El 2025 cerró como uno de los años más favorables para el Ejército de Liberación Nacional (ELN) en al menos dos décadas. De acuerdo con expertos en seguridad y análisis del conflicto armado, la guerrilla no solo expandió su presencia territorial, sino que mantuvo su capacidad militar, fortaleció sus finanzas ilegales y combinó acciones armadas con su participación en mesas de diálogo con el Gobierno de Gustavo Petro.
El criminólogo Jorge Mantilla, en un análisis publicado en La Silla Vacía, sostiene que el ELN logró conservar una “salud financiera inmejorable” gracias al control de economías ilegales como el narcotráfico, la minería ilegal y la extorsión, lo que le permitió sostener y ampliar sus operaciones criminales incluso en medio de negociaciones de paz.
Según el experto, la organización dejó atrás su etapa más crítica de principios de los años 2000, cuando estuvo al borde del colapso, y aprendió de la experiencia de las antiguas FARC: asegurar recursos económicos estables como eje central de su supervivencia armada. Hoy, el ELN opera como una estructura confederada, con alta autonomía regional y capacidad de adaptación a las dinámicas locales.
Este diagnóstico coincide con el Balance de Grupos Armados 2025 de la Fundación Paz y Reconciliación (Pares), que ubica al ELN como uno de los actores con mayor capital armado del país. A mayo de este año, la organización contaría con entre 2.300 y 2.800 combatientes y presencia en cerca de 150 municipios, especialmente en regiones estratégicas como el Catatumbo, el Pacífico y zonas de frontera con Venezuela.
Para los analistas, el crecimiento del ELN se explica en parte por el vacío territorial dejado tras la desmovilización de las FARC y por la falta de control efectivo del Estado en varias regiones. Así, el cierre de 2025 deja a una guerrilla fortalecida y a una política de “paz total” que, según los expertos, no logró frenar su expansión ni reducir su poder armado.
![]()













