Por: Joaquín
Las juventudes del país vienen atravesando una serie de retos que tienen que ver con la participación e incidencia en espacios de decisión, pero también, y directamente con los asuntos relacionados a la crisis climática y la devastación que se le está ocasionando al planeta.
Es en ese sentido, los procesos y tejidos organizativos que se vienen generando, tanto por iniciativa propia como por apoyos y sugerencia de organizaciones sociales, gobiernos o proyectos de cooperación internacional, comienzan a acrecentarse rápidamente, pero no lo suficiente como para generar decisiones inmediatas y contundentes con miras a frenar los estragos que el extractivismo, la falta de voluntad política y jurídica para generar transformaciones necesarias y la inconsciencia de las gentes en la forma de relacionarnos en los ecosistemas, le están generando a la Pachamama.
En esa línea de ideas y hablando de lo concreto, (sin saber qué tan contundente) la Unión Europea en su tejido de articulación y organización social en Colombia, promovió la juntanza de un grupo de 13 jóvenes de distintos municipios y regiones del país -Leticia y Puerto Nariño del departamento amazónico; Puerto Salgar y Bogotá del departamento de Cundinamarca; con representación también de Jericó y San Francisco, Suroeste y Oriente Antioqueño respectivamente-, lo que dio como resultado la fundación de un grupo juvenil nacional con el propósito de “Generar acciones pedagógicas transversales, desde las juventudes diversas del territorio nacional, para incidir en dinámicas territoriales que conforman el buen vivir y el cuidado de la existencia”.
Entre activistas socioambientales pertenecientes a organizaciones sociales y procesos comunitarios de Colombia, así como jóvenes integrantes de Consejos Municipales de Juventud, Plataformas de Juventud y otros escenarios del subsistema de participación juvenil, se proyectó en compañía de la Unión Europea y la Consejería Presidencial para la Juventud – Colombia Joven, extender una convocatoria de mayor amplitud para fortalecer esta primera etapa de “JUVENTUDES DIVERSAS POR LA VIDA”, quienes reconociéndose como seres humanos senti-pensantes promueven espacios diversos e inclusivos que garanticen la construcción colectiva y el trabajo en equipo en favor del cuidado y la preservación de los ecosistemas y la biodiversidad.
Adicionalmente, apelan a la voluntad y el compromiso de cada integrante para ser fieles a su propósito, cultivando la creatividad para generar proyectos y acciones que innoven y sean realmente sostenibles, y asumiendo también que no serán un grupo que se financie por empresas u organizaciones que afecten masivamente el buen vivir y las dinámicas cotidianas de las comunidades históricamente empobrecidas.
Para nadie es secreto que los discursos globales vienen encaminándose hacia “el empoderamiento de las juventudes” como una ecuación extraordinaria para cambiar las formas tan absurdas en que como especie humana estamos acabando el planeta. Sin embargo, no es ni será suficiente si por un lado se habla de empoderamientos y autonomías territoriales, pero por el otro se generan mayores garantías para que las empresas privadas y las proyecciones academicistas se sigan enfocando en destruir las fuentes hídricas y las montañas para lucrar los bolsillos de pocos encorbatados que se actualizan y apropian cada vez con mayor descaro, de conceptos sobre sostenibilidad, responsabilidad ambiental y similares.
Como juventudes encausadas por los tejidos comunitarios y las miradas colectivas del mundo, auguran la reflexión y acciones transformadoras con las que desean seguir afrontando los retos que tienen hoy como humanidad, y anuncian también voluntad para co-construir las propuestas e iniciativas que necesitan para -como bien han sabido reiterar- posibilitar el buen vivir y el cuidado de la existencia.