¿Quiénes son los guerreros y quiénes hacen la guerra en un país que nos enseña a Odiar? Entrevista a Juan Camilo Gallego, escritor de La Grieta.

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A la izquierda, Ramón Isaza, Alias “El viejo”, autodefensa que tuvo a más de mil hombres bajo su mando en cinco departamentos del país. A la Derecha, Manuel Buitrago,Alias “Marcelo”, padre de algunos de los fundadores del frente Carlos Alirio Buitrago (también padre de los dos jóvenes asesinados en cuyo honor lleva ese nombre el frente). En la foto se están reencontrando tras 37 años de que sus hombres se persiguieran y mataran. Ramón Isaza fue quien dio la orden de Matar a Carlos y a Alirio, hijos de Manuel, y a otros tres muchachos.

Del totumo dicen que lo vio todo, que escuchó cada tiro, que vio cada cuerpo desfallecer, que vio la sangre, que olió la pólvora y el miedo de quienes disparaban y de quienes no entendían por qué estaban muriendo.
Algunas razones tendrán los que dicen que en las tardes y en las noches del totumo surgen gritos y cantos y caballos al galope, a pesar de que no hay más casas ni personas por donde se mire.
Un día, el hombre que vive cerca se despertó a medianoche, nervioso, apocado por la soledad, abrumado por muchas voces ininteligibles. Tomó su escopeta y disparó hacia donde nacían los murmullos, en dirección al totumo. ¡Pummmmmmm!
Este totumo lo vio todo. Fue testigo del bosque que dio paso a pastizales para ganado, testigo de la casa de madera que Manuel Buitrago construyó para su familia, testigo de los niños que aquí nacieron y aquí crecieron, testigo de los partidos de fútbol de la vereda, testigo de los juegos en el arroyo.

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Ese es el inicio de La Grieta, un libro escrito por el periodista y escritor Juan Camilo Gallego, Oriundo de un municipio frío y profundamente lastimado por las inmisericordias de la guerra y el conflicto armado, Guarne. Según el propio autor La Grieta habla “sobre los sentimientos de dos familias que fueron muchas familias, otros tantos apellidos, de tantas vidas que no alcanza el papel para nombrarlas”. Este libro narra las historias de dos familias, la de Ramón Isaza, cofundador y comandante de las autodefensas unidas de Colombia, y la de Manuel Buitrago, cuya familia fue la fundadora del frente Carlos Alirio Buitrago del ELN.

Por distintos que parezcan, estos hombres tienen un pasado en común, un pasado que en algún momento solo separaba un río, el río Claro, para ser precisos. Aunque, tras años de amistad, el río se volvió un océano, una brecha insondable, que luego sería manchada con la sangre de inocentes y que, por más de 30 años, separó a los viejos amigos.

Todo comenzó, como en las historias, un 17 de septiembre de 1982; aunque, como en la vida, todo empezó mucho antes. El 17 de septiembre hubo una masacre, y el único testigo sobreviviente fue el viejo totumo que años antes había sembrado un joven Manuel Buitrago, cuando decidió hacer su vida en la vereda Santa Rita. Bajo el resguardo de ese árbol, fueron asesinadas cinco personas, entre ellos Carlos y Alirio, hijos de Manuel Buitrago.

Fueron asesinados por ser cercanos al Padre Bernardo, de quien se decía que era un padre Guerrillero y comunista. El fue una de las piezas clave en hacer que la grieta entre familias, que solían ser tan amigas, se acrecentara.
La noche en la que Carlos y Alirio murieron no debían morir; esa noche iban a asesinar a su padre, por ser un presunto guerrillero, aunque no lo era. Al no encontrarlo, decidieron, con balas, separar en dos la vida de aquellos campesinos, según Juan Camilo, antes de ese día la vida de Manuel Buitrago era una vida anhelada y después de ese día fue, hasta el día en que ha de morir, una vida llorada.

La vereda en la que vivían, la vereda en la que los Buitrago y los Isaza compartían francachela y aguardiente, se transformó en dos mundos diferentes, uno de autodefensas y otro de guerrilleros, pero por diferentes que parezcan esos mundos, en esencia solo fueron y aún son, campesinos que buscaron sobrevivir y darle una buena vida a sus familias.

Eso es exactamente lo que Juan Camilo Gallego busca narrar a través de su libro: retratar los rostros de la guerra, de los guerreros y de aquellos que, en últimas, hacen la guerra. Gallego intenta captar el sentir de las madres, los padres, los hijos y los nietos de la guerra. El conflicto que afecta a absolutamente todo al que toca, y eso es lo que busca plasmar: el lado humano de humanos, personas, hombres y mujeres que vieron la guerra como única opción.

En el Periódico El Oriente buscamos ser la voz de una región llena de historias, por eso nos dimos a la tarea de hablar con Juan Camilo Gallego para que nos contara su relato y el de La Grieta, que al fin y al cabo son las historias de casi todas las personas tocadas por la violencia, porque esta cambia de rostro y de nombre, pero no de dolor.

¿Cómo nace la idea de La Grieta?

La idea de la Grieta, o por lo menos la historia de la masacre, surge desde mi primer libro en el año 2012. Sin embargo, es en el año 2017 cuando empiezo a entrevistar a la familia Buitrago. Ramón Isaza ya era un nombre recurrente en las historias que me contaban desde mi primer libro, antes de que decidiera contar su historia. Pero es en el 2020 cuando reúno a los dos protagonistas del libro que son Manuel Buitrago, un señor de casi 90 años en ese momento, y Ramón Isaza, que es un exparamilitar muy reconocido del país. En ese momento en el que se reúnen yo tomo la decisión de contar la historia de ellos y sus familias.

Realmente La Grieta es la historia de amistad y enemistad de dos viejos que se encuentran después de 37 años de ser protagonistas de una guerra entre dos familias, de perseguirse y de matarse. De alguna manera es una radiografía del país. Colombia es un país que reproduce el Odio, un país en el que desde muy pequeños nos enseñan a odiar al otro.

La Grieta lo que termina reflexionando es como una guerra nace por las razones más absurdas, en este caso, es la historia de Ramón Isaza, un viejo paramilitar, que tuvo al mando más de mil guerreros en cinco departamentos del país. Y por el otro lado esta la familia de Manuel Buitrago que fueron los fundadores del frente Carlos Alirio Buitrago del ELN. Tanto este grupo guerrillero como este grupo paramilitar protagonizaron una guerra de familias por lo menos durante dos décadas en el Oriente antioqueño. Entonces lo interesante es ver como estos grandes amigos de parranda, de aguardiente, protagonizan una guerra que se lleva tantas vidas por delante.

¿Cómo fue su primer encuentro con Manuel Buitrago y con Ramón Isaza, respectivamente?

Con Manuel Buitrago me encontré en 2017. Yo lo visite en una casita pobre en un barrio alto de Medellín. Lo que sucedió fue que me encontré con un campesino, una persona que había perdido su proyecto de vida en el momento en el que Ramón Isaza, uno de sus mejores amigos, asesinó a parte de su familia.
Manuel ni siquiera fue protagonista de la guerra, a él le tocó meterse al ELN para sobrevivir porque sino lo iban a matar. Y aunque empuñó un arma, él no era un guerrero.

En el caso de Ramón Isaza, cuando me encuentro con él, me confronto demasiado encontrar en él a un campesino, a alguien que comía arroz con huevo y tomaba aguapanela con limón. Alguien con un don de gente impresionante, conversador. No desconozco que es un criminal, que fue un criminal, pero ver de algún modo estas otras facetas de la dimensión humana me impresionó muchísimo.

¿Qué representa para usted el árbol de totumo?

El Totumo es muy significativo. El Totumo lo sembró Manuel Buitrago tras llegar a su finca en Santa Rita. Para la familia es muy importante ese totumo porque para ellos no solo representa el dolor sino también el testigo, incluso el testigo sobreviviente, de la masacre ocurrida el 17 de Septiembre de 1982, en la que paramilitares liderados por Ramon Isaza asesinan a Carlos Buitrago, a Alirio Buitrago, que eran hermanos, a Fabián Buitrago que era un primo, a Marcos Marín, que era un trabajador de la finca, y a Gildardo Ramirez que era un tío de Carlos y Alirio.

El totumo es el sobreviviente, el testigo de lo que vieron, escucharon y vivieron esa noche esos muchachos, que no sabían muy bien por qué estaban muriendo.

Escuchando la disculpa entre ambos, Buitrago e Isaza, ¿Usted cree que muchas vidas se hubiesen salvado de haberse dado hace algunos años?

Este país tuvo que entender que era necesario hablar para resolver los conflictos. Después de tantos años de guerra, lo que nos mostró este conflicto es que no vamos a solucionar nada por la vía armada. El diálogo es la posibilidad de salvar vidas.

En esta foto se observa el Río Claro, el río que dividía a las familias de Ramón Isaza y de Manuel Buitrago; el río que se convirtió en un océano manchado por la sangre de los inocentes aquella noche del 17 de septiembre de 1982. Un oceano que dividió por 37 años.
Foto: Colección personal

Si para ese momento hubieran conversado y hubieran aclarado lo que estaba sucediendo, a lo mejor habría sido distinto.
No sé si hubiera detenido la guerra, pero a la amistad de esos dos viejos amigos le hubiera servido mucho que se hubieran sentado a conversar primero, porque la muerte de todas estas personas inocentes también fue en parte un malentendido.

Usted menciona que el hecho de que una de las nietas de Ramón Isaza se niegue a seguir los pasos de su abuelo es un acto de rebeldía ¿Qué otros actos de rebeldía ha identificado en las familias?

Ese acto de resistencia me sorprendió mucho. En el caso de los Buitrago, por ejemplo, el hijo menor de Manuel, el único sobreviviente, decidió no seguir el camino del ELN. Aunque convivió con ellos, nunca empuñó un arma ni fue guerrillero. Es interesante cómo alguien puede estar en medio de un grupo armado, vivir en la guerra, y aun así decidir no unirse para vengar las muertes de sus hermanos. El dolor que siente es enorme, y aun así decidió no tomar las armas. Ese es un acto de rebeldía inmenso.

¿A qué conclusión llega tras hablar con personas como Manuel Buitrago y Ramón Isaza?

Desde hace mucho me he estado preguntando: ¿quiénes son los guerreros y quiénes son las personas que hacen la guerra? Son personas como vos y como yo, lo cual es lo más sorprendente. En algún momento hubo un discurso que los describe como monstruos, y ese discurso dejaba de lado lo que estas personas sentían: se enamoran, lloran, tienen emociones.

Es increíble cómo una persona normal, con la que te puedes sentar a hablar de cualquier cosa, puede convertirse en protagonista de una guerra, incluso en un asesino en algunos casos.

¿Qué pretende usted al humanizar estos “actores de la guerra”, al darles rostro a ellos y a sus familias?

Realmente creo que es algo necesario, porque la guerra la hacen personas con sentimientos y emociones. Los protagonistas de esta guerra en particular han sido personas muy pobres, campesinos.
A mí me interesa generar una reflexión sobre los efectos de la guerra en la vida de las personas, escribir sobre emociones y sentimientos. En últimas esas recreaciones de los hechos violentos que solemos ver en televisión buscan entretener, no generan una reflexión sobre los daños de la guerra, ni sobre los efectos de esta en nuestro país, en las vidas de las personas.

Al abordar esta historia de los sentimientos lo que pretendo es incomodar, yo no escribo para que la gente se divierta, yo escribo para que la gente se incomode y realmente La Grieta es un libro muy incómodo para muchas personas en el país.

Juan Camilo, ¿por qué le interesa a usted hablar de la perspectiva humana de la guerra?

A mí me interesa que la gente en el país y en esta región comprenda cómo viven la guerra las familias, no desde el lado bélico, sino desde la convivencia ¿Cómo es tener un proyecto de vida atravesado por la guerra? Quiero mostrar que las familias de los guerreros pueden ser muy parecidas a la tuya o a las mía, porque la guerra deshumaniza, y en Colombia ha deshumanizado.

Creo que es importante volver a recordar que somos humanos, y que hemos sido colombianos quienes hemos hecho esta guerra.

Iglesia del corregimiento Estación Cocorná, jurisdicción de Puerto Nare, antigua jurisdicción de San Luis.
Foto: Colección personal

¿Qué mensaje tiene para los jóvenes del Oriente que han sido tan heridos por el conflicto armado?

Me duele que la guerra siga como un espiral y en el Oriente, que es mi región, la guerra se sigue presentando con los mismos actores de siempre. Aquí cambian los nombres de los grupos, pero las dinámicas siguen siendo las mismas: La seducción de la guerra, la posibilidad del ascenso social rápidamente. Esos efectos de la guerra siguen siendo palpables y a muchos jóvenes la guerra los sigue tentando, pues Colombia es un país que no ofrece muchas posibilidades y las brechas entre grandes y pequeñas ciudades son grandísimas en términos de salud, educación y oportunidades.

Mientras estas brechas sigan existiendo, la guerra seguirá seduciendo a muchos jóvenes. Me interesa que los jóvenes observen a través de mi obra como en el pasado la guerra nos ha ocasionado unos daños similares y como la guerra sigue seduciendo, me interesa que al leer mi obra las personas puedan entender que lo que están viviendo no es algo nuevo y que esa guerra también se puede presentar con ellos.

¿Cuál es el mayor obstáculo al que se enfrentó escribiendo este libro?

Entre las dificultades se encuentra que somos una región muy conservadora, incluso, en el Oriente antioqueño somos una región que le cuesta mirarse al espejo, no hay un reconocimiento de los efectos del conflicto, incluso en algunos municipios (como los más poblados o importantes) hay una creencia de que la guerra ya pasó.

Incluso políticamente, el cómo ha terminado votando la región con lo referente a la paz, a la salida negociada de los grupos armados. Es una región donde está muy instalado el odio, y para mí es palpable, por eso digo que Colombia es un país que nos enseña a odiar, y creo que en el Oriente antioqueño está muy presente el odiar y el no reconciliar.

¿Cómo ha cambiado su visión del mundo tras escribir estos libros?

Me ha transformado totalmente. Me ha permitido ver la humanidad desde todos los rincones, ha sido una gran transformación para mí. El hecho de que haya comprendido gran parte del conflicto en el Oriente antioqueño, el hecho de sentarme a conversar con personas que han tenido relación con esta guerra me ha permitido comprender las razones para hacerla, y cómo se ha vivido desde todos los lados. Escribir sobre el conflicto en el Oriente antioqueño me ha dado mayor humanidad y mayor comprensión de lo que ha sucedido.

Este libro fue publicado por la editorial Sílaba editores, si desea adquirirlo puede hacerlo en la página web sílaba.com.co o en todas las librerías del país.

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