Las Aves Migratorias llegan en septiembre y octubre

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El Oriente antioqueño se alista para vivir, una vez más, uno de los espectáculos naturales más significativos de su calendario ambiental: el paso de las aves migratorias. Entre los meses de septiembre y octubre, miles de ejemplares cruzan el cielo de la región en su travesía desde Norteamérica hacia Sudamérica, dejando tras de sí no solo un espectáculo visual imponente, sino también un recordatorio de la riqueza natural que aún conserva este territorio.

Este fenómeno, que se repite cada año, conecta los ecosistemas andinos con corredores biológicos de escala continental y convierte al Oriente antioqueño en un punto clave de descanso y alimentación. Municipios como Rionegro, El Retiro, La Ceja, San Vicente Ferrer, Guarne, Marinilla, El Carmen de Viboral y Sonsón figuran entre los más privilegiados para el avistamiento, gracias a su variedad de bosques, humedales y áreas rurales que se integran a la cordillera Central.


 

Un fenómeno natural de gran magnitud

Las aves migratorias viajan miles de kilómetros escapando del invierno boreal en busca de mejores condiciones para alimentarse y reproducirse. Según datos de la Red Nacional de Observadores de Aves de Colombia (RNOA), durante la temporada migratoria pueden llegar a Colombia más de 200 especies provenientes principalmente de Estados Unidos, Canadá y el Caribe. De esas, al menos 60 atraviesan el Oriente antioqueño.

El recorrido de estas aves es tan exigente que necesitan puntos de parada seguros donde reponer energía. El Oriente, con su mezcla de humedales artificiales y naturales, relictos de bosque andino y zonas agrícolas, se convierte en una especie de estación intermedia donde encuentran insectos, frutos y semillas indispensables para continuar la travesía hacia países como Ecuador, Perú, Bolivia o incluso Argentina y Chile.

Especies protagonistas de la temporada

En esta época del año, el cielo oriental se llena de diversidad. Entre las especies más esperadas por observadores y aficionados al birdwatching destacan:

  • Golondrina tijereta (Hirundo rustica): reconocida por su vuelo ágil y la distintiva cola en forma de tijera. Llega en grandes bandadas y suele aprovechar áreas abiertas como potreros y valles.
  • Reinitas (familia Parulidae): entre ellas la reinita amarilla (Setophaga petechia), la reinita cerúlea (Setophaga cerulea) y la reinita cara negra (Geothlypis trichas). Estas pequeñas aves insectívoras utilizan los bosques y matorrales como refugio temporal.
  • Atrapamoscas (familia Tyrannidae): como el Contopus cooperi y el Empidonax virescens. Llegan para aprovechar la abundancia de insectos en la región.
  • Rapaces migratorias: el halcón peregrino (Falco peregrinus), el gavilán aliancho (Buteo platypterus) y el gavilán de Swainson (Buteo swainsoni). Estas aves rapaces utilizan las corrientes térmicas de los Andes para desplazarse en grandes grupos, un fenómeno conocido como “río de rapaces” que se convierte en un verdadero espectáculo para los observadores.
  • Tángaras y zorzales: algunas especies frugívoras también se suman a la migración, aprovechando la oferta de frutos silvestres y cultivos locales.

La llegada de estas aves no solo atrae la atención de biólogos y ornitólogos, sino también de turistas nacionales e internacionales interesados en el ecoturismo y la fotografía de naturaleza.


Importancia ecológica y cultural

El paso de las aves migratorias es mucho más que un atractivo visual. Se trata de un fenómeno con profundas implicaciones ecológicas. Estas aves participan en la dispersión de semillas, el control de poblaciones de insectos y la polinización de ciertas plantas, contribuyendo al equilibrio de los ecosistemas locales.

Además, son bioindicadores de la salud ambiental. La disminución o alteración de sus rutas migratorias suele estar asociada a problemas como la deforestación, el uso de pesticidas o el cambio climático. En el Oriente antioqueño, donde la presión urbana y agrícola se ha intensificado, su presencia se convierte en una señal de la resiliencia que aún guardan los ecosistemas.

Culturalmente, el fenómeno también fortalece la identidad de los pueblos. En varios municipios ya se han consolidado actividades comunitarias de avistamiento, como caminatas guiadas, ferias ambientales y talleres de educación ecológica en colegios, que utilizan la migración como una oportunidad para generar conciencia sobre la conservación.

 

Retos para la conservación en el Oriente

Pese al privilegio de ser una ruta clave para las aves, el Oriente antioqueño enfrenta serios retos. El avance de la urbanización, especialmente en municipios como Rionegro, La Ceja y El Retiro, ha puesto en riesgo humedales y bosques donde estas aves encuentran alimento. De igual manera, el uso indiscriminado de agroquímicos en zonas agrícolas reduce la disponibilidad de insectos y frutos, afectando directamente a las especies migratorias.

Si no cuidamos los humedales y relictos de bosque, estas aves perderán sus estaciones de descanso y eso pone en riesgo todo el fenómeno migratorio. El Oriente tiene una responsabilidad enorme, porque está en la mitad del continente y funciona como un puente biológico”, señalan expertos de colectivos ambientales de la región.

Por ello, varias organizaciones han impulsado procesos de restauración ecológica, monitoreo ciudadano y promoción del ecoturismo responsable, buscando que la presencia de aves migratorias se convierta en una oportunidad de desarrollo sostenible.

Avistamiento y ciencia ciudadana

Durante septiembre y octubre se programan múltiples jornadas de observación de aves en el Oriente antioqueño. Entre ellas destacan los conteos participativos enmarcados en el Global Big Day, iniciativa internacional que registra simultáneamente la mayor cantidad de especies posibles en un solo día.

Además, universidades y fundaciones locales impulsan proyectos de ciencia ciudadana, en los que cualquier persona con binoculares y una libreta puede aportar datos valiosos sobre las especies observadas. Estas actividades no solo fortalecen el conocimiento científico, sino que también fomentan la apropiación social del patrimonio natural.

Municipios como Sonsón, con su Páramo de Sonsón y los bosques de niebla; San Vicente Ferrer, con sus paisajes rurales conservados; y Rionegro, con sus humedales urbanos, figuran entre los más activos en este tipo de iniciativas.

Una invitación al respeto y la conservación

La comunidad oriental está llamada a disfrutar de este espectáculo con responsabilidad. No se trata solo de observar, sino de generar condiciones que permitan que las aves regresen cada año. Evitar la caza, reducir el uso de pesticidas, proteger fuentes de agua y sembrar especies nativas que provean alimento son acciones concretas que cualquier persona puede adelantar.

El fenómeno migratorio nos recuerda que los ecosistemas no tienen fronteras y que lo que ocurra en el Oriente antioqueño tiene repercusiones en el continente entero. Como afirma un conocido lema de los ornitólogos: “las aves unen al mundo”.

En los próximos días, los cielos de la región se llenarán de alas incansables que nos visitan desde el norte del continente. Admirarlas en su paso es también reconocer nuestra responsabilidad en su conservación.

 

 

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