El caso de agresión que se presentó en la Institución Educativa INEM José Félix de Restrepo, en Medellín, es quizá uno de tantos que, diariamente, se presenta en otros colegios del país, tal vez con un nivel menor de violencia, pero siempre apuntando hacia lo mismo: la intolerancia.
La intolerancia es quizá, una enfermedad viral que, hoy por hoy, está afectando a los niños, niñas y jóvenes colombianos, pues ahora, un tiempo donde la virtualidad ha copado gran parte del espacio y de las actividades que realizan, es muy común ver contenidos donde las riñas entre menores de edad son tendencia en las redes y portales sociales, y, más triste aún, quienes publican ese material, al parecer, disfrutan de lo que están viendo, convirtiéndose en agresores secundarios, primero por no hacer nada para impedir el hecho y, segundo, por crear y publicar el contenido que, en cuestión de minutos, será reproducido y compartido por otro puñado de personas.
La violencia escolar, hoy conocida como bullying o matoneo, se presenta desde diversos escenarios y niveles, en cada uno de ellos se busca ejercer una intimidación o dominio que permita al agresor marcar una jerarquía sobre quien pretende atemorizar, muchas veces no pasa de un comentario o mirada, otras tantas, alcanzan el maltrato físico, y en cada una de ellas se concibe una muestra clara de intolerancia y falta de aceptación frente a lo que es el otro.
No importa cuál sea el contexto, nivel o condición de un individuo, cualquier caso de violencia, tanto desde el ámbito verbal hasta el ámbito físico, debe ser rechazada, no solamente con correctivos que apunten a sancionar el hecho, sino, más bien, con acciones que busquen prevenir este tipo de sucesos, tanto desde el entorno escolar como en el familiar, pues de nada sirve que las instituciones y colegios ideen proyectos que instruyan a los niños, niñas y jóvenes si en sus hogares se vive un ambiente donde los insultos, gritos y agresiones son el pan de cada día.
Si bien es cierto que quien realiza la agresión es responsable, también lo son los entes de autoridad: lo padres y las instituciones educativas, como actores determinantes en el hecho, los primeros desde un aspecto de formación en valores y buenas relaciones interpersonales y, los segundo, como entes encargados de garantizar un correcto relacionamiento entre los estudiantes de su plantel y prever las situaciones que se puedan presentar entre los mismos.
De acuerdo con lo anterior, la intolerancia en el sector educativo se concibe como un problema que no sólo afecta a quien agrede y al agredido, esta, cuando se convierte en un conflicto que, poco a poco escalona y cobra intensidad, pasando de la verbalidad a la agresión, se transforma en un percance de todos, que tiende a marcar aspectos relevantes en el comportamiento de ambos actores, quienes en el futuro serán las personas que resuelvan sus conflictos mediante el diálogo o, simplemente, con un golpe.
Es por ello que, diariamente, desde el hogar o institución educativa, se debe crear un ambiente sano y adecuado para los niños, niñas y jóvenes, estos, al estar aprendiendo y aprehendido diferentes habilidades sociales y comportamentales son vulnerables ante cualquier situación que afecte su entorno y, por ende, sus reacciones frente a un hecho determinado.