ebastián García Cifuentes nos cuenta su aventura, una historia de vida digna de admirar y hasta de repetir.
Decidió emprender un viaje y dejar todo atrás, trabaja desde los 13 años como cadí en el club campestre llano grande y renunció, además canceló el semestre de la universidad, para poder cumplir su mayor sueño, conocer Machupichu.
solo necesitó las ganas y el apoyo de sus seres querido para alcanzar este sueño. Pero no sería una tarea sencilla, pues eran más las deudas que tenía que el dinero con el que contaba. Salió de su casa, en el barrio el Porvenir, con 250 mil pesos y el equipaje necesario para emprender su aventura.
“Siempre tuve el sueño de ir a conocer Machupicho; y dije bueno este es el momento más oportuno para hacer el viaje, porque ya después viene una investigación y se demora uno haciendo ese trabajo de grado y ya después se quién sabe si uno se pone a trabajar, la familia, y luego una casa y no sé qué más cosas y ya ese proyecto se va embolatando y se demora mucho tiempo más”
Emprendió un gran camino hacia el sur, lo ideal era conocer al máximo y sacarle provecho a todo el viaje; disfrutar de los paisajes, de la gente y la comida
“seguí pasando Manizales, Pereira y ya fuimos pa bajo… por allá en el cauca le pedí permiso a una estación de policía a ver si me ayudaba para armar una carpa, me dijeron que no. Que eso estaba como muy caliente, en Santander de Quilichao”
Lo insólito es que 250 mil pesos fueron suficientes para llegar a Ecuador, no necesitó trabajar para conseguir más dinero. Utilizó el dinero para tanquear la moto y como siempre acampo, no necesito pagar hospedaje.
“La meta era conseguir trabajo, no sé, lavando carros o lo que resultara. Para uno ir juntando dinero y seguir el viaje. Sin embargo, con el dinero que yo llevaba logre llegar hasta Ecuador”.
En ecuador, el panorama fue distinto, a pesar de encontrarse en un país vecino, las condiciones socioculturales y la infraestructura son muy diferentes. La verdad, un país mucho más desarrollado que el nuestro
“Empezando por las vías uno queda aterrado como esta de bien parado Ecuador, o sea tienen vías excelentes. Todo la mayoría de cosas son muy baratas, entonces vivir y viajar allá se hacía mucho más fácil”
Sebastián se adentró en la Selva ecuatoriana, para recibir el adiestramiento en supervivencia por parte de un nativo indígena de la región; quien le enseñó a cazar, a pesarcar, a utilizar las plantas para curar sus heridas y muchos otros conocimientos, necesarios para no verse a gatas en cualquier situación del viaje. El adiestramiento tenía un costo, pero se las ingenió y lo pagó con trabajo, porque plata ya no tenía.
En ese mismo lugar, tuvo la oportunidad de aprender la forma de sustento de los mochileros, aprendió a hacer artesanías.
“Allí conocí una pareja de argentinos, ellos eran artesanos. Ellos me dijeron que las artesanías era una de las mejores formas para yo poder hacer el viaje. Haciendo las artesanías o vendiendo pulseritas o collares o lo que uno hiciera. Ellos me enseñaron hacer dos clases de manillas”
Sebastián asegura que recorrer Ecuador era mucho más sencillo, porque la gasolina y la comida eran muy económicas, galón de gasolina a menos de 4000 mil pesos y los almuerzos a 3.500 pesos.
“De Medellín a la frontera con ecuador me gaste casi $60.000 en combustible, mientras que para cruzar ecuador me gaste nada más $20.000. Entonces uno ve la diferencia tan drástica en el tema de combustible, en el tema de alimentos. Un almuerzo valía $ 3500. Ahí, es donde yo decía, para uno puede ser más fácil conocer Ecuador que la misma Colombia, por el tema de costos”
En Huaquillas, la frontera de Ecuador con Perú, tuvo la necesidad de contrabandear gasolina, pues en Perú era muchas más cara. Además, el viaje era largo y no había estaciones de gasolina cerca, por lo que tuvo que esperar un día completo para que los trabajadores de la bomba hicieran cambio de turno y pudiera comprar nuevamente gasolina económica
“Acampé en la última estación de gasolina para entrar a Perú . Allá no te llenan el tanque completo, porque controlan el contrabando. Entonces vos no podes tanquear dos veces en una estación de gasolina porque ya pillan que es que la gente lo hace para mover combustible pal otro país. No me querían vender, en la mañana que ya habían hecho cambio de turno ahí si me llenaron las botellas y para pasar la frontera no me pusieron problema”
Vendiendo una historia para cumplir un sueño
Ya había aprendió a hacer dos tipos de manilla, pero no tenía mucha experiencia en el tema, por lo que compro manillas por docenas en Ecuador, para luego venderlas en Perú. Donde tuvo la oportunidad de conocer más viajeros y más artesanos que le enseñaron nuevas técnicas
“compré pulseras ya hechas, la docena me valía dos dólares y yo podía vender una sola pulsera en un dólar entonces me surtí. Empecé, a defenderme allá en Piura, salí de una a vender artesanías como desde las 7 pm hasta las 11 y ese día me fue muy bien o sea mucho mejor me hice 45 soles pague el hospedaje la comida el parqueadero y me quedaron como 5 o 10 soles más o menos, porque allá la comida es muy barata la comida sale en 5 soles un almuerzo, 3500 pesos lo que vemos acá por 7000 allá valía 3500. El cambio gastronómico allá es muy rica la comida”
Todos los personajes que conoció influyeron mucho en el viaje, pues un argentino que llevaba 9 años haciendo el filigrana, el arte de figuras en alambre, le enseño a hacer este tipo de artesanías, lo que le permitió tener más oferta de productos para enganchar a los clientes que abordaba y conseguir más dinero
“Me dijo: vea cómprese pinzas, alambre y yo le enseño. Entonces yo llegue invertí un poquito de dinero entonces era uno trabajando para medio invertir ya de ahí iba sin plata ya de ahí empecé a ganármela con lo que hiciera. Empecé a hacer cositas en alambre, que maripositas, que arañas que alacranes. Ya se iba vendiendo las pulseras y el que no me quería vender la pulsera le mostraba la arañita”
Además conoció a un artesano, un joven de 25 años que no sólo viajaba, gracias a la venta de artesanías, si no que tenía familia, quien mediante las artesanías respondía por su familia, lo que le dio más fuerzas para seguir adelante, porque si el podía viajar y mantener a su familia vendiendo artesanías, el también podía hacerlo
“un pelao como de 25 años él me contaba que tenía familia por allá y que con las artesanías viajaba y que mandaba plata tenía como una hija para responder por la hija entonces yo dije por aquí me tengo que meter si este man viaja y manda plata para la casa, a mí me tiene que dar para ir y volver”
Siguió su camino y llegó a Ica, un terreno desértico con un maravilloso oasis llamado Huacachina , donde se reencontró con cinco artesanos que había conocido antes, los veía como su familia y salía a vender con ellos, las artesanías. Pero Sebastián, realmente vendía su historia, ya que sus artesanías no tenían tanta preparación.
“Por más sencilla que fuera la manilla aunque fuera un hilito la gente te lo pagaba pero no era porque no importaba lo sencillo que era si no que uno iba y les comentaba del viaje que uno venía desde tan lejos y que uno tenía el sueño de conocer con tal de vender esa historia entonces la gente tan y te daban más de 5 soles por eso yo venía mucho más que los otros artesanos”
Gracias a sus ganas de aprender y al amor que mostraba por lo que hacía, Iván el líder de los cinco jóvenes artesanos. A quién Sebastián describe, como un maestro de la artesanía, cuyos conocimientos eran asediados por viajeros de mucha más experiencia, le compartió el conocimiento, que nunca había compartido con nadie. Ellos emprendieron un pequeño viaje a Sacaco, para conocer unas minas y encontrar piedras semipreciosas y fósiles de Megalodon; un pariente de los tiburones extinto hace más de 10 millones de años, materiales para hacer artesanías mucho más costosas.
“Me fui con iban, él veía que los otros artesanos, los amigos, no le metían tantas ganas al aprendizaje. A mí, el man me quiso compartir donde habían unas minas, me llevo a las minas nos fuimos hacia Sacaco”
En las minas recolectó muchísimo material, tanto así, que debió enterrar gran parte de ellos, pues la moto llevaba muchísimo equipaje y el peso era demasiado. Además, los artesanos le habían dicho, que solo en ecuador podría vender las piedras y los fósiles sin trabajarlos por cerca de 500 dólares. Entonces andaba con un gran botín y no podía dejarlo perder, pero tampoco podría arriesgar su vida por unas piedras.
“yo me puse a hablar con los artesanos, porque la gente me ofrecía plata por las piedras y ellos me decían: ve, vos con esa piedra, vos vendiéndola en bruto o trabajada en Montañita, te podes hacer más de 500 dólares…Yo llevaba mucha piedra encima, del maletero de la moto, y ya se estaba reventando el maletero, entonces, yo dije: si sigo con toda esa piedra, eso se va a reventar y me va a tumbar. Saqué unos 10 kilos en piedra y eso me lo lleve para Cusco y la otra cantidad, la metí en un costal y la enterré en la vía de Nazca”
Cumpliendo el sueño, conociendo Machupichu.
Estando en cusco, Sebastián ya estaba a las puertas de Machipichu, pero para poder llegar allá tenía que pagar un tren que valía 96 dólares, más de 200 mil pesos, solo para poder ir y otros 96 dólares para regresar. Además, también debía pagar la entrada las Ruinas, por lo cual el viaje a Machupichu le saldría bastante costoso. Por esto se ideo un plan para entrar de forma gratuita.
“El que quiera ir a Machupichu, necesita mínimo 500 mil, solo para ir, y volver, y entrar a Machupichu. Sin contar el hospedaje, ni nada de eso. Entonces empezamos a hablar con los viajeros, ya algunos me habían dicho que había alguna forma de entrar gratis, entonces empecé a buscar esos viajeros, que tenían esa información”
La información no era más que una ruta que pasaba de Cusco a Ollantaytambo, de ahí hasta Santa Teresa, y de Santa Teresa había que coger un carro que los llevara a una hidroeléctrica para después llegar a Aguas calientes, lo que Sebastián describe como una ruta de la muerte.
“Eso era una especia de vía de la muerte; era como una vía destapada, y a lado y lado, un cañón súper peligroso. Había partes que tenías que pasar, por unos puentecitos de tabla, que todo el mundo iba cagado del miedo”
Sebastián iba acompañado de una pareja de europeos que ya no tenía dinero y además también eran artesanos, Para poder entrar a Machupichu, ellos debían de pasar 3 puestos de control, por lo que se ingeniaron un plan a prueba de tontos, debían pasar un río a las 3 de la mañana antes de que los guardias empezaran a hacer el turno.
“La idea era madrugarnos a las 3 am, y no la pintaron muy fácil, que pasar el rio que nos iba a llegar a la rodilla”
Fueron necesarias 3 noches, cada una para intentarlo de nuevo, porque el rio no les llego hasta la rodilla, como les dijeron. La verdad, el río estaba bastante crecido y era muy difícil poder pasarlo con el equipaje elevado sobre los hombros. Lo lograron a la tercera vez, por aquello de que la tercera es la vencida.
Para evitar los controles internos, Sebastián y sus amigos se cambiaron de ropa, por una seca. Averiguaron sobre un museo que tiene entrada libre, que les sirvió de principal argumento, con los guardias, para decirles que iban hacia allá y no para Machupichu.
“resulta que para llegar a Machupichu hay que cruzar un puente, pero en el puente hay un control, donde están los guardas y piden la boleta y arriba en toda la entrada a Machupichu también te la piden entonces después de cruzar el puente hay un museo lo llaman el Museo del Sitio y para ese museo no cobran la entrada”
Ya había cruzado el rio, había pasado un puesto de control y escalado una roca de 10 metros, pero al final de la roca, apareció un jardinero que le reclamo el tiquete. Sebastián no pensó en otra cosa que correr. Pues ya había hecho todo, y un jardinero no le iba a impedir alcanzar su sueño.
“Al señor, por la edad, no le daba para alcanzarme y por allá me perdí entre la gente y así fue como logramos entrar a Machupichu. Me separe de los españoles porque ellos estaba detrás y no corrieron”
Sebastián lo había logrado, salió de Colombia con 250 mil pesos y ya estaba en Machupichu, después de dos meses de aventura, logró alcanzar su sueño.
“allá arriba, eso se siente uno como mágico; ver las llamas, ver ese paisaje, Uno no cree que haya sido habitado, porque es tan difícil llegar allá. Me tire el relajo, me puse a pensar y a meditar sobre la familia, los nuevos proyectos, ya que uno cumplió esa meta.