Para muchos, el levantarse temprano, trasnochar o cumplir con horarios exigidos por empresas, puede resultar desgastante; para otros podría representar la posibilidad de una estabilidad económica con la cual solventarían gastos y necesidades no atendidas. Ambas caras de la moneda se evidencian desde cualquier ámbito o contexto, pues hay quienes quisieran dejar sus empleos y salir a explorar el mundo y sus posibilidades, y hay quienes no han tenido la oportunidad de formalizar su situación laboral, por lo cual, han recurrido al “rebusque” de posibilidades desde sectores informales, sin exigencias de horarios, ni jefes, ni rendición de cuentas, laborando al son de sus tiempos y falencias.
Es así como, poco a poco, las calles se han visto copadas de personas que, de alguna u otra manera, buscan hacer dinero, bien sea desde la venta de comestibles, artículos o, ¿por qué no?, servicios, dejando de lado los miedos, la pena y la pereza que, para algunos, produce el salir a explorar un mundo de puertas cerradas, pero de avenidas abiertas.
La creatividad, la espontaneidad y una buena sonrisa, son la mezcla perfecta que tienen los rebuscadores para entregar un buen discurso que logre consumar la venta de su producto o la consecución de sus servicios. Estos son algunos de esos comerciantes que no temen salir a ofrecer sus productos, aunque muchos los rechacen o les digan que pasen luego, ellos continúan, siempre con la frente en alto y con las esperanzas bien puestas.
Juan Guillermo Torres, vendedor de granola con semillas de girasol
A Juan Guillermo siempre le ha gustado trabajar de manera independiente, aunque recuerda que durante alguna época de su vida fue empleado de varias entidades. De su primer trabajo rememora que fue cuando tenía 15 o 16 años, en un almacén de Medellín, como vendedor de mostrador. Quizá fue allí donde aprendió sus técnicas en ventas.
Cuenta que hace 47 años es completamente vegetariano y, desde ese momento, le ha gustado trabajar con productos naturales como la granola con girasol, el maní y el pan integral, y expresa que: “yo soy el principal cliente que tengo. Me encanta probar todo, porque me gusta, entonces puedo hablar con propiedad sobre las ricuras que ofrezco (…) también galleticas de maní, de girasol, de ajonjolí, de nueces, mantequilla de maní, mantequilla de ajonjolí, mantequilla de girasol, etc”.
Juan planea su salida desde muy temprano, pues asegura que desde las dos o tres de la mañana ya está preparando los productos que piensa comercializar. Una vez termina, se acuesta, medita y se dispone para comenzar un día cargado de pensamientos y energías positivas.
Dice que para él nada es difícil, por lo cual, el vender sus productos se ha convertido en una tarea sencilla, pues, para Juan Guillermo, es Dios quien se encarga de hacer que sus comestibles sean comprados. “Lo que simplemente hago es ofrecer mis productos y Él, el que todo lo hace, el que todo lo puede, (ya sabes a quien me refiero), se encarga de cerrar la venta, nunca me sobra nada, de pronto uno o dos ejemplares” afirma.
A este inconfundible rebuscador le gusta recorrer diferentes municipios del Altiplano, aunque confiesa que la mayor cantidad de ventas las ha realizado en Rionegro y El Carmen de Viboral, pero reconoce que, todo lo que se dé en exceso, puede cansar, por eso, no le gusta saturar a sus clientes con los mismos productos.
Hace poco Juan adquirió un medio de transporte que le permite ampliar sus horizontes en las ventas, por eso, hoy por hoy, puede visitar diferentes localidades y entregar sus auténticos y saludables comestibles, así como también, conocer un poco de sus pensamientos revolucionarios y cargados de enseñanzas.
Andrea Rendón, Artesanías Alegría de Colores
Cuenta Andrea que desde los cinco años comenzó a hacer sus artesanías, pues, al ser proveniente de una familia humilde, decidió apoyarse vendiendo manillas en la escuela y con las ganancias pagar sus fotocopias o comprar algún comestible. No obstante, el trabajo con sus manualidades lo empezó desde los 13 años vendiendo en la calle, “como siempre fui un poquito rebelde entonces, desde muy temprana edad, salí a vender” dice.
Para la Artesana los más difícil de trabajar de manera informal ha sigo el poco apoyo que ha tenido por parte de los Gobiernos, pues, expresa que “casi nunca lo apoyan. Entonces usted llega a alguna parte y es muy difícil que lo dejen trabajar. Más que todo lo mío es artesanía, y se supone que hay un proyecto de ley que lo apoya como patrimonio, para uno poder vender, sin embargo, ya es muy difícil usted desplazarse, que lo dejen vender en alguna parte, ya ni siquiera en las manos, usted lleva las cosas en las manos y a usted ya de una lo sacan de donde sea”.
Pese a la poca ayuda que ha tenido Andrea para sus ventas, logró obtener un permiso de Espacio Público, en Rionegro, para poder instalarse y ofrecer sus artesanías, ya que, al ser rionegrera, pertenecer al Sisbén 1 y se madre soltera, necesitaba que le brindaran un soporte que le permitiera subsistir. “Desde hace cuatro años llevo pidiendo el permiso, ya por fin me lo dieron (…) fue muy duro conseguir el puestico, pues, como el espacio” manifiesta.
Los trabajos que más ofrece la Artesana son en filigrana, “que es el abrazado o el amarrado en alambre con piedras naturales”, y el macramé, “que es el tejido en hilo encerado brasilero, es algo que todavía ha gustado y, a pesar de los años, se sigue manteniendo, es muy fino. Entonces le meto piedritas naturales o ya al gusto de la gente”. En cuanto a la piedra que más solicitan sus clientes, asegura que es la turmalina negra, “que es la piedra más fuerte de protección, no absorbe energías negativas, sino que las repele”, aunque afirma que es la piedra quien elige a su comprador, “lo hipnotiza por su belleza, por sus propiedades energéticas”.
“Gracias a Dios, el arte me ha dado la oportunidad de tener mi hogar, de pagar un arriendo, ya que aquí en Rionegro es tan difícil, pues a veces sí se ve uno en aprietos, pero todos los días se puede generar un nuevo ingreso. Entonces, es algo que se lucha constantemente, es bastante difícil, pero todo lo es, en realidad es el amor que uno le ponga”, puntualiza Andrea.
Ignacio Uribe (Lujerco), vendedor de comida vegetariana
Ignacio, más conocido como Lujerco, lleva 15 años vendiendo sus productos en las calles rionegreras y asegura que con el pasar de los años sus comestibles ha logrado ser acogidos por diferentes personas. “La gente ha despertado mucha conciencia con estos productos. Son productos garantizados, la calidad de salud se hace sentir y el mercado crece a medida que la conciencia de la gente se vaya despertando” dice.
Lujerco se siente agradecido con sus clientes, pues afirma que han sido los rionegreros los que los han sostenido y han querido que continúe ofreciéndoles sus productos saludables, tanto para la mente como para el cuerpo, aunque, cuando llegó al municipio, recuerda, no se tenía la cultura de comer sano, pero poco a poco, se fue instaurando.
Dice que lo más difícil de su labor fue concientizar a las personas, no obstante, ideó el método infalible para hacerlo: “yo primero hablo con ellos. Mi personalidad de entrada gusta, porque la gente vive muy estresada, muy depresiva, y mi actitud es una actitud que está por encima de todos esos males -a nivel emocional, psicológico y afectivo- y tengo suficiente para dar.Ya empezamos a dar una buena salud, porque saludar, al revés, es dar salud. Yo doy salud las 24 horas del día, y ha tenido una buena acogida. Ya eso da parte para seguir ofreciendo los productos que son el segundo nivel para una buena calidad de vida, que ese es mi propósito” comenta.
Este vendedor de comestibles saludables ofrece a sus clientes los rollos de carne, “a base de habichuela, zanahoria y alverja, saben a sanchichón, pero son naturales”; la quinua, “en hojuela, en polvo o la tenemos en grano”; aceite de ajonjolí natural; tortas de manzana, “naturales, criollas de la región”; el salvado de trigo, “que es muy importante para limpiar el colon, la flora intestinal que a veces se atasca por tanta grasa y tantos desórdenes de alimentación”; arequipe natural, miel de caña, “ambos sin químicos ni preservantes”; y, por supuesto, los infaltabes: las empabuenas, la tortas de brócoli y la bebida saludable.
Cada uno de los productos son hechos por Lujerco, sin embargo, enfatiza en que “la materia prima la da la naturaleza, ya los componentes o el diseño para darle una formación que sea asequible a los paladares de todos los humanos la hacemos nos”.
Lisbeth Hincapié, vendedora de Lizy Postres
Comenta Lisbeth que, desde hace un año, vende sus Lizy Postres en diferentes sectores de Rionegro y que, ocasionalmente, empresas o personas la contratan para sus eventos.
Esta rebuscadora es madre de Federico, un niño de ocho años, y quien la motivó para comenzar con su labor, pues, expresa que “no me quería perder de la niñez de él. Y qué mejor para uno como mamá que estar todo el tiempo con ellos. Entonces, esto inició desde estar siempre con mi hijo; por ejemplo, yo trabajo en las mañanas mientras él estudia, ya regreso por él a la escuela ahorita al mediodía y me quedo con él todo el día en sus lúdicas, hacemos las tareas, por la noche vuelvo y hago postres para el día de mañana salir temprano a trabajar”.
Así mismo, dice que le gusta trabajar de manera independiente, pues le gusta administrar su tiempo, pues, de esta manera, no solo puede compartir con su hijo, sino, además, que tiene la posibilidad de estudiar idiomas en modalidad virtual.
En cuanto a las dificultades de trabajar de manera informal, dice Lisbeth, el estandarizar sus recetas y encontrar buenos clientes, fueron unas de ellas, aunque afirma que “realmente me la he gozado desde el principio, porque de todo se aprende”.