La cacería de votos en el oriente

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Por Oscar Morales

El 11 de marzo y el 25 de mayo de 2018 serán dos fechas especiales para Colombia. Esos días los ciudadanos tendremos, otra vez, la oportunidad de tomar buenas decisiones, o por qué no, de equivocarnos nuevamente en las urnas.

En marzo serán las elecciones de Senado y Cámara de Representantes, mientras que en mayo los colombianos decidiremos quién será el nuevo Presidente de la República. En ambos casos, el tema de la paz y los recientes acuerdos con las Farc serán el común denominador, bien sea porque los aspirantes los apoyan, o los critican.

En ese sentido nuestro Oriente Antioqueño se ha convertido en una especie de “fortín” político, ese que es apetecido por muchos, pero conquistado por pocos. Mejor dicho, nuestra región empieza a verse como la novia con la que todos quieren bailar.

No sé si por haber sufrido durante décadas los embates del conflicto y ahora estarse hablando de posconflicto, por ser esta una región resistente y resiliente o porque tradicionalmente han surgido de estas tierras reconocidos dirigentes políticos.

Lo único cierto es que desde hace algunos meses empezamos a ver, sobre todo los fines de semana, caravanas de camionetas de alta gama, perseguidas por escoltas que rompen abruptamente el tráfico, calles cerradas para eventos de proselitismo y hasta tarimas en los parques de los pueblos.

No es que critique lo anterior, por el contrario, aplaudo que el Oriente sea escenario para estos propósitos y que nuestra región se visibilice aún más.

No obstante, es propicio el momento para pedirles a esos candidatos a Congreso y Presidencia de la República, e incluso a los congresistas y dirigentes políticos que los acompañan, que también miren las necesidades sociales de la región con el fin de suplirlas al llegar a los cargos que aspiran.

Basta con mirar la crisis vial que hay en Nariño, Argelia, Alejandría, Granada o San Carlos. O los problemas de microtráfico que afectan a toda la región, o las pocas oportunidades de empleo en los municipios más alejados como San Francisco, San Luis, Argelia o Nariño, para darse cuenta que en esta región falta mucho por lograr.

En materia de reparación de víctimas de la violencia también hay otro reto. Prácticamente podemos decir que los 23 municipios de la zona se vieron impactados de una u otra forma por la guerra. Por lo tanto, debe ser el posconflicto, los acuerdos logrados y los nuevos mandatarios los que terminen de materializar una verdadera reparación y compensación para una de las regiones que más sangre derramó.

El Oriente ha sido y seguirá siendo una región de brazos abiertos, pero también la tierra de la gente que sufrió, asimiló y se recuperó. Así pues que ante la “cacería de votos” que se nos avecina  la mejor opción para elegir en las urnas debe ser aquella que se identifique con los problemas sociales, no para usarlos como vitrina de campaña, sino para ayudar a diseñar propuestas de solución.

En la actualidad política Colombiana no se necesita de los partidos políticos tradicionales para definir candidato, porque desde hace muchos años la práctica es “rejuntarse“, es una combinación absurda que ahora llaman “coalisión“, “alianzas“ y por supuesto de mucha conveniencia para los que en ella participan.

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