Un grupo de 126 víctimas del conflicto de este municipio antioqueño se unieron para crear una nueva empresa de confecciones respaldada por la alianza de siete instituciones público-privadas gestionada por la Unidad para la atención y Reparación Integral a las Víctimas, con el fin de asegurar que sea competitiva y sostenible.
Después de perderlo todo por el desplazamiento forzado, vivir las dificultades de ser viudas o huérfanas tras los asesinatos de la guerrilla o las autodefensas o sufrir la violencia sexual, los días en el taller de confecciones significan reparación y un nuevo proyecto de vida para 126 víctimas del conflicto del municipio de Cocorná.
La mayoría son mujeres y decidieron unirse con su propio esfuerzo para conformar la precooperativa Cocostylo, que ahora hace realidad el anhelo de superar los daños que les provocó la violencia y mejorar las condiciones de vida de sus familias.
Este proyecto productivo recién comienza con el nuevo taller de confecciones, gracias a una alianza de instituciones públicas y privadas para el apadrinamiento gestionada por la Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas. En esta participan la Cooperativa Pío XII de Cocorná, la Alcaldía Municipal, la Gobernación de Antioquia, el Sena, la Cámara de Confecciones de Colombia y la Unidad Administrativa Especial de Organizaciones Solidarias.
Las víctimas comparten historias dolorosas por causa del conflicto que azotó este municipio del Oriente antioqueño, pero, así como le pasó a Kelen Daniela Piedrahita, también entendieron que tenían capacidad de resiliencia y deseo de superación.
Es una de las líderes del grupo y recuerda que “tenía apenas 18 años cuando mi esposo fue asesinado por paramilitares que lo acusaron de colaborador de la guerrilla… y lo era. En esa época era obligatorio o te mataban unos los otros. Entonces quedé viuda y tuve que empezar a trabajar para sostener sola a mi familia”.
En el año 2013 ella fue una de las mujeres víctimas que apostaron por las confecciones como una “fuente de trabajo digno” e iniciaron un difícil proceso de capacitación y búsqueda de apoyo para comenzar con el proyecto productivo.
No fue un camino fácil porque “la mayoría no sabían nada de confecciones y muchas de ellas tenían que levantarse de madrugada y venir desde veredas a varias horas de camino hasta el pueblo, solo para las aprender el oficio en las pocas máquinas que teníamos”, relata Kelen.
Compromisos que reparan
El esfuerzo de las sobrevivientes del conflicto en Cocorná fue recompensado con la firma de la carta de entendimiento y compromisos para acompañar a la nueva empresa Cocostylo por parte de cada una de las siete entidades.
Jorge Mario Alzate, director de la Unidad para la Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas en Antioquia, destaca que “en esta alianza interinstitucional nos comprometimos entre todos a fortalecer este proyecto, a capacitarlas en economía solidaria, a gestionar la sede administrativa y adecuar el taller de confecciones, la adquisición de la maquinaria, a concretar el mercado y la comercialización de sus confecciones”.
El funcionario reconoce en este proyecto productivo “el ejemplo de más de 100 víctimas que se unieron para superar las condiciones de vulnerabilidad que les dejó el conflicto y volverse productivas y tener un mejor futuro en el territorio”.
Ese deseo de superación lo valora Enrique Gómez, empresario textil, vicepresidente de la Cámara Colombiana de la Confección, quien en su juventud sufrió el desplazamiento forzado. Explica que esa experiencia propia de perderlo todo y comenzar desde cero lo motivó a apoyar el proyecto de las 126 víctimas: “nuestro compromiso es apoyarlas para que la empresa sea competitiva en el sector de confecciones y tengan sostenibilidad. Yo también fui desplazado del Oriente antioqueño y por eso sé que las víctimas necesitan oportunidades y que hay que enseñar a pescar en vez de dar pescado y así superar el asistencialismo”.
Esta es la oportunidad que Diana Marcela Muñoz Castaño se ganó cuando no desistió a pesar de la exigencia de la capacitación y sus propias limitaciones. Ella vive en la vereda La Esperanza y justo fue la esperanza de mejorar su calidad de vida lo que la motivó a comprar con unos ahorros una máquina de confección, que ella ayudó a cargar por una trocha hasta su finca para poder aprender el oficio.
“Como vivo lejos me madrugaba para atravesar a pie la vereda para dejar mis dos hijos en la casa de mi mamá para poder ir al pueblo a las capacitaciones. La máquina la subimos hasta esa loma y yo practicaba y practicaba en la noche porque me iba muy mal… me iba a salir porque yo era la más atrasada del grupo”, cuenta esta mujer, quien hace 15 años tuvo que desplazarse y abandonar la finca junto a su familia por amenazas de un grupo armado ilegal.
Así como decidió retornar a su tierra, no renunció a su decisión de trabajar y ser independiente por primera vez en su vida en un trabajo que para muchas de las mujeres significa “sanación” a todo el sufrimiento vivido por el conflicto.
Ahora, Diana Marcela sonríe sentada frente a la máquina de confecciones durante el acto de inauguración del taller de Cocostylo en Cocorná. Convencida de estar en el sitio que quiere reitera que “aunque me iba mal y me torcía con las prendas quería trabajar aquí con mis compañeras y tenía muchas ganas de aprender. Por eso me arrepentí de vender la máquina y seguí insistiendo… siempre fui ama de casa y me mantenían y ahora quiero ganar mi propio dinero para darle una mejor vida a mi familia”.