El Centro de Bienestar del Anciano Santa Ana, del municipio de Rionegro, celebra este año su primer siglo de constitución, tiempo en el que la institución se ha dedicado a ayudar, brindar y mejorar la calidad de vida a los ancianos. Quienes por diferentes circunstancias han necesitado de un espacio para vivir sus últimos días y terminar su ciclo decorosamente.
Desde la fundación como asilo de ancianos, en 1910, antes llamado Asilo de Indigentes, estuvo ubicado en el espacio adjunto a la antigua sede del Hospital Regional San Juan de Dios de Rionegro, fundado por las Hermanas Domínicas de la Presentación, con el propósito de brindar albergue a los ancianos y enfermos que al salir del hospital no tenían a dónde ir. Este espacio que fue legalmente constituido bajo personería jurídica el 28 de octubre de 1914, funcionó allí por cerca de treinta años.
En el año de 1942 el asilo fue trasladado a un nuevo espacio, cercano a la capilla de San Francisco, donde funcionó hasta el año de 1980; sede que se construyó con la ayuda de cientos de benefactores y el apoyo de algunas autoridades eclesiales, y que brindó durante este tiempo un espacio digno a cerca de 120 residentes. A inicios de los ochenta, las instalaciones del entonces llamado asilo fueron trasladadas a un nuevo espacio, lugar en el cual funciona actualmente, y del mismo modo fue cambiado su nombre de Asilo de Mendigos por el de Bienestar Campestre del Anciano Santa Ana, y finalmente por su actual nombre; Centro de Bienestar del Anciano Santa Ana, donde se siguieron acogiendo personas mayores de 60 años que viven en condiciones precarias de salud y no poseen condiciones familiares adecuadas para su supervivencia.
El deseo de brindar calidad de vida
Como lo expresa la hermana Miriam Sofía Arenas, directora del centro desde hace más de una década, “La labor principal del Centro de Bienestar es la búsqueda de la calidad de vida para estas personas, desde el momento mismo en el que ingresan; brindándole salud, vestido y alimento, incluso hasta el momento en el que reciben santa sepultura, buscando así que se sientan como en su propia casa, viviendo en familia, que es lo que se pretende siempre”.
Con el paso del tiempo, el apoyo de instituciones y personas que de manera continua hacen sus donaciones, convirtiéndose en benefactores del Centro de Bienestar, se logra que los residentes gocen de espacios confortables y debidamente adecuados para su diario vivir. De parte de las entidades se ha vuelto vital el apoyo de los Hospitales San Juan de Dios y San Vicente de Paul, quienes brindan atención en salud y donan medicamentos para los ancianos enfermos.
La institución atiende actualmente a aproximadamente 108 residentes y cuenta con un personal de 16 trabajadores de forma continua, durante las 24 horas del día, cada una de las necesidades y cuidados que necesitan las personas. Además, es importante destacar que ésta es una institución sin ánimo de lucro, en la cual se encuentran cerca de 50 beneficiados de los aportes que hace el municipio de Rionegro, sin necesidad de hacer algún pago personal.
Para que un anciano pueda ser recibido en el centro de Bienestar debe cumplir con algunos requerimientos, como tener un acudiente o persona responsable, perteneciente a su grupo familiar, con el fin de posibilitar que en situaciones relacionadas con temas de salud, u otras relevantes que puedan ser atendidas por los mismos.
Aunque es usual que los residentes al inicio cuenten con el acompañamiento familiar, es común que después de algunos meses el adulto mayor se encuentre abandonado por completo, y los cuidados o apoyo durante el transcurso de alguna enfermedad que necesite ser atendida dentro de los centros asistenciales, corra por cuenta del Centro de Bienestar, quienes deben pagar a particulares por el acompañamiento ininterrumpido a los pacientes; lo que resulta altamente costoso. Actualmente, son cerca de 18 residentes que se encuentran en esta situación, y han terminado siendo responsabilidad completa del Centro de Bienestar del Anciano Santa Ana. Otra de las condiciones necesarias para los nuevos residentes es que no padezcan enfermedades como Parkinson, Alzheimer u otros problemas psiquiátricos que necesiten de una atención rigurosa, cuidados especiales o tratamientos de alta complejidad.
Muchos de los residentes pagan una mensualidad con la cual se cubren los gastos que se presentan durante el mes, como lo son la alimentación, cuartos adecuados para su descanso, personas expertas que los acompañan durante todo el día, y que además para el mantenimiento que se hace constantemente a toda la planta física; costos que se cubren tanto con estos aportes como con los de los benefactores. Los diferentes espacios con los cuales cuenta el Centro de Bienestar del Anciano Santa Ana, además de ser confortables, permiten a los adultos mayores poder disfrutar de juegos de mesa, espacios de socialización y descanso, así como de oración, en los cuales les es posible entretenerse continuamente y pasar gran parte del día.
Allí reactivan y viven con placidez su vida social, incluso se enamoran, se desenamoran, consiguen nuevos amigos, aprenden a convivir en su entorno y viven sus días con total plenitud.
Incluso reciben clases, en las cuales muchos de ellos, en el transcurso de su vida jamás aprendieron a leer y escribir terminan por aprenderlo en cada uno de los espacios educativos los días martes, y las de manualidades de los días jueves, las cuales hacen parte de las actividades que semanalmente se tienen programadas para todos ellos.
Para la hermana Miriam Sofía Arenas, ayudar a los ancianos vale la pena, puesto que resulta bastante satisfactorio el brindarles un hogar para que pasen sus últimos años. Algo en lo cual concuerda Yolima Franco, quien es la administradora actual del centro de Bienestar del Anciano, quien además recomienda tener en cuenta que “la vejez es un ciclo para el cual, generalmente, el ser humano no está preparado, pues siempre se abusa del cuerpo sin tener presente el posible estado de salud de cada ser al envejecer”; algo que ha aprendido en todo el tiempo de su gratificante labor con los residentes.
Muchos adultos mayores, personajes públicos, foráneos y propios han pasado sus últimos años de vida en este espacio, que el próximo 25 de octubre llega a su primer centenario de existencia, y que espera seguir contando con el apoyo y ayuda de los benefactores con los que cuenta actualmente, y que otras instituciones y ciudadanos apoyen la labor de cuidar de las personas de más edad, que desean terminar sus vidas en un espacio lleno de plenitud y tranquilidad.
Historias que habitan en el Centro de Bienestar
Rafael López y María Marín son una de las dos parejas de esposos que viven en el Centro de Bienestar del Anciano Santa Ana.
Son oriundos del municipio de San Vicente Ferrer, donde vivieron por más de cuarenta años; gran parte de este tiempo en la zona rural, hasta que la guerrilla los hizo desplazarse al casco urbano, donde después de mucho tiempo decidieron trasladarse a Rionegro.
Hace siete años llegaron, donde en compañía de los demás residentes viven felizmente, día tras día. Nunca tuvieron hijos producto de su matrimonio, algo que no les ha preocupado en los 64 años de casados que cumplirán el próximo mes de octubre. Pero afirman que sí tienen muchos sobrinos y ahijados, que son como si fueran sus hijos. Desde hace tres años, como una actividad más en sus vidas, decidieron, con el apoyo del Centro de Bienestar, dar apertura a una tienda para los residentes, donde todos los días abren puntualmente, cerrando únicamente a la hora de la eucaristía y la del almuerzo. En la iglesia Rafael es el sacristán, algo que le agradada demasiado, puesto que su devoción y la de su esposa es infinita.
Así quieren seguir viviendo sus últimos años, hasta que Dios se acuerde de ellos, como dice ambos.
Edilma y Aurentino
Edilma y Aurentino son otra de las parejas que hay actualmente en el Centro de Bienestar; ambos llevan cinco años y tres años respectivamente, de estar viviendo en este lugar, y aunque hace poco son novios su historia es bastante particular.
Ambos eran de religiones diferentes, pero con el paso del tiempo este hombre hizo que el amor que tenía esta mujer por él fuese más fuerte que las creencias religiosas que había tenido por varios años.
Aurentino logró que el culto y las creencias evangélicas cambiaran por las de la religión católica, tanto así que día tras día rezan el rosario y van a la eucaristía juntos.
Todos los días en uno de los espacios naturales que les permite tener este lugar, después del mediodía, se encuentran sentados en un par de sillas, disfrutando de la brisa del viento, entre conversación y conversación, la sombra, la frescura que les permiten los árboles y el amor de su vejez.