Por: Laura Sofía Herrera Rivera
Yaneth Molina es controladora aérea en la Aeronáutica civil hace más de 22 años. Desde 2006 ejerce en el aeropuerto internacional José María Córdova en Rionegro. Es comunicadora social y periodista desempeñándose durante algunos años en la cadena Colmundo Radio y en la programadora Jorge Barón T.V. Su esposo es abogado, controlador aéreo y periodista; y uno de sus dos hijos es piloto: entiende perfectamente la situación. Fueron ellos quienes la ayudaron a superar este desastroso suceso, acaecido el 28 de noviembre de 2016: el accidente aéreo que cobró la vida de 71 pasajeros, la mayoría de ellos miembros del equipo de fútbol Chapecoense, de Brasil, que viajaba hacia Medellín ara disputar la final de la Copa Suramericana contra Atlético Nacional. A manera de desahogo y como consejo de psicólogos y psiquiatras, deciden comenzar a hablar del tema. Yaneth es conferencista internacional: en sus charlas trata lo sucedido a manera de superación. Actualmente es docente en las diferentes escuelas de aviación, y su esposo Carlos Acosta García decide escribir un libro con la historia de todo lo que le toca vivir después de esta fatídica noche. El libro se llama “Yo también sobreviví”.
EL ORIENTE habló con ella. Crónica en primera persona de la fatídica noche.
-Vectores, Vectores señorita.
-Vectores a la pista.
-Lima Mike India no lo tengo con la altitud…
Este diálogo se repetía una y otra vez en todos los canales de televisión y en todas las estaciones de radio del país, aquella noche del 28 de noviembre del 2016, sin lugar a duda no fue para nada igual a como de costumbre.
Ese día no me correspondía el turno de la noche. Hice el cambio de este con mi jefe para de esta manera aprovechar el día y así matricular a mi hijo en el colegio. Todo transcurría de manera normal. Como de rutina, me recogió esa noche el transporte de la empresa, llego al aeropuerto y recibo mi puesto en aproximación sur. Estaba con dos compañeros más, de la misma manera muy profesionales. Llevamos ejerciendo más de veinte años.
Cerca de las siete de la noche salí a comprar algo de comer y justo en las llegadas internacionales me encuentro con un grupo de hinchas del Nacional pero no les presté mucha atención, decidí omitir detalles y proseguí a lo que iba. Me dirijo a la sala de descanso de la sala de radar para allí terminar con mi cena mientras veo las noticias, sin saber que horas más tarde iba a ser yo quien estuviera en ellas. Una hora después, casi a las ocho, regreso a mi puesto de trabajo. Como es habitual, tenía diferentes aeronaves bajo mi control y por ende instrucciones iban y venían. El tránsito aéreo en las noches se está volviendo más pesado debido a que las aerolíneas optan por hacer más vuelos para evitar mayores pérdidas económicas.
Más o menos a las nueve y media, Bogotá nos hace un reporte de un avión que se identifica como Lima Mike India 2933 (LaMia). Al momento de tener el primer llamado aparentemente todo está normal, pues la tripulación no muestra ningún tipo de alerta o preocupación. En este momento tenía un avión A320 de Viva Colombia, el cual se había reportado con una emergencia de combustible y le di prioridad para que así prosiguiera con el aterrizaje. Un poco más tarde, LaMia hace una transferencia donde pide una prioridad de aterrizaje, pero no teníamos ningún tipo de información sobre ella, pues la tripulación nunca notificó la emergencia que se estaba llevando a bordo: solo solicitaba prioridad para llegar a la pista. Así que procedí a darle indicaciones y despejarle el espacio aéreo con intenciones de que llegará a pista lo antes posible. Un par de minutos después podía ver en la pantalla radar cómo este avión descendía sin dominación alguna y omitiendo por completo las instrucciones que yo le estaba dando. En mi pantalla solo estaba viendo como ese objeto de cientos de toneladas perdía cada vez más su altura y su control, doy paso a desviar a los aviones que estaban por debajo de él para evitar una tragedia mucho peor.
Dentro de este avión solo conocían la verdadera emergencia el piloto y copiloto, en el que iban con 75 vidas más, sonó la alarma para avisar a los pilotos que tenían 20 minutos para aterrizar antes de que se terminara el combustible. Minutos después infortunadamente el motor 3 se apagó, luego pasó lo mismo con el motor 4 y seguían sin dar aviso de esta situación a la controladora, A los pocos minutos sonó la alarma “Master Warning” y ocurrió una reducción de potencia en el motor 1, después se apagó el motor 2 y finalmente el motor 1 dejó de funcionar. El piloto reportó una “falla total, sin combustible”. La azafata Ximena Suárez percibe como las luces se prenden y se apagan constantemente hasta quedar a oscuras por completo, y sin conocer verdaderamente la situación, alerta al resto de tripulación y pasajeros que se agarren bien pues ya se imagina que está pasando grave.
En la sala radar seguíamos con la esperanza de que ese avión lograra llegar a salvo, pero al momento en el que el piloto me da altura (9.000 pies) siento como si el corazón se me saliera del pecho y en ese instante cuando pierdo por completo la comunicación con esa aeronave. Sabía que la tragedia había llegado y que ya solo podía ayudar activando todos los protocolos de rescate. Dentro de mí siempre tuve esa esperanza de que si habían logrado llegar a la pista y que se habían salvado de este siniestro.
Hacia las 21:58 se escuchó la última comunicación del piloto quien ya no respondió a los siguientes llamados del aeropuerto.
En medio de los escombros se encontraban 6 sobrevivientes que batallaron con la muerte esa noche. Entre los sobrevivientes esta la azafata Ximena Suárez, 3 jugadores del equipo: el arquero Jackson Follmann, Helio Neto, quien se retiró en 2019, y Alan Ruschel, el lateral izquierdo; Erwin Tumiri (técnico de aviones) y Rafael Henzel (periodista).
¡Por qué a mí! Estoy segura de haber hecho todo mi trabajo de la manera más excelente, hice todo lo humanamente posible y lo técnicamente obligatorio para que ese avión aterrizara. ¿Por qué no me reportaron con tiempo la emergencia? ¿Por qué no me dijeron lo que de verdad estaban viviendo a bordo desde el principio?
Los controladores estamos capacitados para asumir un evento de este tipo, claro está que nunca se va a comparar con lo que se llega a sentir en la realidad. Yo les brindé la calma y la seguridad que a ellos probablemente les hacía falta allí en ese cielo oscuro. No solo se apagaron los motores de ese avión, con él se apagaron 71 sueños.
Momentos después al mirar el plan de vuelo de este avión, me doy cuenta de que provenía de Bolivia, había partido del aeropuerto internacional Viru Viru (Santa cruz, Bolivia) y que este llevaba un equipo de fútbol Chapecoense de Brasil, el cual venía a jugar la final de la Copa Sudamericana.Luego de esta noche comenzó a pasar lo peor; apasionados del fútbol, ignorantes de cómo se realiza mi trabajo, comienzan a enviarme a amenazas de muerte.
–– Se merece que la torturen y la maten.
–– La vieja esa de la torre de control no supo que hacer y los mató.
––¡Los mató a todos, es una asesina! ¿Es que acaso pensó que el avión sin gasolina se iba a sostener en el aire?
Miles de comentarios de este tipo se veían en todas las redes sociales. Mi nombre estaba en todos los titulares de las noticias, la grabación de toda la comunicación que tuve con el piloto se filtró en cuestión de horas y ya en la radio solo escuchaba mi voz.
Estuve aproximadamente un mes sin volver al trabajo, y al regresar me senté nuevamente en aproximación sur y con el corazón arrugado continué realizando mi trabajo con el mayor profesionalismo ¡porque esto es lo que verdaderamente me apasiona!
Tardé alrededor de 6 meses para estabilizarme emocionalmente, levantarme y salir adelante. Me convencí a mí misma de que no era mi culpa, de que había hecho las cosas como se tenían que hacer y justo ahí conocí la palabra resiliencia. por mí, por mi familia y por mi pasión decido salir adelante.