Las costumbres de nuestro lejano Oriente quieren verse reflejadas en hachas y azadones que retumban en la piedra de la esperanza. Aquí, en estas montañas argelinas se encuentran hombres y mujeres que deciden echarle alma, vida y corazón a este pedacito de tierra donado para el beneficio de su familia. Muchos afirman que no ha sido fácil, pero es peor si no se intenta. Son campesinos que hacen brotar de su terruño un gran porvenir, campesinos, que como dicen en su himno “son gente hidalga de buen corazón, campesinos que en el Padre nuestro cifran siempre su fe y su ilusión”. Estos son caminos de arriería que se formaron a lomo de mula y ruidos de herraduras; montañas de variados matices verdes que esconden maravillosos tesoros orales que merecen ser contados.
Argelia de María parcela inmortal de Antioquia, nos abre paso para conocer la vida de un hombre que ha sido conocido como “Tino Sánchez” quien a sus años 78 años cuenta y desempolva aquellos recuerdos e ideales que llenan su vida desde su corta edad, recuerdos que lo llenan de orgullo y nostalgia. “Todo empezó con dos mulitas que me dio mi papá”, mulas que marcaron sus primeros años de arriero – Marquesa y El Calabozo -. Con estas dos mulas aprendió a arriar desde la vereda más lejana de este municipio, Guadualito. Y así, poco a poco, en medio de trueques, trabajo y dedicación fue consiguiendo su mulada que fue aumentando al mismo tiempo que sus pisadas de arduas horas de camino. Y aquí se encuentra en su finca “La arboleda”, herencia de los Sánchez que han sido, por aprendizaje empírico, arrieros y paneleros.
“Tino Sánchez” recorrió los largos caminos de su terruño llevando consigo el arte de arriar y las ganas de seguir adelante con ese valioso legado que su padre le dejó. Fueron muchas las veces que, debido a la noche que caía allá en la loma, dejó sus mulas y sus cargas a un lado para descansar y al día siguiente continuar con su labor. Cuando esto sucedía, regularmente se encontraba con otros arrieros que entre risas, chistes y humo de tabaco contaban a sus colegas breves historias de sus mulas, su vida y, porque no, de su familia. Aunque la arriería marcó gran parte de su vida, dejó de lado sus aparejos para darle paso a su vida de panelero por allá en sus 35 años. Esto es lo que hasta ahora hace con tanto esfuerzo a pesar de su avanzada edad.
Don “Tino” se ha caracterizado por ser de esas personas que siempre le encuentran el chiste a la vida. Ha sufrido bastante como panelero. Una de las anécdotas que cuenta con lágrimas en los ojos, fue la dolorosa perdida de su finca, esto, por un incendio que solo dejó para su sustento y el de su familia las máquinas y utensilios para la fabricación de la panela. Es difícil el procedimiento de este producto. Don “Tino”, nos cuenta poco a poco como es esta labor: “El trajín de un trapiche inicia más o menos a las dos de la madrugada, las mulas que son por lo menos diez llevan y traen la caña que va a ser convertida luego en bagazo. Se deben llenar todos los fondos de guarapo. Se necesitan por lo menos ocho trabajadores (dos maquinistas, dos en el horno, dos pesadores y los que se encargan de la angarilla). La duración de la molienda depende de las cargas de panela. Por ejemplo, si son veinte cargas de panela se tendrá el trabajo terminado en dos días.
El jugo de la caña, conocido como guarapo, se calienta a altas temperaturas hasta formar miel y la espuma que da es usada para bebida de las mulas mientras que el bagazo sirve de combustible para el horno. En los fondos se elimina el agua que le queda a la miel que será convertida en panela, la cual es pasada a moldes y a su vez pesada. Antes el trabajo era más complicado, pues luego de esa madrugada y esa trasnochada, tocaba enjalmar las mulas para subir al pueblo la panela y ahí empezar a venderla o cambiarla. A veces era duro, porque los dueños de las tiendas se ponían de acuerdo para no comprarla al precio justo”.
Y así, llegando la noche, la señora de la casa con su especial sazón sirve la comida y luego es común sentarse en los corredores de la casa a tirarse unas jugaditas de dados o cartas o a recordar amores e historias de agüeros y terrores que solo pasan en el campo.
En Argelia de María don “Tino Sánchez” es reconocido por ser un gran arriero y su presencia en las tradicionales fiestas de la mula no es de extrañar. En la calle es común verlo aun con el atuendo que por años era tradicional en toda la población argelina. No se admire si don “Tino” lo saluda y no le conoce, pues siempre ha tenido como su lema “Un saludito no se le niega a nadie”. Esté dispuesto a escuchar sus historias y, con el gran poder que tiene para convencer, usted no le negará la charlada. Él es la muestra pura de la idiosincrasia argelina.
Es para mí gran motivo de orgullo escribir sobre este hombre, porque siendo pequeña prometí hacerlo. Aquí estoy cumpliendo, o como lo dijo él mismo, “volviéndolo famoso”. Sé que allá en Argelia está orgulloso de su hija porque finalmente cumplió lo prometido. ¡Arrieros somos y el camino nos encontramos!