Hay quienes eligen ser padres, otros que no lo eligen en el instante, pero que, cuando lo son, buscan entregar lo mejor para ese ser que llegará a alegrar sus vidas, pues, aunque el miedo y la ansiedad por ser papás acose a algunos, siempre será el amor y la ternura lo que los inunde e impulse a entregar lo mejor de sí a esas personitas.
Ser padre primerizo puede despertar gran cantidad de emociones en los futuros papás, puesto que, aunque no son quienes llevan en su vientre a ese ser, también experimentan sentimientos que los obligan a pensar en cómo desempeñarán su rol, o si lo harán bien, o qué no deben hacer. Cada uno de esos momentos donde sienten angustia, también se dejan atrapar por el amor, pues, poco a poco, su instinto se va despertando, haciéndolos perfectos protectores.
Una vez conocen a sus pequeños, nace en ellos una esperanza, un anhelo por ser los mejores hombres, personas y padres, para así poderles dar a sus hijos el mejor ejemplo y todo el amor del que están hechos. De esta manera es como el instinto paternal hace magia y logra sacar de ellos la delicadeza necesaria para acariciarlos, cargarlos, mimarlos y, uno que otro, dejar salir lágrimas de emoción.
El miedo que sentían va despareciendo, pues quieren ser fuertes superhéroes o, mejor, superpapás y, así, proteger a sus hijos de cualquier situación, desde una tos hasta un simple raspón. Es aquí cuando papás y niños comienzan a crecer recorriendo juntos un camino que, para ambos, es extraño, pues son primerizos y están descubriendo un mundo lleno de restos, algunos más difíciles que otros, pero que unidos superarán.
Entre padre e hijo se crea una conexión mágica, la cual se define, en gran medida, por el primer contacto que tengan estos dos seres, una magia muy diferente a la que se produce con la madre, pues ella, desde el primer instante, ha estado ahí. El padre, por su parte, debe ganarse ese amor y lograr que esa personita sienta que, a pesar de su poca experiencia y de ser padre primerizo, van a entregar todo de sí para ser los mejores.
Jose Monsalve Pérez es un joven DJ y productor del Oriente Antioqueño, es papá de Jacobo un pequeño de 10 meses, quien llegó sin esperarlo… pero no dudó en brindarle todo el amor de un padre…
Como papá he tenido un cambio notable. Es un giro que la vida te da, sin embargo, me ha alegrado mucho porque ahora no estoy yo solo, sino que hay alguien más, el cual me motiva para seguir enfocado en lo que quiero conseguir en mi vida. Tengo un motor que me impulsa a seguir adelante.
No voy a negar que al principio me llené de miedos y de temor al tomar la rienda de esta nueva etapa de vida, soy muy joven… pero, al transcurrir, esos miedos se fueron convirtiendo en risas y momentos amenos que solo se viven con mi pequeño.
Mis días ahora son más agitados ya que paso la mayoría de tiempo cuidando de él y a la vez trabajando desde casa, ha sido un reto grande, pero me fortalece superarme cada día mas y buscar la manera de seguir escalando para brindarle un futuro sin necesidades.
Considero que el valor de la responsabilidad, es fundamental en esta etapa, es un ser indefenso dependiendo de lo que uno pueda hacer por ellos, y ver cómo se van volviendo más fuertes, más avispados, me hace sentir un nudo en la garganta, porque, aunque sea nuevo en el tema, le he puesto todo el amor y siento que todo lo que haga con amor, me sale bien.
Diego Andrés Ocazionez Osorio es un abogado rionegrero, papá de Ema, una bebé de tres meses, quien, después de buscarla por algún tiempo, llegó para alegrar cada instante de su vida y para hacerle realidad su gran sueño: ser papá.
Desde que decidí conformar un hogar con mi esposa siempre me imaginé con ser padre. Soñaba con el momento en el que ambos descubriéramos la dicha de estar esperando esa personita que sería el símbolo de nuestro amor y de nuestra unión.
Aunque tardó un poco, Ema llegó en el momento justo, tanto para mi esposa como para mí, pues lo que más queríamos era poder entregarle lo mejor de nosotros, brindándole una estabilidad y la certeza de que iba a ser recibida por padres amorosos y con capacidad para entregarle cada cosa que necesitara.
Hoy por hoy, mi motivación es levantarme para ver sonreír a mi hija, pues cada expresión o balbuceo me alegra y me hacen ser el padre más feliz. Cada vez que miro a Ema entiendo por qué anhelaba tanto este rol, pues nunca había sentido emoción más grande que la que me produce observar a mi hija.
Ema se ha convertido en nuestro milagro y, después de una larga espera, llegó para cambiar mi vida por completo y llenar mi existencia de mucho amor. Esta pequeña, en tan solo tres meses, se ha robado mi corazón.
Todo el día pienso en mi hija y, cada mañana cuando me debo despedir, no quisiera soltarla ni dejarla, pero sé que debo cumplir con otras obligaciones. Ema es mi motor, quien me impulsa a cada instante a ser mejor persona y a entregar lo mejor de mí.
Santiago Builes Giraldo es un joven rionegrero de 25 años, trabajador independiente y papá de Jacob, un niño de dos años, quien se ha encargado de llenarlo de metas y nuevos proyectos, encaminados a brindarle a su hijo un buen futuro y una vida llena de colores.
Nunca me imaginé siendo padre, sentía miedo de enfrentarme a ese rol, pues sabía que no era un papel fácil de desempeñar, tanto por la parte económica como por las diferentes realidades que hoy muestra la sociedad. Tenía una mirada temerosa frente al hecho de ser papá.
Cuando me enteré de que estaba esperando un bebé sentí miedo, pero me mostré valiente frente a los ojos de la mujer que me haría padre, pues sabía que, desde ese momento, tendría que sostener su mano mucho más fuerte y mostrarle que, aunque fuese un camino difícil, lo recorreríamos juntos.
Ver como crecía mi hijo mes a mes fue una experiencia mágica, pues no encontraba placer más grande que acariciar el vientre de mi novia y sentir las pataditas y volteretas que Jacob daba mientras le hablaba o cantaba. Desde que estaba allí, se sentía nuestra conexión y, poco a poco, fue perdiendo el miedo.
Cuando al fin lo tuve en mis brazos experimenté tantas emociones que no sabía cuál de ellas me iba a dominar, pues sonreía, pero también quería llorar, y fue en ese pequeño instante cuando descubrí cuánto amor podía dar.
En dos años Jacob me ha enseñado muchas cosas, y no solo desde el punto de ser padre. Jacob me ha enseñado a tener metas, aspiraciones y a pensar en un futuro donde no solo importa mi bienestar, pues ya hay una persona que depende de mí y de lo que yo le muestre del mundo. Jacob me quitó los miedos y, día a día, me hace una mejor persona.