En 1870 la escritora estadounidense Julia Ward, convocó a todas las madres del mundo a rebelarse contra la guerra, en una desgarradora proclama pacifista que mantiene su vigencia.
¡Levántense, mujeres de hoy! ¡Levántense todas las que tienen corazones, sin importar que su bautismo haya sido de agua o lágrimas! Digan con firmeza: “No permitiremos que los asuntos sean decididos por agencias irrelevantes. Nuestros maridos no regresarán a nosotras en busca de caricias y aplausos, apestando a matanzas. No se llevarán a nuestros hijos para que desaprendan todo lo que hemos podido enseñarles acerca de la caridad, la compasión y la paciencia”. Nosotras, mujeres de un país, tendremos demasiada compasión hacia aquellas de otro país, como para permitir que nuestros hijos sean entrenados para herir a los suyos. Desde el seno de una tierra devastada, una voz se alza con la nuestra y dice “¡Desarma! ¡Desarma!”. La espada del asesinato no es la balanza de la justicia. La sangre no limpia el deshonor, ni la violencia es señal de posesión.
Julia Ward, Proclama del Día de las Madres, 1870
La violencia llegó al territorio colombiano e irrumpió en millares de historias que se escribían en el seno de un hogar, casi siempre, teniendo a una madre en su columna vertebral. Perfectamente podrían ser ellas quienes más han tenido que padecer este drama. Cada muerto, cada desaparecido en el conflicto, fue aportado por una madre colombiana.
Durante los últimos 45 años, 218.000 colombianos perdieron la vida en medio del fuego cruzado. El 19% eran combatientes, pero de esta cifra, el 81% corresponde a decesos civiles, padres, hermanos, hermanas, hijos, hijas, tíos, tías, abuelos y abuelas, que nada tenían que ver con la guerra, una experiencia como esta puede acabar con un hogar, una madre afligida por la inexplicable perdida de un hijo sufre una transformación muy grande.
“Miles de víctimas que se han sobrepuesto a tener la capacidad de nombrar lo innombrable y perdonar lo imperdonable”, son palabras de Pastora Mira, una de las madres sobrevivientes al conflicto armado en el Oriente y un ejemplo vivo de bondad y humanidad, como lo son todas las madres.
Pastora Mira, quien ha perdido a gran parte de su familia en el infortunio de la violencia y quien con gran valentía ha brindado cobijo y ayuda a las personas causantes de la muerte de su padre y de su hijo, quienes fueron víctimas en décadas diferentes, a quien la guerrilla le quito una hija y luego de siete años logró volver a encontrarse, pero solo con los restos de su niña secuestrada, esta madre e importante líder social del posconflicto nos brinda hoy un mensaje de perdón, de reconciliación y reestructuración social.
“El Día de las Madres es un día agridulce, no podemos olvidar a todos nuestros seres amados, pero tenemos que encontrar la reconciliación con nosotros mismos como individuos, de encontrar en nosotros nuestra vocación para servir y a pesar de todas las dificultades y situaciones complejas que dejo la guerra, hoy, gracias a esa vocación tan hermosa que tenemos en mi familia que es la de servir, hoy yo puedo asegurarles que soy una mujer plenamente feliz”, afirmo Pastora con una sonrisa en el rostro.
Respetar el proceso de paz
Pastora Mira hace un llamado a todos como individuos: tenemos que trabajar siempre para que seamos nosotros los ciudadanos los que demos garantía de que estas situaciones nunca vuelvan a ocurrir, tener la capacidad de perdonar, para así romper el ciclo de violencia que en las últimas cinco décadas ha sufrido Colombia.
Ángela Moreno, madre del conflicto de San Carlos, cuenta con tristeza “Celebrar el Día de la Madre para nosotros es un día como cualquier otro, para nosotros ya es una fecha más bien comercial, mi madre sufrió entre 1991 y 2002 la muerte de cuatro de sus hijos y eso es algo que ella a la fecha aún no lo ha podido superar”.
“La vida después de lo vivido en el conflicto armado es algo con lo que hemos aprendido a vivir y hemos tomado todas esas experiencias tan dolorosas y mirar con esperanza y seguir aportando por la paz que se tiene y gozar de la misma y está en nosotros sostener ese proceso de paz y esa paz interior como la paz en el territorio, ya que no queremos que estas experiencias se repitan, nos trastocó tanto que hoy día luchamos para que la niñez, la juventud, no tengan que vivir lo que nos tocó vivir”, comentó Ángela Moreno.
“Trabajamos arduamente para apoyar a la población más vulnerable, apoyando a grupos de mujeres campesinas, donde hago la réplica de las experiencias de estar siempre atento y disponibles para apoyar a la comunidad, demostrándole a las personas que si es posible la reconciliación, el perdón, convivir con los responsables que nos hicieron daño, tenemos que demostrar las ganas de vivir, las ganas de reconstruir el tejido social” agrega.
“Las madres del conflicto han logrado sobrevivir a la persecución, a todo lo que les quitó la guerra, el dolor, el sufrimiento y saber que en medio de todo hemos podido sacar a nuestros hijos adelante, trabajando incansablemente en la búsqueda de nuestros desaparecidos y que somos unas sobrevivientes en una sociedad donde se encuentran personas que aún no reconocen el dolor de las víctimas que viven en Colombia”, afirma Flor Gállego Hernández, madre del conflicto armado del municipio de El Carmen de Viboral.
“Nos preocupa profundamente que en esta época aparente de paz, al gobierno de turno parce no importarle en lo absoluto mantener esa paz que tanto nos ha costado obtener, lo único que ha hecho es desechar el proceso de paz, desconocer a los cientos y cientos de víctimas del conflicto armado, todas las madres le exigimos al Estado que se respete el proceso de paz, que se continúe ese proceso de paz y se trabaje por el proceso de paz que es tan importante para los colombianos”, sentencia Flor Gállego.