La historia de un sueño hecha sabor

0
28

De Liza Repostería Artesanal en Gualanday

La muy bien intencionada expresión “eche pa´lante mijo”, es una premisa no formal ni académica que se podría convertir en síntesis fundamental que define lo esencial en el tema del emprendimiento. La frase que aparece generalmente en el deseo paternal de un buen consejo plantea esa pretensión de alcanzar metas con base en grandes esfuerzos, en la férrea voluntad, el manejo adecuado de los recursos, el ahorro, el sacrificio y la lucha constante. Es la historia de empresas y empresarios, de quienes han creído y querido alcanzar un sueño, abrir un negocio, producir o vender, tener autonomía y poder de decisión. Un esfuerzo no siempre recompensado ni fácil de manejar ya que también implica la renuncia, la pérdida de espacios personales que en el mundo laboral son conquistas históricas como el derecho al descanso, las licencias, la estabilidad mediante un contrato de trabajo, el acceso a los servicios sociales.

“Ser tu propio jefe” se traduce en una serie de ventajas y de desventajas y desemboca en la típica queja: “trabajar por cuenta propia es muy esclavizante”. No es fácil tener una disciplina rigurosa, darse órdenes a uno mismo, trabajar en jornadas de 10 horas diarias o más incluyendo noches y fines de semana, para darse el lujo de una aparente autonomía económica concluyendo que se está cautivo, atado al logro de un propósito. Tal forma de confinamiento se convierte en la búsqueda constante cuando se desea alcanzar una meta, proyectos de vida enfocados en la oportunidad de progreso personal y familiar sin tener que acudir a la generalizada opción de “arrendar” la existencia y ser sólo fracción o engranaje en el mecanismo de proyectos ajenos.

La decisión de impulsar un medio laboral propio y definir el entorno para el desarrollo de esos propósitos es también la exigente tarea de crear el ámbito en el cual debe establecerse. Emprender en este sentido es “inventarse y reinventarse”, lo cual implica fundar e instaurar el modelo y las circunstancias en la que debe desarrollarse ese proceso y buscar los soportes que acompañen su construcción.

La historia que nos ocupa hoy en esta sección, describe la forma como una mujer rionegrera toma la decisión de explotar su talento, emprender un camino laboral y hacer su propia carrera enfocada en el oficio que desde siempre le apasionó: la cocina.

Liza Martínez Gómez pertenece a una familia de emprendedores, es decir, son actitudes y cualidades heredadas. Su inspiración, voluntad y razón de ser están allí, en la forma de identificar y entender el camino, guiada por los consejos y la experiencia que en su entorno son el motor para alcanzar las metas. Siguiendo esa ruta, ha ido cimentando una profesión orientada desde el permanente interés por los procesos de preparación culinarios, el alimento, la gastronomía, ingredientes, medidas, porciones, tiempos, fórmulas. Es decir, alcanzar el sueño de construir su propio laboratorio de sabores.

Desde los primeros años, Liza mostraba su interés por cocinar. No podía ser para menos ya que su niñez estuvo rodeada de ese lenguaje. Su madre propició un ambiente para el desarrollo de esa afición donde las muñecas fueron sólo espectadoras del juego en el que ella armaba galletas o hacía tortas, organizaba sus pequeñas vajillas y la diminuta estufa, los juguetes que acompañaron aquellos primeros años. En el colegio, las tareas no impidieron descuidar ese interés y continuó siendo identificada por esa vocación.

Al llegar a la mayoría de edad, la vida la puso en el campo laboral, desempeñar un empleo, la búsqueda de oportunidades, el cumplimiento de horarios, acatar órdenes, un jefe, un ambiente a veces hostil, las pruebas para entender que hacia allá no se dirigían sus sueños. Fue entonces como después, con entusiasmo por dar a conocer sus creaciones se fue a ofrecer sus productos en oficinas, almacenes y a los primeros clientes que solicitaban su visita para poder degustar ese especial sabor producto de la inquietud, el ensayo…malabares iniciales que no abandona y con lo que logra ese toque especial al preparar postres y bocados.

Liza empezaba a forjarse un camino de reconocimiento, recibía pedidos para la celebración de cumpleaños y fiestas especiales los cuales preparaba en casa, en forma artesanal y podría decirse incluso, rústica. Ella misma desarrolló un sistema de telemercadeo y por este medio lograba mantener un ritmo de producción para temporadas. Sin embargo había épocas frías, esos períodos que terminan reflejándose negativamente en todo el comercio y que obligan a las grandes empresas a la implementación de estrategias novedosas. Como la vida no da tregua y el día a día exige el cumplimiento de obligaciones, Liza entendía que era importante pensar y buscar otras alternativas, hacerse más visible, conquistar otros clientes.

Radicada en una pequeña casa en zona rural de El Carmen de Viboral, recorriendo diariamente largos trayectos a pie, atenta al cuidado de su hijo y de sus “peludos”, decide abrir un local que le permitiera tener un sitio al que sus clientes tuvieran fácil acceso, por lo que emprende la búsqueda en ese municipio. Al cabo de unos días, encuentra algo que no corresponde exactamente a la idea que tiene en mente pero decide poner a andar lo que llamó “DE LIZA Repostería Artesanal”. Se trataba de un diminuto local muy cerca al parque principal, en el que en forma por demás malabarística, logró acomodar nevera, horno, cafetera y todos los demás implementos para darle forma a esa ambiciosa idea. En medio de esa estrechez física consigue posicionar una serie de productos y un ambiente acogedor que era frecuentado por clientes locales y foráneos, quienes admiraban especialmente la capacidad para procurar un agradable y cálido ambiente al lugar. Algún visitante extranjero calificó el sitio como la repostería más pequeña del mundo.

Pero la visión, misión y objetivo de Liza iría más allá, por lo que permanentemente tenía en mente expandir, ampliar  y poder ofrecer más y mejores alternativas a sus clientes. Hubo fallidos intentos en El Carmen, pero nada. Lo que soñaba apareció en su natal Rionegro, en uno de los sitios más reconocidos y apreciados del municipio, en Gualanday. En ese tradicional mall denominado “El Encanto”, Liza encuentra el espacio, el vínculo, el ángel y la oportunidad de crecer y de dar forma al sueño.

Ahora, pocos días después de su apertura, De Liza Repostería Artesanal hace parte de la dinámica de Gualanday y comienza a ser reconocido como el sitio ideal para tomar un buen café de origen, degustar las recetas de abuela, las tradicionales “repollitas”, para tardear con los amigos y compañeros de trabajo. Todos los productos que Liza ofrece son producidos en su taller de sabores, allí mismo, garantizando la frescura y calidad únicas, resultado de la exigencia y rigor con que ella selecciona los ingredientes con el único objetivo de satisfacer a toda su clientela.

“De Liza” ofrece una experiencia especial para el más exigente gusto, para entender que el antojo no es pecado sino la oportunidad de complementar con productos sanos la alimentación diaria. Liza cosecha en su casa varios de los productos que utiliza en la producción de las tortas, selecciona cuidadosamente los componentes para las infusiones y se esmera en seguir ofreciendo responsablemente a los clientes una “pilatuna “al paladar, la satisfacción de un capricho saboreando sus tradicionales Obleas, Waffles o trufas.

La historia de Liza confirma que la constancia, la perseverancia y la mirada fija en las metas funciona cuando se atiende con la voluntad de alcanzar el sueño, venciendo los obstáculos cuando se tiene la certeza de la capacidad y el talento, con la confianza que otorga un buen consejo del abuelo: “eche pa´lante mija!”

 

Loading

Comentarios