El pasado 31 de mayo la comunidad de la vereda Salto Arriba, del municipio de Marinilla, realizó un acto para conmemorar 19 años de la masacre ocurrida en esa vereda, cuyos habitantes se han dedicado tradicionalmente a la agricultura, al cultivo del fríjol, tomate, papa y otros productos. Se trata de una comunidad servicial, alegre, emprendedora, con sueños y deseos de superación, pero que vivió una gran tragedia.
Fueron víctimas del conflicto cuando ese 31 de mayo de 2001, cuando se congregaban para rezar el Rosario de Aurora en la escuela de la vereda, más de 200 personas fueron retenidas por hombres fuertemente armados del Bloque Metro de las autodefensas bajo el mando de alias “Simón”. Permanecían encerrados en el salón capilla de la escuela y con lista en mano fueron sacando a las personas para llevarlos a la parte trasera del establecimiento en donde las asesinaban a balazos. Allá quedaron los cadáveres del Presidente de la Junta de Acción Comunal, del fontanero del acueducto veredal, lo mismo que el de una señora del sector.
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La señora Margarita Henao, quien era la encargada de preparar los alimentos para los niños de la escuela en esa época, cuenta que al llegar a laborar esa mañana se encontró con que la mayoría de los miembros de la comunidad estaba secuestrada y que fue obligaba a preparar agua de panela para darles, incluyendo a los desconocidos que los estaban violentando.
Después de los primeros tres asesinatos, al medio día permitieron que algunas personas se fueran retirando hacia sus casas, pero otros fueron acribillados en los alrededores del plantel educativo. A algunos les cortaron la lengua antes de matarlos y sus cadáveres fueron dejados sobre la carretera, otros en las orillas del Río Negro, donde ahora hay una planta hidroeléctrica.
Diez y nueve años después y cuando incluso los niños han escuchado los relatos de los sobrevivientes, la comunidad de Salto Arriba recuerda con melancolía los hechos sucedidos y a los vecinos que fueron víctimas de la masacre y por eso conmemoran los hechos como una experiencia significativa en el trabajo del resurgir y de la nueva reestructuración del tejido social que la comunidad quiere.
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Es una comunidad que quiere hacerse visible frente a este flagelo para que se reconozca en ellos su carisma, más no la violencia que los sacudió, así no hayan recibido ningún reconocimiento por parte del Estado como víctimas del conflicto.
Son campesinos que participan de un proceso que denominan El Salto del Fénix, el cual comenzó hace dos años para tratar de transformar el sentido de la guerra en algo simbólico, algo que les de fuerzas para ese resurgimiento de la comunidad a través de diferentes actividades promovidas desde la escuela. Dentro de esos procesos se logró hace más de un año la construcción de la Unidad Sanitaria para la escuela, que nunca tuvo una, lo mismo que algunas mejoras en la infraestructura del establecimiento.
2° Festival
En el mes de marzo pasado se realizó el segundo Festival del Salto del Fénix, al cual se vincularon artistas y grafiteros del Oriente y de Medellín, quienes pintaron alrededor de todo el salón capilla figuras para resignificar ese espacio, dándole a través del arte la oportunidad de sentir el dolor, pero con un significado de esperanza y reconciliación.
Ese Festival contó con la participación del Colectivo Buena Siembra de Rionegro, el Colectivo Ciudad Solar de Marinilla, Biógrafos y Pirañas de Medellín y de un Colectivo de artistas de El Guaviare, cuyos integrantes vinieron a dejar con su arte un pedacito de ese territorio que ellos tienen.
Durante cuatro días se realizaron diversas actividades con los niños, con los padres de familia y con los jóvenes, con el propósito de mantener viva la memoria de la vereda Salto Arriba, para que año tras año la masacre se recuerde como un acto que no debe repetirse, pero que es necesario tenerlo en cuenta para cerrar los círculos del dolor que padecieron las familias, pues aún permanecen como desaparecidas dos personas que ese día se llevaron los paramilitares.
Con motivo de este segundo Festival, la comunidad recibió un mensaje de Jesús Abad Colorado, el periodista que ha plasmado en fotos la tragedia de la violencia en Colombia y quien visitó esta vereda en octubre del año pasado, en el cual decía que “Es importante la memoria porque la memoria nos permite tener esas ganas de perdonar, de resurgir, nos hace creer en una Colombia más humana, en una Colombia en paz”.
Para conocer este proceso, la comunidad de Salto Arriba también recibió en noviembre del año pasado la visita del cineasta Víctor Gaviria, de Leidy Tabares, la protagonista de “La vendedora de rosas” y de Tito Gómez, el protagonista de “La mujer del animal”, quienes expresaron su interés en vincularse produciendo videos para resignificar este proceso que se está dando en esta vereda de Marinilla.
La comunidad actual
La escuelita que fue escenario de la masacre de ese 31 de mayo de 2001, hoy cuenta con 28 estudiantes, cuando en la época de lo sucedido todos los niños desertaron por el temor a perder sus vidas, pero paulatinamente ha ido aumentando el número de alumnos.
Sigue siendo una comunidad activa, libre, con ganas de fortalecer su proceso para lograr el bienestar de todos y la escuela se convierte en el espacio de encuentro y de reconciliación, a donde todas las personas de la comunidad llegan a compartir, a conversar, a disfrutar de una taza de chocolate o un café, en donde todos son amigos de todos, sin rangos de quién es más o quién es menos, acompañados por la profesora Yolima, quien sin ser nativa de la vereda, le ha entregado toda su vida a esta comunidad en los últimos años y ha liderado con ella todo este proceso del resurgimiento. El resurgir no solamente de las cenizas de lo que pasó en la vereda, sino que sea un resurgimiento que trascienda a otras veredas, a otros sectores que de una u otra forma han sido víctimas del conflicto.