El viaje de regreso: el gorrión montés-paisa reaparece

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Las ‘visitas’ que llegaban a Las Brisas, una finca ubicada en la vereda Alto de Medina, a tres kilómetros de San Pedro de Los Milagros (Antioquia), eran siempre las mismas: azulejos y carriquíes, principalmente. Un día, el 7 de enero de 2018 hacia las tres de la tarde, recuerda muy bien Rodolfo Correa Peña, vio un ave diferente en un matorral al lado de la casa junto a la carretera.

Rodolfo, estudiante de Ingeniería Agronómica de la Universidad Nacional de Colombia en Medellín e integrante del Grupo de Investigación en Conservación y Manejo de Ecosistemas (CYMA) de la Facultad de Ciencias Agrarias, practica la observación de aves “con un poquito más de seriedad”, dice, desde 2017.

“Yo tenía referencia de un ave que se había descrito en San Pedro de Los Milagros, pero que todavía no aparecía. La había ojeado en guías, pero no la conocía. Cuando la vi me sorprendí. Dije: ¡Ah juemadre, esta pareciera ser la que se ha estado buscando! Ahí pensé: ¡se me apareció la virgen! Ese día no andaba con cámara ni nada, traté de tomarle una foto con el celular”, cuenta.

Se contactó con Juan Luis Parra, del Grupo de Investigación en Ecología y Evolución de Vertebrados de la Universidad de Antioquia. Parte de la conversación fue más o menos así:

—Rodolfo, pero puede ser schistaceus u otra cosa, dijo Juan Luis.

—No, era diferente. A este pájaro no le vi bigotera ni tampoco la manchita negra, respondió Rodolfo.

¿El pájaro estaría ahí después? Era incierto, pero resultó que se quedó desde enero hasta agosto. Eso le permitió a Rodolfo tomar una mejor foto y, a Juan Luis, conformar un equipo con los investigadores Sergio Chaparro y Andrea Lopera Salazar. Hicieron visitas, instalaron redes, capturaron cuatro individuos a los que les tomaron medidas y les realizaron varias pruebas, entre ellas de sangre y después los liberaron. Lo confirmaron: se trataba del gorrión montés-paisa (Atlapetes blancae), endémico de Colombia y, específicamente, de San Pedro de Los Milagros.

La especie se consideraba extinta, pues aunque se tenía referencia de ella, no había ningún registro de su avistamiento. En ese sentido, “reencontrar una especie que está perdida es casi más importante y generador de orgullo que encontrar una nueva para la ciencia. Esto da cuenta de que los hábitats, de cierta manera, son resilientes”, explica el ornitólogo Diego Calderón Franco.

Y aunque lo siguiente no va a pasar, aclara, lo describe así: “es como si alguien encontrara que los mamuts todavía están vivos y que viven en una isla en Groenlandia. Eso va a ser más importante que, no sé, encontrar vida extraterrestre”.

En lo que respecta al gorrión montés-paisa, la información existente se remonta al 2007 con el descubrimiento del ornitólogo inglés Thomas Donegan. Él lo reportó como especie nueva para la ciencia, basado en análisis de coloración y medidas morfológicas de tres especímenes parecidos preservados en colecciones de la U.N., el Museo de La Salle de Bogotá y el actual Museo de Ciencias Naturales de La Salle de la Institución Universitaria ITM. La descripción fue polémica para ornitólogos, dado que se requieren varios tipos de evidencias para designar una especie como nueva.

El ‘chiste’ que resultó muy serio

Desde antes del hallazgo Sergio y Andrea tenían la intención de buscar al gorrión montés-paisa, “pero lo decíamos hasta en chiste porque ni siquiera teníamos la certeza o creíamos que podía ser una variación de Atlapetes schistaceus, la especie más similar”, cuenta ella.

Las descripciones que había hecho Donegan eran muy ajustadas a lo que encontraron. El gorrión montés-paisa es de coloración gris; el vientre y el cuello son grises claros, esa última parte casi blanca. En la parte superior es de un gris muy oscuro y sus alas son negras. En la cabeza tiene una especie de capota de un color entre rojo y naranja denominado rufo. Tiene una bigotera, de la que hablaba Rodolfo, que es una línea delgada muy tenue que a veces ni siquiera está.

También tomaron en cuenta las medidas de los especímenes a partir de los cuales se había encontrado la especie y lo que “más pesa”, manifiesta la investigadora, es la exploración molecular que efectuaron y que definió que no está relacionada con la que se suponía.

La salida de Rodolfo, ese día, a esa hora, fue determinante y así lo reconoce Andrea: “Fue muy importante porque permitió recuperar un montón de información súper valiosa de la especie”.

Tan importante que lograron escuchar el canto del ave, algo de lo que no se tenía información, pues cabe recordar que el hallazgo de Donegan no se hizo a partir de pájaros vivos. La vocalización, como se le llama en ornitología a los sonidos emitidos por las aves, puede ser una característica que defina la especie y la del gorrión montés-paisa es distinta a la de especies con las que ha sido asociado.

Haberlo visto en un matorral alimentándose con insectos y frutos cerca de un jardín genera más datos, pues incluso en la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, en la que el Atlapetes blancae aparece como especie amenazada, figura que sus hábitats son bosques subtropicales, húmedos y montanos.

Pero así como se origina nueva información, también surgen incógnitas, dado que la zona donde fue hallado se modifica constantemente a causa de la agricultura y la ganadería extensiva.

Colombia, país privilegiado

Keith Ladzinki, fotógrafo de National Geographic, “nunca había estado en un sitio con tantas especies de aves en la misma zona”, dice asombrado en el documental The Birders, que muestra el viaje que realizó con Diego por varias regiones.

Y cómo no maravillarse si son casi 2.000 las que tiene Colombia, el país es el más diverso en especies de aves en el mundo.

Ellas están inmersas, incluso en la cultura. “A vuelo de pájaro” o “más claro no canta un gallo” son algunos de los dichos que se escuchan en el argot popular. Las aves “son el puente predilecto para enrolarse con la naturaleza. Son absolutamente omnipresentes; están desde la selva más espesa del Chocó o el Amazonas, en una zona rural en el valle de Aburrá o hasta en la (avenida) Oriental con La Playa, donde hay loras y pericos”, argumenta Diego.

Que haya tantas especies y tenerlas tan cerca ha motivado a realizar o unirse a jornadas mundiales de pajareo como el Global Big Day que se realizará hoy y, además, ha originado una creciente fascinación y ha seducido, incluso, a niños como Juan David Camacho, de 9 años. Él ha avistado unas 490 aves, ha fotografiado alrededor de 200 y contó su experiencia en la versión del 2018 de la Feria Internacional de Aves que se realizó en Cali (Valle del Cauca).

A este público intentó acercarse la Sede, cuenta Gloria Cecilia Arroyave, coordinadora del programa Niños Científicos, que organizó en el año 2018, con la orientación de la Sociedad Antioqueña de Ornitología, salidas de avistamiento de aves en el campus El Volador como una estrategia para mostrar la biodiversidad e integrar a las familias.

Asunto de paradojas

Las intenciones de conocer las aves, de una u otra manera, parecieran no ser suficientes, aunque en torno a ello hay opiniones encontradas, pues Diego, por ejemplo, cree que la observación de ellas está en auge y que eso representa un aporte. Mientras que el director de Conservación del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) en Colombia, Luis Germán Naranjo, quien publicó en Sostenibilidad Semana el 9 de abril de 2015 un artículo que tituló El país de las aves no tiene pajareros.

“Ser un observador de aves en Colombia sigue siendo una rareza”, asegura Jaime Garizábal, biólogo ornitólogo y estudiante de la Maestría en Medio Ambiente y Desarrollo de la Sede. Por otro lado, explica que en el país la ornitología, estudio de aves, sigue desfasado: “para la cantidad de conocimiento que se podría generar, está muy por debajo de la expectativa aun cuando todavía se descubren y redescubren especies, se encuentran localidades nuevas para ellas y de las que no sabemos cómo son los huevos o el nido, por ejemplo. O sea que por los dos lados, estamos regular”.

Es entonces importante, según el profesor Néstor Mancera Rodríguez, de la Facultad de Ciencias Agrarias y uno de los autores de la Guía de campo Aves de la Universidad Nacional de Colombia Sede Medellín, la formación de ornitólogos “porque se requiere un conocimiento científico base que permita manejo y diseño de estrategias de conservación”.

Aparte de esa discusión, el gorrión montés-paisa, desde su redescubrimiento, puede observarse a diario en San Pedro de Los Milagros. Se le ve grande y llamativo, por lo menos, pintado en una pared de la Casa de Encuentros San Juan Eudes. Es una estrategia para que la comunidad lo conozca y lo tenga presente, sepa la importancia que representa y que de esa manera no se le corten las alas a la conservación.

Cada que Rodolfo sale de su finca hacia el pueblo, como ese 7 de enero de 2018, mira el mismo matorral y sus alrededores con la ilusión de ver, de nuevo, al gorrión montés-paisa.

El gorrión montés-paisa es endémica de San Pedro de Los Milagros. Fotos: cortesía Andrea Lopera Salazar.

De izquierda a derecha: Juan Luis Parra, Sergio Chaparro, Andrea Lopera y Rodolfo Correa Peña.

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