El poblado de San José de Marinilla a finales del siglo XVIII

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En agosto de 1795, el Rey de España Carlos IV quiso tener una información detallada de todas las provincias, ciudades, villas, lugares, parroquias, pueblos de indios y reales de minas del Virreinato del Nuevo Reino de Granada.

Por tanto, ordenó al virrey José de Espeleta comunicar a todos los gobernadores de las provincias del Nuevo Reino su deseo, para que en el lapso más corto de tiempo pudiera tener noticia del estado de cada una de las poblaciones de este extenso país.

Como las comunicaciones en ese entonces tardaban varios meses en llegar desde España, el gobernador de la Provincia de Antioquia, José Felipe de Inciarte, conoció el mandato del Rey el 23 de febrero de 1796. Y, como si fuera poco, la disposición se conoció en el cabildo de la naciente Villa de San José de Marinilla el 18 de marzo de ese mismo año.

Tan pronto se supo de la orden del Rey, el cabildo se aprestó a construir la relación del poblado y su jurisdicción y se despachó el escrito al gobernador Inciarte el 14 de mayo siguiente. Según el ayuntamiento de la Villa, Marinilla estaba delimitada por el desemboque de la quebrada Cimarronas en el río Negro y de allí subiendo hasta El Carmen. En dirección oriente y norte se encontraban las quebradas de Pavas y Barbacoas, y en la dirección suroccidente, la jurisdicción llegaba hasta el río Negro y el poblado de Santiago de Arma de Rionegro. En la Villa había dos iglesias en esa época: (sic) “de texa la una, del señor San Josef, y la otra de Jesus Nasareno”, y en ellas reposaba el Amo y Señor Sacramentado con sus respectivos adornos. Así mismo, había en ella un cura vicario y juez eclesiástico y de diezmos, y un coadjutor y sacristán mayor, que se encargaba de la (sic) “administrasion espiritual”.

Doscientas casas estaban levantadas sobre ese territorio, unas de teja y otras de paja. Entre ellas, se destacaba la casa del ayuntamiento, que tenía a su vez siete piezas separadas: la sala de acuerdos, la sala de audiencias —donde estaba la secretaría—, una oficina “secreta”, la sala de la cárcel pública, otra sala para cárcel y prisión, (sic) “una piesa mas redusida para los reos de causas mas arduas”, y una sala más para las mujeres. Según el Cabildo, en 1796 había en la Villa 1872 almas, más o menos: siete clérigos; 141 negros esclavos; un número indeterminado de solteros; y 84 matrimonios de blancos, 159 de mestizos y 23 de mulatos.

Además de lo anterior, se hacía mención de la existencia de tierras de caballería de “temperamento frio y mui sano”, que producían abundantes víveres y ganado vacuno, porcino y lanar. La relación que hacía el cabildo señalaba con orgullo que la Villa de Marinilla era la puerta de entrada del comercio de la Provincia, pues tenía el camino del Puerto de Juntas, que a su vez llevaba al Puerto del Nare y conectaba los poblados antioqueños con el río Magdalena y una amplia zona del Virreinato. Por eso, al final del relato los señores del cabildo señalaban: “[…] con lo que lo sano de lo mas del terreno de esta (sic) jurisdision, y lo fecundo de los matrimonios se aumentaran las gentes, y será esta Villa de las pobladas y ricas de la Provincia”.

Esa relación del cabildo de la Villa de Marinilla a finales del siglo XVIII dibujaba un poblado minúsculo y reducido, pero preludiaba al mismo tiempo, quizá por el empeño y la convicción que mostraban sus gobernantes, el crecimiento y la expansión de la localidad en un territorio como la Provincia de Antioquia, que durante varios años de ese siglo adoleció de tener una baja población y un tráfico comercial reducido.

Fuente: Archivo Histórico de Medellín, Fondo Concejo, tomo 59, ff. 153r-155r.

Por: Luis Felipe Vélez Pérez

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