El Código Nacional de Policía trajo confusión respecto al manejo de mascotas. En la región ha aumentado el abandono de perros.
Creo que los animales ven en el hombre un ser igual a ellos que ha perdido de forma extraordinariamente peligrosa el sano intelecto animal, es decir, que ven en él al animal irracional, al animal que ríe, al animal que llora, al animal infeliz. Friedrich Nietzsche
En la tarde del domingo 2 de abril, un menor de edad llegó al hospital de El Carmen con mordeduras en la cabeza y los brazos, provocadas por un perro de raza pitbull cuando el chico disfrutaba de la piscina en un estadero ubicado al sur del municipio. Varias fotos recorrieron las redes sociales con voces de indignación de unos y con la petición de otros para que se tomara una decisión que no afectara la integridad del animal. Así mismo, las autoridades a través del noticiero local hacían un llamado a los dueños de estos perros considerados peligrosos, para que las personas asumieran responsablemente la tenencia de estos animales. Paula, miembro de un grupo de Facebook en el pueblo, manifestó respecto a este suceso que “el perro llevaba algunos días en el parque y si bien mostraba cierto comportamiento territorial con otros perros, no se había comportado de forma agresiva con ningún humano. Sin ponerme en defensa, puedo asegurar que algún comportamiento negativo tuvo que tener el niño con el animal, como para que éste lo agrediera” manifestó.
Luisa, habitante de otra zona rural de este municipio, salió una mañana a trabajar y caminó 300 m. por una pequeña carretera destapada cuando de pronto, salió un pequeño perrito de raza pincher y se lanzó contra su pierna. Ese diminuto animal había provocado una profunda y dolorosa herida que tardó casi tres semanas en curarse, luego de aplicar sobre ella cuanto remedio fuera recomendado por tías, abuela y hasta por un médico. Sin embargo, la cicatriz evidencia el ataque de una “fiera” e impide que Luisa por ahora utilice vestido o traje corto. Ella no entiende la reacción de la mascota vecina, más aún cuando ha convivido con muchos perros que ha adoptado, conoce su comportamiento y hasta se ha metido en peleas de perros, pero nunca la habían mordido.
El nuevo Código Nacional de Policía y Convivencia trajo una serie de reglas mediante las cuales se obliga a los dueños de perros a tener un control estricto de sus mascotas y establece responsabilidades por los daños y perjuicios que estas pudieran ocasionar en personas, bienes y espacios públicos. Resulta claro que muchas medidas intentan incidir en problemáticas muy comunes que suelen crear conflictos y malestar entre vecinos. Es loable la idea de persuadir a las personas para que recojan las excretas y para que se entienda el compromiso que se adquiere cuando se tiene una mascota, sin embargo, la entrada en vigencia de estas normas ha provocado confusión, rumores, hasta versiones mentirosas, exageradas que han venido generando una dificultad quizá no prevista cuando se pensó en implementar la norma: el abandono de perros de razas “potencialmente” peligrosas.
Esto ha provocado una verdadera crisis debido a que muchas personas han entrado en pánico creyendo que al salir con su perro, un policía le saldrá al paso y le impondrá una multa, que le pedirán la póliza de responsabilidad civil que –dicen-, “vale como $ 800 000 pesos”, que si le quito el bozal, justo en ese momento aparece la patrulla y me sancionan, me llevan preso o me quitan el perro. La desinformación alcanza incluso al estamento policial donde no hay total claridad al respecto y las consultas hechas por la ciudadanía reflejan disenso y ambigüedad. Ante esto, la misma autoridad que después del 30 de enero salió a dar cumplimiento a su mandato, ha debido bajarle volumen a su actitud debido a que resulta a todas luces inconveniente entrar a cambiar prácticas, costumbres y situaciones que han estado muy arraigadas, incluso culturalmente en la sociedad colombiana.
La decisión de algunas personas lamentablemente ha sido abandonar sus mascotas y ya ha habido voces de alerta por parte de organizaciones animalistas de nuestros municipios ya que cada día aparecen más perros perteneciente a esa lista de 14 razas deambulando por calles y parques, especialmente los más populares en los últimos años, el Bull Terrier, el American Pit Bull Terrier, Doberman y el rottweiler, perros que han sido convertidos en símbolos de poder por muchas personas, razas de moda, adquisiciones suntuosas, maltratados y “educados” para pelear. Hoy en las calles, estos animales, abandonados y con hambre pueden ser un riesgo, sin embargo, aquello de generalizar sigue siendo un despropósito que estigmatiza injustamente y crea un ambiente desfavorable para atender objetiva y efectivamente el problema especialmente si se sigue señalando al animal como culpable de la situación, lo cual es simplemente una miope y torpe actitud.
La evidencia de esto es la expresión cotidiana de ofensa frente a la obvia presencia de excrementos en aceras, parques y jardines. De igual forma, el enojo que produce la basura regada en media calle cuando en su hambruna, el perro busca algún hueso o restos de comida. Incluso, algunas agresiones se dan por parte de ciudadanos cuando ven un hocico metido en una bolsa buscando desesperadamente algo de comer, les pegan, les arrojan agua o piedras. ¿Quién es el culpable? Una suma de malas prácticas, de indisciplina, de falta de cultura ciudadana y de falta de planes adecuados de manejo, terminan siendo pagadas por el pobre animal. Ante esto es urgente revisar muchas cosas, informar en forma precisa, oportuna y adecuada, compartir responsabilidades y actuar con sentido común y solidario frente al problema. De igual forma, la ley, antes que represiva, debe ser pedagógica y persuasiva. Es inaplazable la implementación de políticas públicas de protección animal, programas de sensibilización y planes de mejoramiento de albergues.
Lo que resulta difícil de entender es que el tema no es nuevo y aun así, no se ha logrado avanzar mucho. En el papel la política sobre esto ya existía. Así lo confirma la indagación que hicimos donde se descubre que –por ejemplo-, desde el año 2000 se dieron instrucciones para que los alcaldes reglamentaran e implementaran las normas para los propietarios de perros, el permiso que se debe otorgar, se estableció la obligatoriedad de registrar las mascotas, llevar al perro con correas, traíllas y bozal, presentar carné de vacunación entre otras cosas. Por ejemplo, La Ley 746 de 2002 y la Resolución 1644 de 2000 ya entregaban instrucciones y contemplaban una serie de artículos con el fin de mejorar las condiciones y manejo de mascotas. Esto alcanzó otro ámbito crítico relacionado con el ingreso al transporte público, que fue resuelto por la Corte Constitucional mediante Sentencia C-439/11 de mayo 25 de 2011, donde se determinó que “las empresas de transporte público no podrán prohibir el ingreso de animales domésticos a sus vehículos” y ordena su reglamentación.
Así las cosas, esta es una situación que debe corregirse cuanto antes, sin esperar que sea una instancia superior quien lo haga, las personas en su ámbito más cercano, las autoridades, los alcaldes con sus funcionarios y las organizaciones que funcionan en los municipios. Esto sumado a asumir la convivencia con los animales con tolerancia, armonía y comprensión de la existencia de unos seres que sufren el maltrato y el abandono.
No es por demás terminar con aquella famosa expresión de Gandhi al respecto: “La grandeza de una nación y su progreso moral pueden ser juzgados por la manera en que ellos tratan a sus animales. Yo siento que el progreso espiritual requiere que en algún momento dejemos de matar a nuestras criaturas hermanas para la satisfacción de nuestros deseos corporales.”