Carlos Jiménez Gómez: El brillo de un gran intelectual en la historia del país

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Baquero Borda posesionándose como procurador para asuntos penales ante el procurador general Carlos Jiménez Gómez, octubre 1982. Fuente: El Espectador.

Por: Mario Augusto Arroyave

En El Carmen de Viboral, un grupo de ciudadanos promovió el año pasado, un homenaje al ex procurador general de la nación Carlos Jiménez Gómez, ilustre hijo de este municipio, con motivo de la celebración de sus 90 años. En septiembre, en el Instituto de Cultura se llevó a cabo el evento en el que diversas voces recordaron la importancia y legado de este hombre que entre 1982 y 1986, se desempeñó como Procurador General de la Nación durante la presidencia de Belisario Betancur Cuartas.

Carlos Jiménez Gómez es especialmente recordado por su actuación política en ese crítico momento de la historia del país, cuando su nombre aparecía todo el tiempo en las noticias, en los periódicos, en las reuniones y en las calles, donde se comentaba la agitada situación derivada de los problemas del narcotráfico, el proceso de paz con la guerrilla, la toma al Palacio de Justicia y el surgimiento de nuevas formas del paramilitarismo cuyo accionar denunció en febrero de 1983. Su papel en ese momento lo puso en el ojo del huracán, lo llevó a ser protagonista de complejos capítulos de la violenta crisis política y social provocada por la mafia llegando a ser delegado en los intentos de diálogo con los capos del narcotráfico (como en la famosa reunión de Panamá), lo que generó  un distanciamiento con el presidente Betancur, con quien había tenido una larga amistad, y hasta cuestionamientos que injustamente lo llevaron incluso a los estrados judiciales donde debió librar férreas defensas de su desempeño en el cargo.

En ese momento y aún en la tarea de atender la agitada situación, dedica buena parte de su tiempo a escribir y a dar cuenta de su percepción sobre de los temas más álgidos. Lo hace con mesura pero también con elocuencia y pundonor. Publica varios de sus escritos, reunidos en títulos como “El Palacio de Justicia y el derecho de gentes: la denuncia del procurador ante la Cámara de Representantes y la reacción de la prensa: Documentos” y “Una procuraduría de opinión: informe al congreso y al país, 1982-1986”. 

Su obra se hizo pródiga, tal como había ocurrido en la década del 70 cuando siendo profesor de Derecho en la Universidad de Antioquia, había publicado una serie de libros en los cuales se destaca un claro retrato de la realidad del país en sus ensayos sociológicos y políticos, como en “Viejo y nuevo país: hacia una visión crítica de la mentalidad nacional “de 1970, o en “Notas de pueblo en pueblo” publicado por el Instituto Colombiano de Cultura en 1976. 

Es así como se va reencontrando con su oficio preferido, inmerso en las palabras, el placer de los relatos y la poesía. Su narrativa –a veces con la aún imperiosa necesidad de ser testigo-, llega nuevamente al alucinante territorio de la imaginación, de los aderezos variopintos del más exquisito lenguaje, pero siempre con realidades presentes: “Campesino en la Ciudad y otros poemas”, “La estética del desarraigo”, “Poeta del amor y de la guerra”, “Testigo del diluvio”. 

En la última década de su vida, concentró la atención en su “Antología poética”. En la presentación afirmó: “Quiero compartir con ustedes el gran placer que fue para mí la preparación de esta gran antología poética. Esta labor de comunicación intensa y permanente con la poesía como compañera y maestra de la vida, me volvió a llevar a la conclusión de que el hombre y la cultura tienen en ella un ingrediente esencial que se ha venido perdiendo entre nosotros y que debemos tratar de restituir a nuestro ir y venir de cada día”. 

Sus intereses fueron amplios, diversos y tratados de una manera profunda. En 1981, Villegas Editores publicó el libro “Pedro Nel Gómez”, una obra con textos de Jiménez Gómez y Otto Morales Benítez, donde analizan y describen la obra del gran artista antioqueño. No era para menos ese interés, pues el maestro muralista había dedicado también sus pinceladas a ese elocuente, veraz y crítico relato de nuestra realidad social y política. Otro artista cercano fue Fernando Botero, congénere y cómplice de brindis aguardienteros, compañero de momentos en los que hubo en medio de emocionados versos, importantes y valiosos contertulios. 

En la obra “Testigo de un diluvio, escribe: “Pertenezco al sindicato invisible de los abogados que escriben, esos que al lado del código manejan la novela, el poema, la reflexión sociológica o la investigación histórica; y que, sintiéndose no menos escritores que abogados, se precian de tener de los poemas político-sociales y humanos un concepto integral y más alto, pues que sus inquietudes miran tanto al horizonte plano de las realidades de cada día como al abismo de los grandes interrogantes del hombre y del destino”.

Es de resaltar el texto que en 1986 ofreció el Dr Carlos Gaviria Díaz en un homenaje que hizo la Universidad de Antioquia al ex procurador. Sus palabras valoran la indeleble impronta como docente y jurista, el talante y los significativos aportes al país mediante una descripción de la imagen, pulcritud profesional y humana de Jiménez Gómez. Los lectores hallarán fácilmente el discurso completo, pero aquí destacamos la introducción: “Carlos Jiménez estudió y enseñó derecho en la Universidad de Antioquia. Quienes tuvimos el privilegio de ser sus primeros discípulos, pudimos detectar desde el primer momento que nos encontrábamos no únicamente ante un gran profesor, ante un intelectual, ante un hombre culto, sino, además, ante un hombre de carácter. Y subrayo esta circunstancia porque a pesar de que me parece exagerada la expresión tópica de que entre nosotros la inteligencia es silvestre, considero que, de todos modos, escasea menos que el carácter. Cuando me enteré de la elección de Carlos Jiménez como procurador general de la Nación, confieso que estuve profundamente sorprendido y así tuve ocasión de manifestárselo a él. Mi sorpresa derivaba del hecho elemental de que se había producido un acto totalmente insólito en el país. Que llegue a una alta dignidad del Estado un hombre, por la sola circunstancia de tener las condiciones personales que se necesitan para llegar a ella, es verdaderamente exótico y extraño en nuestro medio.”

Los reconocimientos en torno a su función surgieron desde muchos sectores, sin embargo, llama la atención la carta que el M-19 hizo pública desde la clandestinidad en septiembre de 1986 en la que lo describen como “el funcionario más digno que ha tenido la República en los últimos años”. El comunicado agrega: “al conciudadano y al demócrata no lo despedimos, lo saludamos con la convicción del próximo reencuentro. Porque los colombianos sabemos que hombres como usted tienen un papel protagónico en la conformación del nuevo bloque de fuerzas que habrá de conducir los destinos de esta nación”. La misiva termina diciendo: “deseamos ratificarle nuestro aprecio y admiración, ante la honradez y coraje con que supo hacerle frente a los retos de un cargo que volvió a ser digno durante su gestión.”(Boletín Oiga Hermano. Cali, 1986)

En El Carmen de Viboral se espera definir el lugar que albergará la biblioteca personal que Jiménez Gómez generosamente donó y como sería la forma de crear un escenario activo de encuentro con su legado. Así mismo, se plantea desde el Instituto de Cultura promover la cátedra local Carlos Jiménez Gómez con el fin de rendir merecido tributo a su memoria y dar a conocer una obra que contiene lúcidas claves para la comprensión de nuestra realidad política y social, con el fin de difundir su pensamiento en los colegios del municipio y en la comunidad de la tierra que lo vio nacer, o como él mismo decía, aludiendo a una bella analogía con la tradición cerámica de su pueblo, “en la greda en la que fui amasado”.

 

Mario Augusto Arroyave Posada. Febrero de 2021

 

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