El carro que compraría la mora no llegaba y ya eran las dos de la madrugada. El frío era insoportable a la orilla de la carretera que comunica al corregimiento San José con el casco urbano de La Ceja, municipio del Oriente antioqueño.
Dos tarros llenos de la fruta eran la única compañía en medio de la neblina que bajaba de las montañas para Antonio Gaviria y su hija Luz Adriana, de nueve añitos. Él la abrazaba para que no se congelara. Al fin apareció el intermediario. Se bajó borracho, pagó “una miseria” por la fruta que acomodó en la parte de atrás y se marchó. A don Antonio le pudo más la tristeza que el frío. Luz Adriana lo vio en sus ojos antes de regresar.
Ese recuerdo de infancia ha sido una de las mayores motivaciones para que ella se vinculara hace 13 años a la Asociación de Productores de Mora de La Ceja (Asofrutas). Esta iniciativa gestada en 1995 por don Israel Ramírez, con 12 vecinos más, hoy es experiencia modelo para la región y el país de cómo los campesinos pueden romper con la dictadura de los intermediarios.
Y eso tanto para comprar insumos más económicos y a mayor escala, como para comercializar directamente desde 2008 con clientes de la talla del Éxito, Alpina, Postobón (jugos Hit), Agrofrut (pulpas Canoa), Casa Lúker, entre otros.
“Nos aliamos con otras asociaciones de la región que suman una producción anual de 2.000 toneladas de fruta al año en unas 400 parcelas. Así podemos negociar en mejores condiciones con los clientes grandes. Y también manejamos un banco de insumos que comprar al por mayor y que administra Asofrutas”, cuenta Luz Adriana con orgullo.
Fruta al por mayor
En buena parte por esta asociación, La Ceja es el mayor productor de mora de Antioquia. De las 2.250 toneladas anuales que produce el municipio, según datos recientes de la Secretaría de Agricultura del Departamento, unas 1.500 salieron en 2013 de las parcelas de los 95 asociados de Asofrutas y otros 30 productores a quienes les compra su cosecha. Con los cerca de 400 empleos que generan con sus parcelas, son el mayor motor económico de San José.
Solo en el centro de acopio trabajan cerca de 30 mujeres, esposas e hijas de los asociados y también madres cabezas de hogar. Con tapabocas, delantales blancos y altas condiciones de higiene se les ve ‘despinando’ y poniendo en canastas la mora que luego va a la cava y en las tardes se distribuye en el camión propio de la Asociación, sea para Medellín o Chinchiná (Caldas). Al final, Asofrutas está comercializando hoy cerca de 15 toneladas a la semana de mora, tres más de tomate de árbol, una de lulo y otra tonelada de la exótica gulupa.
“Con recursos propios pudimos conseguir un camión de más capacidad (seis toneladas). Ahora no solo estamos librando esa inversión, sino que estamos ahorrando 80 millones de pesos que antes pagábamos a terceros para cumplir con los pedidos”, señala la administradora de Asofrutas, lo que es un alivio también para los productores a quienes pueden recogerles lo cosechado más cerca de sus cultivos.
Pero como todo negocio, también los clientes plantearon exigencias en la manipulación de fruta perecedera. Para evitar perderlos, Asofrutas logró cofinanciar con la Gobernación de Antioquia y el Municipio 180 millones de pesos para acondicionar el centro de acopio que pasó de ser una bodega sin revocar y en piso de cemento a cumplir altas especificaciones en la manipulación.
“Se están buscando los recursos para impulsar más áreas de mora en San José con parcelas de producción más limpia (…), y ojalá en un futuro cercano poder pensar en que Asofrutas pueda hacer transformación de la fruta, darle valor agregado”, explica Mauricio Molina, director para el Oriente de la Secretaría de Agricultura de Antioquia.
No todo es dulce de mora
Pero detrás del liderazgo y emprendimiento de Asofrutas, tomada como ejemplo para otras asociaciones de productores de fruta del Oriente, también hay una historia de escasez, miedo, violencia y desplazamiento, en tiempos en que San José fue sitiada por paramilitares, y que coincidió con las primeras sequias del fenómeno de El Niño.
En ese entonces, la naciente Asociación pasó de 110 productores a solo 13, pero “don Isra” persistió, mientras muchos dejaron sus parcelas tiradas y buscaron refugio en el casco urbano de La Ceja o se abrieron camino en Medellín. El próspero corregimiento pasó a ser una pueblo fantasma.
Pero fue por la Fundación El Cinco y la Corporación Programa Desarrollo para la Paz (Prodepaz) que la iniciativa tomó un nuevo aliento. Bajo un esquema solidario, sin paternalismos, a partir de 2003 y hasta 2007 se recaudaron recursos en dos compañías floricultoras, primero La Esmeralda y luego el Grupo Capiro: por cada peso aportado por los trabajadores (sumaban 1.300), la empresa ponía dos más.
“Se alcanzaron a recoger 500 millones de pesos, lo que benefició a 110 productores de mora. A cada uno se le entregó 660 plantas e insumos para que arrancara a producir y cuando ya tenía cómo, se les descontaba lo aportado y eso fortaleció financieramente la Asociación”, recuerda Luz Adriana.
Cuesta arriba
Mientras volvía la paz a San José, también la mora dio fruto: de 300 kilos que sacaban “don Isra” y sus amigos a la semana, para 2004 pasaron a ser 12 toneladas y se alcanzaron las 33 en 2008. Desde entonces, la Asociación viene en ascenso y con sueños compartidos de llegar más lejos.
De ello han sido testigo los productores que se extienden por las veredas de San José. Luego de transitar por una precaria vía de San José, se llega hasta “La campiña del moral”. Así bautizó Ómar Gaviria Tobón su finca de cuatro hectáreas y donde tiene unas 3.200 matas de moras cuidadosamente alineadas en eras sobre la empinada montaña.
A sus 28 años, es uno de los dueños y beneficiarios de Asofrutas y un “morero” a todo dar que aprendió desde chiquito, observando, haciendo caso, el arte de cultivar el delicado fruto junto a su papá.
Mientras en sus manos gruesas y callosas sostiene algunos de las moras recién arrancadas para que la visita deguste, este joven campesino y orgulloso de su trabajo, cuenta que se vinculó a Asofrutas desde que era un adolescente. Hoy lleva en su camperito hasta 600 kilos de mora a la semana hasta el acopio de Asofrutas, en el centro poblado de San José.
“Antes con los intermediarios a uno no se le justificaba ni sacar la cosecha, en cambio con Asofrutas uno tiene un precio regulado, más estable y puedo pagar con mora los insumos que vaya necesitando”, comenta Ómar, quien ya tiene una camada de almácigos de tomate de árbol y ya sembró lulo, que también espera vender a la Asociación.
En plata blanca, si hoy un kilo de mora se lo compran en un promedio de 1.450 pesos, en una época de abundancia, el mismo kilo puede bajar a 1.000 pesos. En cambio, los intermediarios pueden pagar en tiempo regular 1,100 pesos y cuando llega la cosecha solo entre 700 y 800 pesos.
Por eso mismo fue que Leonardo Henao convenció a su padre en 2010 de que era mejor venderle a Asofrutas que seguir lidiando con terceros oportunistas. En una de las parcelas de la finca familiar, en el sector La Palma, este campesino de 28 años desyerba parte del cultivo antes de la visita imprevista.
Ya sentado en una manga desde donde se aprecia la belleza y fertilidad de estas tierras, cuenta que con Asofrutas se ha capacitado para aplicar buenas prácticas agrícolas, usando menos herbicidas, ahorrando agua y teniendo más prevención de enfermedades.
“Con la Asociación tenemos muchos sueños, hay mucho trabajo por delante, pero me imagino vender nuestra propia pulpa y comercializarla directamente”, comenta Leonardo.
Mientras eso pasa, este joven celebra que Bairon, su hijo de 4 años, ya se anime a coger sus guantecitos de lana y un tarro para acompañarlo a recoger la mora que le demuestra todos los días que “sí se puede”.
Por JUAN FERNANDO ROJAS T. Enviado especial San José – La Ceja Publicado en El Colombiano.com