“¡Ave María!, yo sigo pescando”

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El paso de los años ha cubierto su rostro con remarcadas máculas que han emergido en su tez después de horas incesantes donde los rayos incandescentes del astro diurno golpeaban su gesto desnudo. Su expresión persiste serena y sus ojos contemplan la lejanía, en ellos se tatuó el reflejo del agua que remarca el azabache del epicentro focal, ese que ha logrado grabar cada uno de los encuentros con las criaturas acuáticas que, desde el fondo, lo observaban y que terminaban sucumbiendo ante la tentación de probar el festín que con tanto esmero les había preparado. Una sombra grisácea recubre sus pómulos hasta llegar al mentón y ascender, discretamente, por la comisura de su boca, la cual remarca, con delicadeza, un arco que, de cuando en cuando, se invierte y deja al descubierto la emoción que le trae el recuerdo de su relato. Su cabello hace armonía con la sombra que demarca su cara, pulcramente acomodado hacia atrás expone los agravios que dejó la vida en su frente.

Con 82 años, don José Rodrigo García Gómez aún recuerda con ternura e inocencia cómo a los 7 años se escapaba de su mamá para ir a pescar a orillas del Río Negro, en el sector del Puente Real, lugar donde vivía y había un criadero. Asimismo, entre risas, menciona su primera experiencia de pesca y no titubea al decir que fue la Trucha Bass el primer pez que atrapó, pero con tan mala suerte que el nylon que estaba usando le falló: “Se reventó el nylon y yo como estaba tan pequeño me puse a llorar, no por la truchita sino por la copita que tenía de plomada”. Después de lo ocurrido con su primera captura, don José decidió comenzar a pescar cada 8 días, quizá con el ánimo de atrapar al animal que le arrebató su primer triunfo, quizá con la esperanza de recuperar su querida plomada incrustada en la boca de un pez.

Aunque don José Rodrigo quiso inculcar en sus hijos el deporte pesquero ninguno de ellos se inclinó por la práctica, asegura que al mayor lo llevó a una de sus expediciones, pero al atrapar al pez no quiso tocarlo, pues expresó que le causaba escozor, situación a la que El Pescador no quiso darle mucha importancia, por ello desistió y no continuó infundiendo esta habilidad en su familia.

No obstante, personas ajenas a él y provenientes de otros lugares del departamento y del país lo buscaban deseosos de que los acompañara a pescar y enseñara sus habilidades. “Yo conocía mucha gente de Medellín que eran como los ricos y un señor de esos fue el que me llevó al mar. Fuimos al Orinoco y a otros lugares, pero él nunca llevaba pescado, no le gustaba, me los daba a mí o decía que los devolviera”.

Don José Rodrigo solía pescar solo, su única compañía eran los cigarrillos que cumplían dos funciones específicas: la primera, era envolver la espera en las bocanadas de humo espeso que lanzaba al aire; y la segunda se centraba, específicamente, en ahuyentar los sancudos que lo asediaban. Sin embargo, El Pescador dejó de frecuentar solitario los sitios de pesca, pues recuerda una ocasión en la que se cayó al agua y le dio gran dificultad salir de ella, pero cuando lo logró lo esperaba una sorpresa: “Una vez que me fui a una quebrada y le cogí miedo (a salir de pesca solo), casi no salgo. Me pegué de unas hierbitas, se reventaron. La corriente me sacó para el río, salí al otro lado. Cuando estaba buscando una rama para arreglar la vara, saqué el nylon y estaba con el animal pegado”.

Así como Santiago, “El Viejo” del libro “El Viejo y el Mar”, del escritor Ernest Hemingway, don José Rodrigo también se enfrentó a un gran pez que no le hizo fácil la pelea: el pez vela. Este ejemplar lo tuvo por dos horas navegando a su antojo para no correr el riesgo de reventar el nylon de 40 libras al poner resistencia. Al final, El Pescador fue el vencedor y hoy por hoy la cola del animal es uno de sus tesoros más preciados.

Don José tuvo la oportunidad de participar en varios campeonatos y torneos de pesca, en la mayoría ganaba los primeros puestos y reconocimientos. En enero y febrero de 1993 ganó dos reconocimientos en el “II Campeonato de pesca Río Orinoco”: Gran Campeón Tamaño y Payara Primer puesto. En 1995 participó en el Primer torneo de pesca, Estadero Navegar. En el 2002 ganó el Primer puesto Trucha Bass en el “II Concurso de pesca deportiva ecológica” de Guatapé. Y en el 2008 participó en el “7° Torneo Nacional de Pesca ‘Black Bass’” en El Peñol.

En la esquina de la calle 55, sector La Galería, se puede encontrar embalsamada y retratada la vida de El Pescador, más de 148 ejemplares de peces atrapados y disecados por don José Rodrigo; el único museo donde se podrá hacer el recorrido al son de la música popular y acompañado de algún comestible o bebida, además, se podrá dialogar con el artista, escuchar sus aventuras y relatos, casi lográndose transportar al lugar y el momento de la hazaña. También será posible adquirir artículos para practicar el deporte pesquero, siendo “El Pescador: Venta de Insumos para la pesca” el lugar indicado para conocer un gran número de especies acuáticas y, de paso, conseguir herramientas para atraparlas.

Don José Rodrigo dice con orgullo y alegría que él no necesitó aprender de alguien el arte de la pesca, sino que con práctica, gusto y dedicación fue perfeccionando su técnica. Conocidos y amigos afirman que toda su vida se la entregó al deporte pesquero y que este le dio lo suficiente para vivir y ser feliz.

Aunque las personas cercanas a don José Rodrigo afirman que él ya no sale a pescar por su condición de salud, él sostiene que aún práctica su deporte favorito, pues exclama con certeza y júbilo un “¡Ave María!, yo sigo pescando”.

 

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