Después de una época difícil y de violencia siempre queda el anhelo de empezar de nuevo, dejar atrás tanto dolor y los recuerdos de un conflicto del que nunca se hubiera querido ser testigo. Este es quizás uno de los deseos más firmes de doña Nubia Loaiza, una microempresaria del municipio de La Unión que le tocó vivir y padecer el horror del conflicto armado en esta localidad específicamente en la vereda San Miguel Santa Cruz.
Doña Nubia y su familia (su esposo y dos hijos) llegaron a vivir a San Miguel buscando una vida más tranquila, sin embargo se encontraron con la violencia y la presencia de grupos armados “nos encontramos en esta vereda pobreza, miseria, necesidad, grupos armados y desnutrición en los niños” comenta doña Nubia
Su espíritu de servicio la llevó a trabajar como madre comunitaria para acompañar y ayudar a los niños y ser una voz de esperanza en medio de tanta violencia. Tiempo después fue inevitable el desplazamiento masivo en la vereda San Miguel. Todos tuvieron que abandonar sus hogares.
Un año después dona Nubia y su familia regresa a sus tierras, esta vez para quedarse y emprender la idea de negocio y formarse como microempresaria del municipio de La Unión.
Una gran idea
Luego de retornar la calma en San Miguel Santa Cruz llega Microempresas de Colombia con proyectos de una ONG de España que tenían como objetivo trabajar con mujeres vulnerables en procesos de emprendimiento y fue allí donde surge la idea de elaborar Vinos San Miguel. “Llegaron microempresas de Colombia, ellos venían con unos proyectos de España con la ONG, era para mujeres vulnerables, ahí cabíamos todas nosotras. Empezamos a hacer emprendimiento y ahí realmente nació Vinos San Miguel”
Inicialmente, la idea de negocio de doña Nubia eran los lácteos, sin embargo, quería algo más innovador, fue así como en medio de un diálogo familiar se pensó en la idea de elaborar vinos, puesto que, un cuñado ya tenía la fórmula de uno hecho con moras. “Vinieron unos familiares a hacernos visita y entonces al cuñado le dije necesito una buena idea de negocio porque debo salir a hacer encuestas sobre lo que vamos a hacer. Y me dijo hágale con el vino de mora. Yo le enseño”
Desde el año 2007, y con la ayuda de la ONG se logra consolidar Vinos San Miguel, nombre que le hace honor a la vereda en la que vive doña Nubia.
Se capacitaron en la parte empresarial, en mercadeo, imagen corporativa y en la iniciativa de negocio. Comenzaron a producir los vinos, inicialmente de mora, tal como lo dice ella fue el primer hijo de Vinos San Miguel; luego con el pasar del tiempo se empezó a producir vinos de uchuva y mortiño, frutos que le compran a campesinos del municipio de La Unión, “nosotros compramos toda la fruta es acá menos el mortiño, que ese si lo traemos de San Pedro porque acá no se consigue en cantidades”.
Año tras año han ido creciendo, empezaron vendiendo 50 unidades y en el año 2015 las ventas llegaron hasta las 3000 unidades “de año en año hemos ido creciendo. Nosotros llegamos el año pasado a vender casi las 3000 unidades y empezamos con 50 botellas en la fiestas de la papa”. De esta forma, Vinos San Miguel se ha ido sosteniendo y paso a paso se va convirtiendo en un producto reconocido en la localidad y en otras partes del mundo, porque, aunque ha sido difícil entrar a mercados más allá de lo local, los vinos de doña Nubia ya han llegado hasta Francia y España.
Nuevos retos
Uno de los retos para doña Nubia y su familia es, precisamente, expandirse por otros mercados, llegar a más públicos y dar a conocer, aún más, a Vinos San Miguel. No obstante, a pesar de los esfuerzos y la dedicación, esto no ha sido posible debido al poco apoyo recibido como microempresaria. “Hacer empresa en este país es muy complicado y más para el microempresario. O sea al pequeño no lo dejan crecer por nada del mundo”.
Con la idea de buscar mejores oportunidades a nivel económico doña Nubia crea una asociación que seis años más tarde debe liquidar, “se creó una asociación que liquidé. Una asociación de Vinos San Miguel, la conformé que porque de pronto así nos podían prestar más apoyo, realmente tampoco fue posible. Tuve la asociación seis años conformada por 8 personas y no, no fue posible. Entonces, yo digo, crear empresa en este país es muy difícil. Cuando uno arranca uno dice, ahora sí voy a montar la empresa, esto es fácil, pero no, ya estuvimos tanto tiempo ahí tocamos tantas puertas y realmente para un microempresario no hay ningún apoyo”
Y es precisamente el factor económico lo que tiene a Vinos San Miguel sin la posibilidad de crecer y de entrar a ser parte de mercados mucho más grandes. “Nosotros no tenemos toda esta capacidad para hacer todo lo de Vinos San Miguel, es muy costoso” dice doña Nubia.
Hace varios años sus esfuerzos están encaminados a construir la planta de producción y su respectiva certificación, a adquirir los registros INVIMA y algunos equipos que faciliten la elaboración del vino, aunque la idea de doña Nubia es seguir produciendo Vinos San Miguel de forma artesanal. Todo esto facilitaría la distribución del producto, el crecimiento de la microempresa y la generación de empleo.
“Por ejemplo a nosotros nos llamaron el año pasado y nos dijeron que San Andrés necesita el vino, pero no podemos porque no tenemos los registros. Tenemos un enlace con el Japón le contábamos que estábamos estandarizando, que estábamos haciendo todo para sacar los registros INVIMA y me dijo cuando tenga todo listo me llama, porque ya tenemos el mercado listo para el Japón con los vinos de uchuva porque allá no conocen la uchuva; y para el vino de mora tenemos alguien que son importadores y productores de vinos chilenos entonces nos decían nosotros le vamos a hacer el mercado al vino de mora, pero un mercado exclusivo en Medellín”
Aunque los retos son muchos y los obstáculos en el camino son aún más doña Nubia sigue firme y dispuesta a seguir luchando por el sueño que empezó hace aproximadamente 9 años: formar a Vinos San Miguel como una empresa sólida, más reconocida y posicionada no sólo en lo local sino también en lo nacional e internacional. De esta manera, Vinos San Miguel es un ejemplo más de disciplina, perseverancia y una muestra del potencial de innovación y creatividad que tiene el municipio de La Unión y la región del Oriente antioqueño.