Don Luis Montoya y su esposa Dioselina Castrillón, se dedican al reciclaje hace más de 15 años y vivían en el barrio Cuatro Esquinas de Rionegro, en una casa hecha principalmente de madera con techos de latas, con servicio de agua y alcantarillado pero sin energía, localizada en lo alto de un lote empinado, en donde más que la casa lo que se apreciaba eran artículos que don Luis recogía y los iba acumulando a la entrada de la vivienda, pese al malestar de los vecinos que consideraban que el predio estaba convertido en un basurero.
La vida de la pareja y su hijo con movilidad reducida, cambiaría a finales del año 2018, cuando el Director de la “Fundación Llena una botella de Amor”, John Berrio López, les comunicó que habían sido escogidos para regalarles una casa construida en madera plástica, producida a partir del reciclaje de cinco toneladas de plástico. La idea era que la familia Montoya Castrillón tuviera su nueva casa de 54 metros cuadrados en diciembre de 2018 y se mostró la casa prefabricada y a la familia beneficiaria durante una feria ambiental que se realizó en el Jardín Botánico de la ciudad de Medellín.
A la pareja la entrevistaron en varios medios de comunicación, lo mismo que a los directivos de la Fundación y de la empresa Alico, asociada para llevar a cabo esta gran obra de beneficencia. Más de 200 personas voluntarias participaron para limpiar el lote y sacar los desechos que don Luis había acumulado por años.
Hasta ahí todo era emoción y alegría, pero vinieron los problemas. Para instalar la vivienda era necesario tener Licencia de Construcción por parte del municipio de Rionegro y no la había. Trataron de conseguirla pero fue imposible porque el lote hace parte de una sucesión y por lo tanto no le pertenece a don Luis.
Como ya habían tumbado la casa de madera, la Administración de Rionegro aportó un millón de pesos para pagar un arriendo temporal mientras se legalizaba el lote y el Director de la Fundación se llevó a la familia a una vivienda en la vereda La Laja, por la cual pagan 300.000 pesos mensuales, además de los servicios.
Ha pasado más de un año desde el festejo, don Luis, doña Dioselina y su hijo siguen viviendo en La Laja, la Fundación sigue costeando el arriendo y los servicios, y aunque pareciera que la casa de esta familia humilde está en el aire, realmente está desarmada en la sede de la Fundación.
Pero no es simplemente la casa. A esta cruzada para apoyar a esta pareja de recicladores se unió la empresa Argos que donó 4´100.000 pesos en cemento para vaciar la plancha donde se coloca la casa; la Asociación de Recicladores de Antioquia aportó cinco millones de pesos para la compra de la vivienda; Homecenter donó la cerámica para la obra blanca; Alico donó todo el sistema eléctrico, unidad sanitaria y lavamanos, los closets, las camas, colchones y tendidos, el señor Albeiro Tobón aportó la retroexcavadora y las volquetas para hacer el banqueo del lote, el Batallón Juan del Corral colocó soldados para ayudar a acondicionar el predio y muchas otras personas se unieron a esa jornada. Más de 200 personas estuvieron colaborando voluntariamente.
Salvo el cemento que se devolvió a Argos para que no se dañara, pero que la empresa lo entrega cuando así se requiera, todas las piezas de la casa de 54 metros cuadrados, con dos alcobas, sala comedor, servicios, cocina semintegral y lavadero, los closets y los gabinetes de madera, todo se encuentra guardado en la sede de la Fundación, disponible para cuando se pueda armar la casa y llevar la dotación.
Faltaría, una vez se autorice la construcción, arena, triturado y varilla, porque la mano de obra para hacer el vaciado de la losa será con voluntarios que han ofrecido su trabajo para apoyar esta obra.
Los familiares de don Luis han expresado su disposición para legalizar el lote, aunque algunos vecinos se oponen a la construcción por el temor de que la casa vuelva a llenarse de artículos inservibles y se convierta en un basurero.
Se ha acudido a la Administración para que se facilite a esta familia la Licencia de Construcción y así puedan cumplir ese sueño de vivir en una vivienda digna, pero hasta ahora nada se ha logrado porque los documentos de la propiedad no están en regla.
Acumulador compulsivo
Como lo reconoce doña Dioselina, don Luis es un acumulador compulsivo, solo una pequeña parte del material reciclable que recoge lo vende, pero la mayor parte lo guarda.
Cuando se limpió el lote en diciembre de 2018, se recogieron cuatro toneladas de diversos artículos, incluyendo un viejo carro Renault 18 que el señor se enorgullece al decir que es su carro. Había más de 20 bicicletas inservibles, canecas de plástico y de metal de todos los tamaños, piezas de computadores que el señor guarda celosamente porque el hijo estudió sistemas, en fin, múltiples artículos que sirven para reciclar, pero que don Luis los acumula, parte de los cuales, incluyendo el carro, siguen en la sede de la Fundación.
Aunque la condición a la familia para llevarla a vivir a la vereda La Laja era que no la llenara de cosas, visitamos la casa y apreciamos que don Luis se las ha ingeniado para seguir guardando artículos que recoge o le regalan y la mayor parte de la casa, salvo la habitación del hijo, ya está llena de productos inservibles que se pueden reciclar pero que el señor sigue guardando.
Aunque mundialmente a este tipo de personas los llaman “Acumuladores compulsivos”, real y científicamente lo que padecen es de una enfermedad conocida como el Síndrome de Diógenes.
Diógenes de Sinope, fue un filósofo griego de la escuela cínica, conocido por predicar la austeridad y el no atesorar apenas pertenencias. Vivía en un tonel y comía con las manos. Vivía aisladamente y al margen de todo convencionalismo social. El Síndrome de Diógenes coge este nombre precisamente por esto último, las personas que lo padecen se encuentran aisladas socialmente y se suelen relacionar solo cuando van en busca de algo o cuando necesitan comprar comida o enseres para sobrevivir. También se le llama Trastorno de Acumulación, y se encuentra dentro del espectro de los Trastornos Obsesivos Compulsivos.
Se caracteriza fundamentalmente por la acumulación de objetos: ropa, periódicos, artilugios y basura, que aparentemente son inservibles pero que para ellos tiene un sentido importante y les otorgan una importancia sobrevalorada y sienten que deben atesorarlos. Para ellos, los objetos no solo llenan un espacio físico, sino un vacío emocional muy grande y un deseo de apego que no saben cómo gestionar. Estas personas pueden haberse sentido rechazadas o dañadas, y a menudo subyace una creencia por debajo de la acumulación de que las relaciones con los objetos son más seguras que las relaciones con las personas.
Como toda enfermedad, estas personas requieren atención y se está gestionando la vinculación de la Universidad Católica del Oriente para que a través de su Departamento de Psicología atienda a la pareja, aunque el acumulador es don Luis, pero la atención debe ser familiar.
De todas maneras, con voluntad política de la Administración de Rionegro para facilitar la Licencia de Construcción, con lo que ya se dispone y el entusiasmo de los directivos de la Fundación llena una botella de Amor, que nunca han abandonado a la familia, ojalá muy pronto la casa en Cuatro Esquinas sea una realidad para esta pareja de recicladores y no la casa en el aire que ahora es.