En una carretera, no principal que une a La Ceja con El Retiro se encuentra un lugar de luz, un lugar que se viste de rojo para brillar en medio del verde que rodea las montañas llenas de historias que tejen sonrisas, un lugar que canta en medio de letras para componer esperanza con pecas de sueños multicolor, un lugar llamado el Laboratorio del espíritu, repleto de tonos que entonan ilusiones todo el tiempo.
En la vía Pantanillo se encuentra la Institución Educativa Rural Nacianceno Peláez, el cual tiene como vecinos un lugar mágico en donde se esconden libros que dibujan mundos llenos de estrellas, allí en medio de un camino de piedras se llega al Laboratorio del Espíritu, un refugio de letras que te permiten desafiar la imaginación de quien se atreve a vivir.
Su entrada de colores hace que el espíritu sea libre para reflejar el ser humano que cada uno es, opacando los años anteriores en los que esta casa de arcoíris era una escuela abandonada. Al llegar, las miradas son cómplices de las sonrisas de quien trabaja en el lugar, las cuales son conscientes de que el desarrollo es tejedor de bienestar para cada una de las personas que habitan la comunidad.
El laboratorio del Espíritu es una corporación vestida de biblioteca, ubicada en El Retiro, ajena al estado u otra institución, la cual está en medio de árboles, montañas y fantasías en el que se promueve un desarrollo rural, mediante proyectos en los que el sujeto sea protagonista de su propio proceso.
Este lugar nació un seis de marzo del 2009 con una donación de libros por parte Comfenalco, allí Gloria Bermúdez, actual directora de la corporación y anterior bibliotecóloga de la Universidad de Antioquia, junto con otros soñadores de libertad, buscaron la manera de encontrar un lugar en la que las personas se encontraran con ellos mismos, tejiendo habilidades para su bienestar social. Inicialmente se empezó con la Vereda Pantanillo, Luego Lejos del Nido, ahora esta Pantalio y Nazareth, allí los promotores y la comunidad hace lazos en donde todos aprenden de todos, para juntos construir un desarrollo rural.
El Laboratorio cuenta con talleres de lectura, escritura, guitarra, estampación, origami, cerámica, culinaria, dibujo, piano entre otros, en donde los protagonistas son los jóvenes y niños que participan de este,
Cuando entras a la biblioteca, te sientes como un niño conociendo una juguetería, pues cada espacio tiene un olor dulce que te hace palpar los sentidos, pues sirve de camuflaje entre letras y notas, haciendo que cada paso sea una entonación de un mundo de palabras.
Rodeado de libros, hay uno que se destaca por su magia, pues es un universo contado por los niños, un universo llamado Casa de las estrellas. Al abrirlo, me pareció curioso una definición que hacia Duván Arnulfo Arango de ocho años, en el cual definía el cielo como lugar donde sale el día, al seguir ojeando, me encontraba con Ana Milena Hurtado de cinco años, ella en medio de su inocencia me decía en las páginas, que Dios es el amor con pelo largo y poderes. Un libro con 500 definiciones y 133 palabras se postraba en mis manos, en donde Luz Mirella Bedoya, promotora de lectura, me explicaba como Javier Naranjo, familiar eterno de la fundación, poeta y gestor cultural, jugaba en la creación literaria de palabras, siendo maestro en varios colegios rurales del oriente Antioqueño.
Al seguir comprendiendo el complejo lugar me encontré con la ludoteca, un lugar de escape que te obliga a ser niño, enamorándote de la energía que siembra este lugar, allí los niños juegan a ser héroes de sus historias.
Seguía caminando con Mirellla, los pequeños se acercan a saludarla. En medio de risas le preguntaba que significaba ese lugar para ella “Yo lo defino como un lugar de sueños, en donde lo que más he aprendido es a escuchar a los demás, viviendo con los otros y para los otros” En medio de sonrisas, me enamoro del arcoíris, pues este se colorea de potencialidades humanas para una construcción del tejido social.
Actualmente, la biblioteca tiene un proyecto para la ejecución de un periódico, este será el narrador de las historias de la comunidad que abarca la corporación, siendo independiente y libre de pautas publicitarias, en donde dos mil ejemplares lleguen a todas las familias, para que así conozcan su entorno y se apropien de este.
Al despedirme de la fundación, le di las gracias, pues por lugares así es que dan ganas de cambiar el mundo, ahí traje a mi mente una conocida frase de Eduardo Galeano. “Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo” después de recordarla sonreí.
