialmente liberales, como el general Rafael Uribe Uribe, visitaron la hacienda. El alto oficial solía participar en una cabalgata organizadas por la juventud liberal guarceña que terminaban en la casona. En las mangas había también, antiguamente, un corpulento árbol muy visitado, un higuerón, cuyo tronco era del tamaño de un alcoba. En Venezuela llaman a dicho palo “Saman” y era famoso el de güere al occidente de Caracas.
Desgraciadamente, a mediados del siglo XX, ante los altos costos de producción y la fuerte competencia de Zipaquirá y La Guajira, la actividad salinera decayó y quedó guardada su gloria en un cofre de nostalgia y recuerdos. Los antiguos dueños deciden vender la hacienda y en 1942 la adquiere Jesús María Mora Carrasquilla, un notable empresario, cofundador de varias empresas como la Arrocera Central, Tejidos el Cóndor (Tejicondor) e Imusa, además de ser un fuerte impulsador, con recursos monetarios, para la fundación de la Universidad Pontificia Bolivariana en Medellín.
Es Jesús María Mora Carrasquilla quien decide cambiar el nombre de la hacienda por Fizebad. Según doña Marta Agudelo de Peláez, esta palabra en hindi significa “Potreros del Buen Retiro”, pero hay otra versión que dice que el nombre bien podría proceder de Faizabad, una ciudad al norte de la India. Esto se fortalece teniendo en cuenta que el sufijo “abad” significa “Ciudad”. No está mal teniendo en cuenta que Don Jesús Mora Carrasquilla era un hombre de mundo y con amplios contactos internacionales.
En 1963, la firma Everfit, dirigida por el doctor Jaime Posada, adquiere la propiedad para intentar experimentar con la explotación de ganadería ovina. Era una apuesta arriesgada y que implicaba un amplio esfuerzo. Varias ovejas, traídas desde Australia y Nueva Zelanda, deambularon por las mangas de la hacienda, intentando comprender y habituarse aquel ecosistema montañoso y de clima templado, con fuerte pluviosidad, al que no estaban acostumbradas. Algunos registros fotográficos dan cuenta de esta experiencia.
La vieja casona estaba en mal estado tenía solo unos gallineros y la Junta Directiva de Everfit decidió remodelarla como un homenaje a las virtudes y tradiciones de la raza antioqueña, por lo mismo se inició la construcción de algunas edificaciones cerca a la casona principal, y alrededor de la plaza, que incluían una capilla, una biblioteca, un museo, tienda, barbería y el hotel. Se dice que para 1970 el predio ya valía alrededor de 20 millones de pesos, una cantidad de dinero considerable la época.
Dice Maribel Parra que fue la esposa del doctor Posada, la señora Ligia Moreno Londoño, quien se dedicó con suma pasión, y con la dirección del prestigió arquitecto el Dr. Eduardo Rodríguez Vásquez, a remodelarla con esmero y buen gusto, a la construcción del pueblito. Además se propuso como desafío conseguir por todos los anticuarios y los pueblos de Antioquia, reliquias significativas de patrimonio mueble que se exhibirían en el museo. Entre estos vestigios importantes de nuestro pasado están un piano que perteneció al poeta José Asunción Silva y un bastón que perteneció al ex-presidente y pensador Carlos E. Restrepo.
Es de destacar que por la contribución de Everfit-Indulana al desarrollo cultural y turístico representado en la Hacienda Fizebad, los directores de El Colombiano la distinguieron con el premio Nacional de Turismo en el año de 1977.
El experimento de las ovejas desgraciadamente no dio los frutos esperados y en 1985 tres visionarios, entre ellos el doctor Jorge Enrique Suarez, deciden rescatar la propiedad y los sueños que habían tenido el Doctor Posada y su señora, y convertir la hacienda en un club social y un lugar para el recreo, el encuentro y la cultura. Así nace la Hacienda Club Fizebad, una entidad privada que aunque durante muchos años ha ejercido como club y centro de eventos y convenciones, también ha tenido una labor social importante como la que tuvo conjuntamente con Fasor, para apoyar la educación de niños campesinos de las veredas de los Salados y Carrizales.
Hoy por hoy se da un nuevo paso en la historia de la Hacienda, que podría significar un cambio, un nuevo relato o una grieta en el patrimonio ¿qué futuro le espera a este inmueble importante de nuestro municipio?
Por: Daniel Acevedo Arango