REPORTAJE GRÁFICO: El campo nos necesita

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Este reportaje, más que contar una historia, intenta reconstruir la memoria de aquellos que aunque siembran
con sus manos, son desterrados por el asfalto, que hoy hace imperceptible lo que ayer se consideraba como
vida.

Jesús Pérez Restrepo vive en una finca ubicada en el barrio La Dalia, en Marinilla. «La finca de Don Jesús», así
le llaman cariñosamente quienes le conocen.

Desde hace 26 años, Don Jesús trabaja y vive del ordeño de vacas, un oficio que aprendió de su padre desde
que tenía 7 años de edad.

En su finca, Don Jesús alberga 14 vacas, de las cuales se sustenta para ayudar en los gastos familiares y las
necesidades de su casa. “Esta es mi única y principal actividad económica”, afirma Don Jesús.

Todos los días, a las 4:00 am se inicia la jornada. Mientras tanto, Perla, Esmeralda, Laiza, Miranda ––sus
compañeras–– están preparadas para dar leche, sin sospechar que con ella darán alimento a un sinnúmero de
madres, niños, abuelos y jóvenes, aunque su pago sea inferior a la calidad de lo que ellas producen.

¿Y es que quién no se beneficiado de las bondades de este animal?

Al parecer, se nos ha olvidado el valor del campo.

“Hoy en día, por un litro de leche me pagan $1.100 y eso que es Colanta que me paga bien… imagínese usted
como le pagarán al resto”. Don Jesús.

Él asegura que se necesita más apoyo por parte del Gobierno, pues poco subsidia el sector lechero.

“A pesar de todo, sigo en lo mío pues aunque soy consciente de que no todos nacimos para trabajar en el
campo, dígame usted, si nadie lo hace, ¿quién les dará la comida a ustedes?”, afirma Don Jesús mientras
sonríe.

El trabajo del campo, el que más cuesta y menos se valora

«Me gusta ganar el billetico pues no cae nada mal» son las palabras de Jhon Jairo Quintero, un hombre que
hace 14 años se desplaza de su casa, ubicada en el barrio Los Rosales hasta la feria de ganado, en Marinilla.

Cuando los transeúntes llegan a este lugar, se detienen a escuchar las cabras que impacientes piden ser
desatadas de sus lazos, pero aún no se van, hasta que alguien pague por ellas su precio estimado.

«Un animalito de estos puede costar entre $200.000 y $300.000. Todo depende de su capacidad para dar
leche», sostiene Jhon Jairo.

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