La casa del maestro José Alberto Arango Fajardo quizá sea la más protegida de toda Marinilla, pues en ella -en cada pared, esquina o stand- habita un centinela divino que, más que adornar el espacio, cumple el papel de resguardar a su devoto, quien con orgullo dice: “Yo soy feliz en medio de todo esto”.
Como es de costumbre, José Alberto -en cada navidad- se encarga de maquetar el entorno en el que el Niño Dios nació. En su casa, un pesebre de más de 33 metros cuadrados lo acompaña, donde los pastales, riachuelos y desniveles geológicos recrean el mundo que recibió al Hijo de Dios. Asimismo, danzarinas, pastores, labriegos y animales de diferentes especies adornan los bastos campos y laderas de aquel pequeño universo de paz, donde lo más predominante es la estrella que brilla en el horizonte e ilumina la humilde morada que contempla el nacimiento del Salvador de los hombres.
El gusto del maestro por las imágenes y esculturas religiosas inició a muy temprana edad, pues, según él, el primer regalo que le hicieron al nacer fue la imagen de La Inmaculada en escala de 30 cm., la cual conservó hasta hace pocos años, pero, debido al deterioro, decidió deshacerse de ella. Del mismo modo, recuerda que a los seis años tuvo su primer pesebre y que la manera como lo consiguió fue “un cacharro muy gracioso”:
Papá tenía aquí, en la esquina de la hostería, una tienda, donde hoy es una farmacia y yo había visto allá en La Capri -al lado de Cotrafa- un pesebre muy bonito, entonces me vine como un sididi donde mi papá:
-Papá, que me comprés este pesebre, (¡YO DE SEIS AÑOS!), y él le consultó a mi mamá y mi mamá le dijo:
-¡NO!, Arturo, no, porque José Alberto, es mejor cuando esté más grande.
Ooooh, yo no le hice caso a mi mamá, entonces me volví para la tienda y me le colgué a mi papá, me le colgué, y hasta que dijo:
-Camine, venga yo me pongo pues la ruana y vamos donde Kiko Ramírez por el pesebre. ¿Cuál es el que le gusta?
-Papá, el que está en la vitrina.
– Ahh, bueno.
Entonces papá, que se puso la ruana, la extendió y le dijo:
-Kiko, ve, echame esos santos aquí sobre la ruana.
Por eso yo llamo al pesebre mío “El de la Ruana”, porque mi papá extendió la ruana. Ya nos fuimos para Las Mercedes, donde vivíamos en esa época, y qué cantaleta la que le echó mi mamá a mi papá:
-Viejo alcahuete, ¿cómo se te ocurre comprarle?, yo te dije que era mejor esperar que Alberto tenga más años.
Y él:
-Hombe, si el niño tiene ganas de un pesebre, ya se lo compré.
Y ella ahí mismo se puso pues a ayudar a armar el pesebre, feliz, entre todos.
De ese primer pesebre, cuenta Alberto, que no queda ni una imagen, puesto que, doña Rosaura -madre del maestro- se lo regaló a un pariente que, para ese tiempo, vivía en una finca, lugar donde “hubo un daño” y las figuras llevaron la peor parte. Para ese momento Alberto ya tenía otro pesebre, el cual logró conseguir con la venta de “La Negra”, una de las terneras de la vaca que su papá le había regalado hacía varios años, de este aún conserva algunas figuras. El tercer pesebre del artista es el que hoy ocupa la mayor parte de su sala, en él se encuentran esculturas de artistas como Alfonso Vieira, Gustavo Gaviria, Santiago Ocampo, entre otros, asegura que muchos amigos le han ayudado a conseguirlas y que hoy cuenta con más de 100 efigies.
Su labor y devoción
Durante la época decembrina y la Semana Santa, Alberto entrega alma, vida y corazón a sus santos, pues no tiene límites en la creatividad ni en la billetera para vestirlos, adornarlos y añadirles cada cosa para que, como él dice, “no le hagan el oso”. Afirma que las telas para la elaboración de la vestimenta las consigue en Medellín con un amigo suyo. “Diego y yo somos muy buenos amigos, y él cuando le llegan telas de otras partes me llama: ‘Alberto, vení que tengo unas bellezas, venga que yo le doy crédito. Venga’. Una vez me traje más de 10 millones de pesos en solo tela. Más de 10 millones”, asegura el maestro.
Además, con humor, relata que también entra a tiendas para mujeres: “me meto y cojo anillos, collares, todos esos colgandejos raritos. ‘Ve, esto me sirve para los baldaquines, esto me sirve para la Magdalena para encachacarla’. Ya le compré los collares de estos bonitos, aaah, pa encachacar la Magdalena. Ya le compré el manto para estrenarlo ahora en Semana Santa, y tiene vestidos. Yo soy súper antojado, donde vea arte allá estoy, ahí me ve. Me fascina”, dice.
Cuenta el maestro que, durante los días previos a la realización del pesebre, en repetidas ocasiones, no ha tenido el dinero, pero que, casi como un milagro, los recursos surgen, dicha magia se la atribuye al Niño Jesús, pues su adoración y fervor hacia él son grandes. “Yo voy a empezar a hacer el pesebre y, por lo general, no tengo plata, y digo: ‘Bueno, Niño Dios, usted verá, usted me tiene que dar plata para hacerle su pesebre’, y termino de hacer el pesebre y ya todo está pago. Empieza, que vendo cuadros, mejor dicho, me sale la promoción de vender cosas”, afirma Alberto.
José Alberto es un fiel devoto y admirador de La Virgen del Rosario, pues en ella puede innovar con diferentes creaciones, obviamente, acordes a la época de su modelo. Asegura que esta virgen le ha hecho favores, especialmente, llevarse a descansar a doña Angélica, una vecina, pues, según él, medicamente no había más qué hacer por su vida, por ello, decidió hacerle un ritual con velas a la Santísima Virgen, como la llama, y pedirle que su vecina descansara. También, siente especial admiración por la Inmaculada, ya que perteneció a Monseñor Emilio Botero González y a su hermano, el padre Juan Manuel Botero González.
Sus comienzos
Cuando Alberto tenía ocho años, según recuerda, su madre Rosaura y su tía Ana Rita lo animaron para que participara en la preparación de la Semana Santa, rememora que fue su tía quien lo llevó a la capilla Jesús Nazareno para que ayudara con la organización de los pasos, sostiene que la primera escultura que preparó fue la de “Jesús calma la tempestad”. Desde ese día comenzó la labor del maestro con la iglesia, donde asegura que estuvo trabajando por 40 años, elaborando, año tras año, los pasos para la Semana Santa y demás festividades parroquiales. También, dice que mientras estudió en el Colegio Nacional San José, el señor Gonzalo Salazar, artista marinillo que ya falleció, lo invitaba para que le ayudar a organizar las fiestas de su colegio: “Venga, Alberto, ayúdeme a hacer los pasos en Semana Santa, a organizar la fiesta de San José en el colegio, a organizar muy bonita la capilla”, relata.
Del mismo modo, afirma que la construcción del pesebre en su casa es una tradición familiar, pues a doña Rosaura, su madre, la animaba esta época y era la excusa perfecta para llenar la casa de animales; asimismo, disfrutaba hacer los buñuelos y la natilla para regalarles a sus vecinas y a las personas que asistían a la novena, dice Alberto que ese tiempo en su casa era un “bololoi”: “entre los dos hacíamos el pesebre, y ella cogía, salía, me compraba paticos, casitas y todas esas cosas. Ve, mi amor, de esto no tenemos, vea. Ah, bueno, mamá, vamos y lo compramos (…) mi mamá a todas las vecinas les mandaba su buen plato de natilla y los buñuelos”, cuenta.
José Alberto es egresado de Bellas Artes, lugar donde se consagró como artista en la rama de la pintura, labor que, hoy por hoy, le ha dado lo suficiente para vivir y ser feliz. Es por esto que, mientras trabaja en la elaboración de su pesebre, combina lo aprendido en la academia con la pasión que siente al dedicarle gran parte de su tiempo a las festividades religiosas, logrando así entregar una obra que, cada año, asombra a sus visitantes, transportarlos a la época en que habitó Jesús.
Para el artista la labor que realiza se ha convertido en una parte fundamental de su existencia, pues enfatiza en decir que la tarea que desempeña es su vida y que, además, mientras estuvo en Bellas Artes fue el tiempo más feliz de su paso por este mundo.
Pesebre de la casa de la cultura
Para este año, el maestro José Arango también tiene preparado el pesebre que estará durante todo diciembre y gran parte de enero en la casa de la cultura de Marinilla, una obra de 24 metros de largo por 2,5 de ancho, donde se congregarán alrededor de 200 figuras en escala de 30 cm., la mayoría de ellas son ovejas, las demás son animales de otras especies, reyes magos, pastores y santos.
Por su parte, el material en el que está construida la obra se centra, principalmente, en el uso del papel kraft, aserrín teñido en diferentes tonos, icopor y cajas de cartón, estos últimos llevan toques especiales del pintor, quién, a base de vinilos y óleos, les da el toque artístico y profesional.
Por último, el maestro invita a toda la comunidad del Oriente a que visite el pesebre que estará en la casa de la cultura de su municipio; también, abre las puertas de su casa-museo, ubicada en el edificio La Abuela -quinto piso, apartamento 501- para que oriundos y turistas conozcan lo que lo hace sentir vivo: sus santos. Solo tiene dos condiciones: que la asistencia sea en grupos de, máximo, 10 personas y que nadie lleve bolsos.