Editorial, Ed. 75 de Agosto de 2016
Los medios de comunicación han acostumbrado a ciertos sectores sociales a escuchar lo que “halaga los oídos”, Juan Pablo II.
Nada más incómodo que un periodismo que denuncia, un periodismo que da cuenta de los excesos y los desaciertos. Un periodismo que habla por los que no tienen voz y no un periodismo que repite una mentira mil veces hasta volverla una verdad.
Para vergüenza de la academia seguimos asistiendo a la graduación de algunos profesionales que cada vez se alejan más de los postulados éticos y los refrendan con compromisos indecentes.
Estamos retornando al punto sin retorno, a la época de la mordaza a la prensa, a la época del todo vale, auspiciado por anunciantes que controlan las editoriales de los periódicos y medios que prefieren la pauta a la verdad.
El más grande activo del periodismo, además protegido constitucionalmente, su veracidad e imparcialidad, convirtió sectores de la prensa en escenarios aptos para repetir la información al píe de la letra los comunicados oficiales. Encontraron aliados para desinformar y confundir las audiencias, para poner el periodismo preso de la politiquería, obligado a guardar silencio en las realidades locales, dejando su agenda informativa reducida a titulares fantasiosos que desdibujan la realidad.
Para el premio nobel Mario Vargas Llosa, había manera de reconocer el grado de independencia de la prensa: “Todas las dictaduras, de derechas y de izquierdas, practican la censura y usan el chantaje, la intimidación o el soborno para controlar el flujo de información. Se puede medir la salud democrática de un país evaluando la diversidad de opiniones, la libertad de expresión y el espíritu crítico de sus diversos medios de comunicación”.
Esta censura y auto censura, que ya no responde a las 5 cuestiones que el rigor periodístico debe contemplar (qué, quién, dónde, cuándo y por qué), pasó de las posturas vanguardistas a la mediocridad basada en las dádivas y los contratos.
Necesitamos medios que aboguen por la libertad de prensa, que hagan el llamado urgente a recuperar independencia en su información, que no claudiquen en su responsabilidad frente a la sociedad, que hagan periodismo transformador y crítico.
Precisamente sobre esa libertad decía el escritor y humanista Pedro Luis Sampedro, “Para mí la clave de la libertad es la libertad de pensamiento. Se habla mucho de la libertad de expresión. Hay que reivindicar la libertad de expresión, por ejemplo en la prensa, pero si lo que usted expresa en la prensa es un pensamiento que no es propio, que ha adquirido sin convicción y sin pensarlo, entonces no es usted libre por mucho que le dejen expresarse”.
Es tiempo que los medios de comunicación llamen al unísono a una reacción frente a las realidades, que aunque se insista en ocultar, no deja de ser visible al ciudadano que asimila los contenidos pero no los digiere como el medio quisiera.
“Una prensa cínica, mercenaria y demagógica producirá un pueblo cínico, mercenario y demagógico”. Joseph Pulitzer (1847-1911), editor estadounidense conocido por los famosos premios periodísticos que llevan su nombre.