Cuenta una fábula que en cierta ocasión, una serpiente empezó a perseguir a una luciérnaga; ésta huía muy rápido y llena de miedo de la feroz depredadora, pero la serpiente no pensaba desistir en su intento de alcanzarla. La luciérnaga pudo huir durante el primer día, pero la serpiente no desistía, dos días y nada, al tercer día ya sin fuerzas, la luciérnaga detuvo su agitado vuelo y le dijo a la serpiente:
-¿Puedo hacerte tres preguntas?
– No acostumbro conceder deseos a nadie, pero como te voy a devorar, puedes preguntar, respondió la serpiente.
– Entonces dime:
– ¿Pertenezco a tu cadena alimenticia?
– ¡No!, contestó la serpiente.
– ¿Yo te hice algún mal? – ¡No!
– Entonces, ¿Por qué quieres acabar conmigo?
– ¡Porque no soporto verte brillar!, fue la última respuesta de la serpiente.
Muchos de nosotros nos hemos visto envueltos en situaciones donde nos preguntamos:
-¿Por qué me pasa esto si yo no he hecho nada malo?
Sencillo….
porque hay alguna gente que no soporta verte brillar.
Uno se topa en la vida con seres que lo único para lo que nacieron es para hablar mal de ti. Personas que de hablar mal de los demás hacen una forma de vida. La persona envidiosa no suele reconocer su envidia. Se resiste a hacerlo y no hay nada que mas le hiera y descalifique que intentar hacerle ver que la tiene.
Ningún vicio tan funesto brota en las almas de los hombres como la envidia, que, sin afligir apenas a los de fuera, es el mal principal y característico de quien lo posee. Pues, lo mismo que la herrumbre corroe al hierro, así la envidia al alma que la posee; y, aún más, como las serpientes que, según cuentan, devoran el vientre materno que las engendró, así también la envidia provoca que se consuma el alma que la produce, porque la envidia es pesar por el éxito del prójimo. Es una falta de compromiso y responsabilidad con la propia vida. Pendiente de la vida de otros, no se asume la propia ….
“Tengo tres perros peligrosos: la ingratitud, la soberbia y la envidia. Cuando muerden dejan una herida profunda” — Martín Lutero…, pero esa herida termina sólo viva en quien la hace.
Superación
-Pensar que no estamos perdiendo nada cuando a otras personas les va bien.
-Darnos cuenta de que si queremos ser nosotros mismos, el único punto de referencia de superación somos nosotros. No necesitamos compararnos con nadie más.
-Apreciar el valor de nuestra vida y mostrarnos agradecidos de tenerla.
-Alegrarnos de lo que tenemos. No vivir pendientes de lo que no tenemos.
-Redescubrir día a día lo que nos rodea: las personas, el paisaje, las pequeñas cosas que nos hacen más fácil la vida…
-Y lo más difícil, pero alcanzable: sentirnos felices por la buena suerte de los demás, porque, en definitiva, vengan de la mano de otros o de las nuestras propias, de lo que se trata es de vivir el mayor número de momentos de felicidad y alegría.
Para gestionar y superar la envidia, nada mejor que replantearnos algunos principios clave, que son los que nos ayudan a disfrutar de un mayor equilibrio y a vivir de forma más serena y gozosa: