El verbo leer no se conjuga en imperativo

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Editorial: El verbo leer no se conjuga en imperativo

Se ha vuelto costumbre celebrar en este mes dos eventos: El día del libro y el día de los niños. “Mágica y explosiva combinación” así aludía Gabriel García Márquez, cuando veía a niños leer en las bibliotecas públicas. En esta época de libros electrónicos, ordenadores cada vez más avanzados y con infinidad de aplicaciones, se ve como los chicos han migrado a estas nuevas herramientas, abandonando un poco dichos lugares silenciosos, incluso Gabo cambió su ruidosa máquina de escribir por un computador de última generación.

Muchos ven con pesimismo, esa transferencia, aseguran que los libros en papel están desapareciendo y que por ende los niños han dejado de leer. Para otros en cambio, el nuevo surgimiento de “nuevas tecnologías” hace que más personas tengan acceso a muchos más libros que los que se pueden encontrar en una biblioteca pública. Dos versiones de una misma moneda; pero el debate no se dirige a decir cual es correcta y cual la incorrecta, ni de imponer a las nuevas generaciones una de ellas.

Uno de los ejemplos más notorios en cuanto a la imposición de lecturas (o versiones del mundo) se da en el colegio. Los profesores del área de español “obligan” a leer a ciertos autores que ellos consideran “clásicos” o que el culto popular ha definido como “buenos”. Uno de estos escritores “obligados” a leer es Gabriel García Márquez, el cual se volvió popular en las clases de español, luego de ganar el Nobel de literatura en 1982. Textos como Cien años de soledad, El amor en los tiempos del cólera, Los funerales de la Mamá Grande y La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada, son impuestos por aquellos licenciados, que consideran deben ser conocidos por los estudiantes antes de graduarse.

García Márquez siempre recomendaba a los niños leer mucho, así fuera, decía él, la publicidad que encontraran en la calle. Esto agiliza su mente y los acostumbra más rápidamente a reconocer y relacionar las imágenes con las palabras. Y si de leer a Gabo se trata, sin ánimo de imponer, por qué no ojear libros como: Chile, el golpe y los gringos, El verano feliz de la señora Forbes y Cuando era feliz e indocumentado. En los cuales se conjugan el verbo leer con la felicidad de viajar a través de los mundos macondianos del niño mágico y explosivo que era Gabriel García Márquez.

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