Jenny es de esas mujeres que la vida puso en la tierra para llevar bendiciones a los lugares y personas que muchos no lo harían. Su esfuerzo, hecho belleza le han permitido escalar al éxito que se merece.

Empresaria experta en dar segundas oportunidades a todos los que necesitan luz en su vida.

Jenny Villalobos, nacida y criada en Medellín de familia pujante paisa. Su papá era policía y su mamá ama de casa consagrada a su hogar de siete hijos. Desde muy joven Jenny sentía pasión por ayudar a las personas sin importar raza, genero ni condición de vida.

Con solo 7 años de edad sacaba a escondidas mercado de su casa, como panela, arroz y frijoles para donarlo a su vecino enfermo de hidrocefalia. Recuerda que muy niña jugaba a que tenía una empresa en la que iba a ayudar a muchas personas; no se equivocó.

Es empresaria, mamá y reconocida en muchas partes por ser un ángel en la vida de las personas que rodea. De profesión Ingeniera Agrónoma con especialización en finanzas. Desde que estaba en la universidad se dedicó a ayudar a muchas personas “rechazadas” por la sociedad.

Corrían los años 90 cuando Jenny era una joven universitaria de 17 años. Aparte de estudiar, en su llamado al servicio ayudaba a una comunidad muy discrimina en esa época; los enfermos por VIH. Visitaba una casa al sur de Medellín en la cual vivían hacinadas 50 personas, entre ellos familias de papá y mamá, trans, homosexuales y niños recién nacidos. Para ella esa enfermedad nunca fue impedimento para compartir con ellos el mismo plato donde comían. Se dio cuenta que esta comunidad necesitaba de su ayuda, pues no les daban trabajo, ni la oportunidad de estudiar por el estigma que se tenía y aun se tiene.

Empezó a tocar puertas para que les donaran comida, ropa y utensilios para hogar. En su tiempo libre como estudiante iba a supermercados como el Súper Ley en San Diego, una tienda muy grande en esa época, para que le regalaran la comida vencida, en mal estado o que ya no les sirviera para nada. “a mí me tocaba decirles que todo era para unos abuelitos que estaba ayudando muy enfermos porque si no, no me hubieran colaborado” afirma Jenny entre risas. Su moto se convirtió en su aliada, ya que en ella cargaba todas las donaciones que le daban. Para ella estas personas hacían y harán siempre parte de su vida pues compartió muchos sueños, anhelos y batallas junto a ellos. De sus amigos que con convirtieron en familia, no queda ninguno, todos fueron muriendo a raíz de la enfermedad más tabú que ha existido.

El tiempo continúo su rumbo y la empatía de Jenny por las personas aumento. Recién graduada se vinculó y fundo una institución llamada “toma mi mano señor” ubicada en Malanga Bolívar. Allí se atienden niños, adultos mayores y personas con condiciones de vida muy precarias. Jenny va todos los diciembres a realizar integraciones y a llevar regalos a toda la comunidad. Han pasado 18 años desde que pertenece a este lugar y la foto de Jenny sigue en la capilla que se construyó en el corregimiento. La lista de las donaciones ha sido larga, encabezada por 100 sillas de ruedas, juguetes, libros, medicinas, y muchas palabras de amor hacia cada uno de ellos.

Trabajaba en una empresa de cultivo de flores ubicada en San Antonio de Pereira. Se le ocurrió hacerle una propuesta a su jefe. La solicitud constaba de contratar señores mayores de 50 años y que tuvieran alguna discapacidad. Formo su grupo de personas y eran trabajadores ejemplares y disciplinados. Llego el año 2012 y Jenny quiso formar empresa junto a su esposo. Decidió renunciar pero Carlos, su jefe en ese momento, le dijo que con ella se iba el proyecto de personas mayores. Tuvo que tomar una decisión importante en su vida. Decidió seguir trabajando y aún lo hace en la empresa a tiempo parcial para que todo su grupo de adultos se pudiera pensionar; actualmente solo falta uno de ellos. Como ella misma dice “labor cumplida”. Por ese mismo año empezó la empresa con su esposo, consolidándola en los cinco años siguientes.

En el 2016 empezó a trabajar con los reclusos en las cárceles. Dictaba clases en pedregal y bella vista. Ella basaba sus cursos en el manejo de las emociones y el autoconocimiento. Con esto buscaba ayudar al interno para que tuvieran las herramientas necesarias en la reintegración a la sociedad.

Jenny un día estando en la cárcel conoció a Miriam, una mujer que hacia parte de la confraternidad carcelaria. Empezaron a hablar de las aspiraciones que tenían frente esta comunidad y llegaron a la conclusión de que debían crear una fundación. Iniciaron el proceso para el desarrollo de la idea y se convirtió en una realidad. Miriam es la representante de “pospenados y libres en prisión”; Jenny es la encargada de los números. Actualmente son 60 mujeres ayudando a este proyecto que se desarrolla en varias cárceles de Antioquia.

Su empresa es Transferencia agrícola y fue todo lo que Jenny soñó cuando era una niña, pues se convirtió en la agencia de empleo más grande de los ex convictos. inició este proyecto junto a su esposo en un lote ubicado en Rionegro el cual con el tiempo, se adecuo para poderles brindar a los ex penados un hogar de paso mientras se reincorporaban a la sociedad. Iniciaron con cinco jóvenes el proyecto  y llegaron a tener 35 personas en la “casa estudio” como así la llama ella.

Hace parte de distintas fundaciones ayudando de todas las maneras posibles. Una de ellas es Funda flor, mujeres que luchan contra el cáncer de seno. Las apoya económicamente y donando lo que necesiten. También está en dos fundaciones de animales maltratados, ayudando en brigadas de esterilización, alimento y dinero.

Jenny nos deja como lección lo que es realmente dar sin esperar nada a cambio, de cómo es ser luz en medio de las adversidades por las cuales puede pasar cualquier persona. Una mujer que no solo brindo salud, comida y medicamentos; sino una esperanza de vida, una segunda oportunidad sin importar quién. Esta es una historia que merece ser contada para saber que hay personas que nacieron para servir como ella, una mujer que siempre ha soñado a favor de los demás. Todas las personas y empresas se pueden unir a esta causa aportando un granito de arena a Jenny, sumándose a esta causa que ayuda a muchas personas en distintas partes de Colombia.

Testimonios de ex penados que fueron apoyados por Jenny

Ferney: Después de haber ingresado 25 veces a la cárcel por delitos menor, me dieron 17 años de cárcel que pague en Medellín. Fui muy “plaga” y loco en la juventud, pero si se puede cambiar.

Aquí en Colombia es difícil la resocialización porque el mismo estado lo vuelve a incitar a seguir delinquiendo por las faltas de oportunidades.

Yo gracias a doña Jenny y a la oportunidad que me brindo pude cambiar de vida y de pensamiento. Llevo trabajando con ella siete años y me desempeño como técnico.

Andrés: Yo pague 13 años de cárcel injustamente porque una vecina dijo que cometí un crimen siendo mentiras, solo porque no le caía bien. Cuando era joven si andaba las calles y allá en el barrio trabajaba. Cuando salí de la cárcel con 40 años pensé que no iba poder seguir adelante pero gracias a la oportunidad que me dio doña Jenny pude rehacer mi vida, cumpliendo mis sueños. Para mi ella es un ángel. En este momento tengo esposa y un hijo pequeño y pude comprar la casita que tanto anhelaba.

Francisco: cuando yo llegue acá me dieron la oportunidad de trabajar en el almacén, sin saber nada, yo solo estudie hasta segundo de primaria. Yo aprendí a armar todos los equipos para poder ayudarle a Jorge y que el descansara. La primer maquina me quedó mal pero de ahí para allá aprendí de todo.

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