A lo largo de nuestro territorio nacional se vive día a día una realidad que enmarca diferentes episodios de violencia e intolerancia, los cuales con el pasar de los años han generado en la sociedad colombiana la naturalización de los mismos y con ello nuestra indiferencia frente a la tragedia y dolor ajeno.
Esta dura realidad que tan deportivamente aceptamos, nos arrebata constantemente un sinfín de vidas. Vidas que tienen familia, historias e ilusiones.
En este contexto, diversos grupos u organizaciones han focalizado sus actos de violencia en aquellos que por su labor con la comunidad se denominan como líderes sociales, lo que para estos, en muchos casos, es como poner un tiro al blanco en su pecho.
Pareciera entonces, que luchar por un país mejor, que creer que esto se puede cambiar, que soñar con una Colombia justa para todos es algo imposible; pero no, los buenos somos más. Y tenemos el deber y la deuda moral con nuestros muertos y sus familiares de seguir pensando el país y construyendo paso a paso una sociedad en donde prime la tolerancia, el respeto y la vida.
Para lograr esto tenemos que sentir con el otro, vivir el dolor ajeno, superar el miedo y la indiferencia porque si es posible, y si se puede lograr, y si podemos sensibilizarnos al punto de parar el país.
Porque estamos cansados de ver noticias de muertos, porque estamos rendidos ante las masacres que viven muchos de nuestros compatriotas, porque no es normal que nosotros como sociedad estemos acostumbrados a ver sangre a diario.
La buena noticia, es que aunque el poder en Colombia jure que las muertes responden a “líos de faldas”, nosotros los ciudadanos de a pie comenzamos a entender que hay un problema que se nos esta saliendo de las manos Y frente al cual ya estamos tomando cartas en el asunto, por muy simbólicas que sean como por ejemplo el velatón nacional del pasado 6 de julio, una muestra real del inconformismo, unidad y solidaridad con las victimas de estos asesinatos sistemáticos.
Ahora con el cambio de gobierno, debemos cuestionarnos cuales serán sus apuestas y como buscaran dar un solución eficiente para esta triste realidad que ha vivido Colombia en toda su historia.
Y menciono el nuevo gobierno porque me llamo mucho la atención, que el nuevo ministro de defensa, el señor Guillermo Botero, se quiera enfocar más en proyectos represivos como lo es el de regular la protesta social y no en la problemática que se vive día a día con la violencia en el país. Esto presenta dos problemáticas desde mi punto de vista, por un lado, que al regular (aún más) la protesta social, pareciera que se busca desincentivar o hacer que pierda eficacia y por otro lado, que desde ahora se puede vislumbrar cuales serán las apuestas más importantes para este gobierno. Y sinceramente no creo que sean las problemáticas de violencia ni el dolor de las victimas.
Espero equivocarme, pues el gobierno tiene una injerencia enorme en la solución de estos problemas, pero quiero resaltar que quienes debemos darnos la pela somos los ciudadanos del común, pues como lo hicimos antes con la guerra y los episodios sangrientos del conflicto debemos ahora normalizar el sentimiento de paz y de rechazo por cualquier acto violento.