Por: Erney Montoya Gallego, docente universitario
Las culturas y los pueblos son dinámicos y siempre se están reconstruyendo en una relación continua con los momentos históricos. Y los seres humanos que los constituyen interactúan permanentemente, expresan y exteriorizan esos marcos simbólicos de referencia (la cultura) mediante sus identidades culturales, con lo cual se auto-reconocen unos a otros en las interacciones comunicativas, cargadas de subjetividad.
Pero, en las actuales condiciones de nuestros territorios, tenemos el desafío de superar el discurso desarrollista que nos ha creado, con su pensamiento y sus prácticas, un mundo que no es el nuestro, unas lógicas que no son las nuestras. Los sujetos colectivos tienen que deconstruir ese mundo y esas lógicas y, a partir de ese proceso, construir su territorio desde abajo (las propias comunidades), desde las lógicas y culturas propias y desde lo que tenemos en común.
Desde los centros de poder nos han vendido una idea manipulada de lo que es desarrollo, planeación, territorio, ser humano, comunicación… esas ideas lo que han logrado es mantener las relaciones de poder de unos pocos frente a la mayoría de la población. ¿Eso es lo que queremos? Son urgentes las propuestas alternativas, construidas desde la base social, en procesos endógenos y a partir de los imaginarios propios de nuestros pueblos. Y son inaplazables nuestros propios proyectos sociales, orientados a la cimentación de condiciones de vida dignas desde el reconocimiento de las culturas propias.
Ya es hora de conocer y apostar por otras nociones y prácticas alternativas. “Postdesarrollo”, “buen vivir”, “decrecimiento”, “desarrollo a escala humana” son algunas de ellas. En todo caso, se trata de rastrear en las culturas del sur otras formas, otros fundamentos, otros enfoques. De hecho, en nuestros pueblos se vislumbran movimientos y pensamientos sin antecedentes, que se cimentan en las dimensiones ecológica, política, económica y cultural. Eso remite a dinámicas territoriales desde las bases sociales, lógicas endógenas y bienes comunes.
Estamos enfrentando un proceso histórico de transición que nos debe impulsar a las prácticas “alternativas al desarrollo”. Es decir, superar y dejar atrás las ideas del desarrollo humano, local y sostenible, porque se han desvirtuado al seguir funcionando en la lógica unidimensional del crecimiento económico. En su lugar, debemos pensar y aplicar las lógicas del postdesarrollo, el decrecimiento y el buen vivir.
¿Qué proponen estas “otras” lógicas? En primer lugar, un “paradigma otro”, en la medida de que se separa de las visiones extractivistas, utilitaristas, economicistas, competitivistas y fragmentadoras, propias del neoliberalismo. En su lugar, promueven una perspectiva de la existencia basada en la convivencia y los valores de la convivialidad, el respeto y cuidado de los bienes naturales, la armonía con la naturaleza, la solidaridad, la reciprocidad, la complementariedad. Todos estos valores convergen en el postdesarrollo, el decrecimiento y el buen vivir. Hablamos de visiones y prácticas que son opuestas al capitalismo salvaje, al neoliberalismo, a la sociedad de mercado y al poder hegemónico.
En el aspecto político, estas perspectivas alternativas al neoliberalismo favorecen la construcción de formas democráticas realmente participativas, orientadas a “otros” modelos de gestión política y administrativa de lo social. Tales “modelos otros” conjugan las diferentes formas territoriales y territorialidades que surgen de la construcción comunitaria de esos lugares, asumidos como territorios vividos y resignificados desde las interacciones sociales de convivencia entre las comunidades con sus diversas identidades culturales.
Lo anterior lleva a que no exista un único modelo de territorio y de territorialidad, sino que se posibiliten tantos modelos como experiencias y grupos humanos con su cultura y sus identidades, los cuales dialogan en una sana y enriquecedora coexistencia. Así lograremos desarticular las lógicas modernizantes y neoliberales que todo lo quieren homogenizar.