Apoyado en su bastón don Joaquín pasea por el jardín del claustro. Su figura no delata una vejez avanzada como sí muchos de los que están acá, en el Centro Bienestar del Anciano de San Ana en Rionegro.
No a todos les gusta recordar su pasado, me dice la administradora Yolima Franco, pero José Joaquín no tiene problema con eso
Cerca de mí camina justamente José y a su pazo me dirijo. ‘Juaco’ le llaman acá adentro por cariño. Con sus pausadas pero ilustrativas palabras comienza a narrarme sus experiencias. Después de todo, su memoria no le es esquiva a sus 66 años de vida.
El bastón lo usa desde que se fracturó una de sus piernas en una caída que le significó abandonar su trabajo como carnicero, oficio al que se dedicó por varios años. El 23 de diciembre de 2011 llegó a San Ana, después que un sobrino suyo se comprometió a gestionar para él un puesto en este Centro. Llego en silla de ruedas porque recientemente había sido operado de su pierna, pero con el paso del tiempo se fue recuperando y ahora sólo le es necesario usar el bastón.
¿Nunca tuvo esposa? Le pregunto.
Sí, a ella la conocí en San Roque, lugar donde nací. Éramos novios cuando nos fuimos a Santo Domingo por un tiempo, allá estuve trabajando la tierra. Por cuestión mía decidí arrancar para Medellín, a la casa de una hermana. Estaba decidido a viajar a Venezuela, a buscar nuevos horizontes con mi novia, pero la situación en ese país era difícil. Tenía 43 años cuando me enteré que acá en Rionegro la empresa Coltejer estaba recibiendo gente y tuve suerte cuando me presenté y me recibieron. Llevaba tres años en la empresa cuando me casé con ella, después fue que tuvimos los tres hijos.
¿Dónde están ellos, por qué está solo y en este lugar?
Diez años duró mi matrimonio, es decir que llevamos 27 años separados. Para que digo mentiras si por mí se fue, el trago y las mujeres me hicieron perder el trabajo y mi familia. Mis hijos se quedaron con su mamá y desde entonces es que vivo prácticamente solo.
Pero nunca me gustó el otro vicio, el de las drogas. Cuando se acabó mi matrimonio, ya desengañado, aburrido y sin empleo, decidí irme de Rionegro.
Fui a la Guajira, estuve también en el Putumayo y el Caquetá. Por allá me resultó trabajo en cultivos de coca, pero nunca me gustó consumirla procesada. A los ocho años regresé a Rionegro.
Sus elecciones lo trajeron al Centro Bienestar, donde se siente acompañado y cuidado por las hermanas, quienes le proporcionan los medicamentos para la diabetes y la hipertensión que padece. Aunque lo que más le aqueja son los problemas de visión expresa con ilusión que pronto se hará operar porque le gustaría volver a trabajar, pues siente las fuerzas para hacerlo.
Después de despedirnos miro a algunos ancianos que siguen reposando en el jardín y pienso en las historias que guardan ellos como un tesoro en la memoria y que algunos se niegan a compartir por la nostalgia del recuerdo. Imágenes de un pasado de triunfos y derrotas; lugares, aventuras y asombros; trabajos, limitaciones y libertades; personas que recibieron y vieron partir; seguramente que los sentimientos de esas evocaciones siguen alentando la vida de nuestros adultos mayores, por medio de la reflexión y el recogimiento.
Caminos inagotables
Pero conozcamos otra historia, la de doña Blanca Arias Gallardo.
Mientras la recepcionista de la residencia de los ancianos sale a almorzar, doña Blanca la reemplaza para recibir las llamadas y visitantes del medio día.
Ella tiene 85 años y tuvo ocho hermanos, ya todos fallecidos. Nació en Bucaramanga y llegó a Rionegro en el 2009. Vivió y trabajó en Pamplona en el Norte de Santander y Bogotá. Volvió a su tierra natal y allí permaneció por varios años.
Desde muy joven salió adelante por sus propios medios, en esas épocas de ‘gozo y distracción’ como lo señala ella. Le gustaba el trabajo y la independencia. Se casó pero el divorcio le llegó pronto, cuando su hijo tenía siete años.
Trabajó en oficinas, laboratorios, trilladoras de café y en confecciones. Siete años vivió en Bogotá y fue allí donde se dedicó a recoger muestras de laboratorio por un tiempo. Por su compañerismo y amor a Dios logró ‘amañarse en esos lugares’ cuenta la anciana.
Tiene un solo hijo y un nieto de 28 años del que habla con orgullo. “Él es un profesional, estudió comercio exterior, fue a Francia y ahora está haciendo una especialización en Bogotá”, comenta doña Blanca. Cada 15 días visita con su hijo y su nuera una finca en el sector de Cabeceras en Rionegro, donde aprovecha para compartir con ellos y respirar otros aires.
Los adultos mayores gozan de este espacio que les ampara de la soledad. En el Centro Bienestar del Anciano Santa Ana, en el sector de Cuatro Esquinas, viven muchos la última etapa de sus vidas, y esperan con alegría “un atardecer lleno de calor”.
Hermana Miriam directora del Centro
Según los estudios Agite
75 años es la esperanza de vida en Colombia. En 1960 era de 57.
4`628`394 personas mayores de 60 años viven hoy en Colombia según el Dane.
En el 2020 vivirán 6`500`000 adultos mayores.
Rionegro
En Rionegro a 2012 había 9`659 adultos según las proyecciones del Dane.
La Directora de Bienestar Social en Rionegro, Alba Inés Serna Lopera, cuenta que allí se trabaja con adultos de 50 años en adelante, que aunque no están dentro del grupo poblacional que la ley declara como adultos de la tercera edad, se van preparando para esa etapa de la vida. Dice Inés Serna que se les asesora en temas de alimentación y hábitos saludables para sumir una feliz vejez.
En el Centro, los adultos mayores encuentran espacios de convivencia, quehaceres artísticos y culturales para el aprovechamiento del tiempo.