Rionegro se transformó en un escenario cultural vibrante del 5 al 7 de septiembre con el Rionegro Tattoo Fest 2025. Durante tres días, la ciudad del Oriente antioqueño se convirtió en epicentro del arte alternativo, reuniendo a más de 5.000 asistentes y más de 250 artistas nacionales e internacionales en el Coliseo Iván Ramiro Córdoba. El evento fue una fiesta de color, creatividad y diversidad, donde la aguja y la tinta se convirtieron en los instrumentos para expresar identidad y cultura.

En las calles que conducían al coliseo, el ambiente se llenó de expectativa y energía. Familias, jóvenes, turistas y artistas cruzaban entre cabinas donde se mezclaban estilos que iban desde el realismo hasta el Blackwork y el neotradicional. El zumbido constante de las máquinas de tatuar marcaba el pulso de una ciudad que vibraba al ritmo de esta expresión artística.



El sueño de Danny López

El fundador del festival, Danny López, conocido como “Boke”, es una figura central en esta historia. Hace más de diez años, Danny detectó el enorme talento en la región y la falta de un espacio para que los tatuadores locales mostraran su arte sin tener que emigrar a grandes ciudades.

Su sueño era crear un evento que dignificara el tatuaje como arte con historia, técnica y valor cultural. Gracias a su impulso, el festival no solo exhibe tatuajes, sino que también ofrece charlas sobre bioseguridad, talleres de técnica avanzada y espacios de diálogo sobre identidad y profesionalización.

Una ciudad que late al ritmo de la tinta

Durante el festival, Rionegro dejó de ser solo una ciudad de paso hacia Medellín o el aeropuerto José María Córdova, para convertirse en un destino cultural que dinamizó su economía local. Hoteles a capacidad, restaurantes llenos y tiendas con merch alusivo mostraron el impacto positivo del evento más allá del arte en la piel.

El evento también integró el Parche Juvenil 2025, una iniciativa desarrollada en el Skatepark de la Unidad Deportiva Alberto Grisales, donde más de 150 jóvenes participaron en actividades deportivas como BMX, skateboarding y freestyle, fortaleciendo la unión entre arte, deporte y cultura urbana.

El tatuaje como narrativa

El Rionegro Tattoo Fest ofreció además espacios de formación para aprendices a través de talleres prácticos y teóricos, fomentando la profesionalización de nuevos talentos. Las competencias en distintas categorías evaluaron técnica, composición y originalidad, mientras la camaradería entre los tatuadores destacaba en un ambiente de aprendizaje y apoyo mutuo.

Historias personales enriquecieron el festival, mostrando que detrás de cada tatuaje hay una narrativa íntima: cicatrices transformadas en arte, recuerdos eternizados y símbolos de sanación. Estas vivencias compartidas fortalecen una comunidad que se reconoce y crece alrededor de la tinta.

Uno de los artistas destacados fue Alejandro Cardona H, talentoso tatuador local que, en su primera competencia oficial, presentó una pieza de más de 15 horas inspirada en el videojuego Dark Souls II, revelando el nivel de dedicación y creatividad que se promueve en el festival.

Además de los tatuajes, el festival contó con música en vivo, exhibiciones de muralismo y pintura en vivo, batallas de freestyle rap y una variada oferta gastronómica, creando una experiencia integral que capturó la atención de diferentes públicos y promovió la cultura urbana.

El legado del festival

El Festival de Tatuaje de Rionegro 2025 dejó huella en varios niveles. Para los artistas, significó un espacio de visibilidad y aprendizaje. Para los asistentes, fue una oportunidad de explorar, decidirse o simplemente admirar. Para la ciudad, un impulso cultural y económico que la proyecta más allá de sus fronteras.

Quizá lo más valioso es lo intangible: la sensación de que la tinta conecta a las personas, las historias y las comunidades. Que cada tatuaje no es un simple adorno, sino una narración única que se comparte y se recuerda.

Cuando las luces del coliseo se apagaron y los últimos stands se desmontaron, la ciudad volvió lentamente a su rutina. Pero en las calles quedaron cuerpos transformados, pieles recién tatuadas que, al caminar, llevaban consigo el recuerdo de esos tres días.

Y así, Rionegro entendió que la tinta no se borra. Que un festival puede ser mucho más que una reunión de artistas: puede ser el inicio de una memoria colectiva que se escribe en la piel y que, como la tinta bien hecha, permanece para siempre.

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